En “La libertina”, una de las novelas más vendidas en la actualidad, la escritora indaga en la vida de Anita Périchon, “la virreina”, nacida en una colonia francesa, pero residente en la Buenos Aires del siglo XIX.
A Florencia Canale le fascina el siglo XIX, tanto que afirma que tiene “el presente suspendido”. Y confiesa que recorre lugares emblemáticos de la ciudad y busca pistas, como tesoros secretos, escondidos, ocultos. Esa pasión por el pasado es la que la empujó a convertirse en una autora ineludible de la novela histórica y la que la convirtió rápidamente en un éxito de ventas. Esta vez, en las calles de Buenos Aires, encontró a la “aventurera por antonomasia”. Marie Anne Périchon de Vandeuil, más conocida como Anita Périchon o “la Perichona”, se convirtió en la protagonista de su nuevo libro La libertina.
“Es una novela a puro eros para escribir, pero además para leer”, afirma Canale en la entrevista por Zoom a Clarín. La escritora argentina sumerge al lector en el universo de vitalidad, energía y sensualidad de una mujer que desafió los límites, las imposiciones de la sociedad y que ocupó lugares de poder que eran reservados estrictamente para los hombres de la época. Tal como haría años más tarde su nieta, Camila O’ Gorman.
Florencia Canale
ESCRITORA
–En un pasaje del libro hacés mención al escándalo de la época por la exhibición de Madame Périchon junto a Liniers, su amante, y su osadía de vestir trajes militares, como una cuestión simbólica.
–Sí, de apropiación de los estandartes en lo real pero además, en las prácticas. Le decían la Virreina con desprecio y ella desafiaba los límites. A mí me parece que el gran amor de Anne Marie Périchon no fue ninguno de estos caballeros. Su gran pasión era la adrenalina, el abismo. Era cruzar los límites. Un poco la sosegaron los vínculos amorosos.
–Construís un personaje que tiene que volver a levantarse, seguir con la frente en alto pese a todo, y también hay un cuestionamiento a la maternidad y mandatos femeninos.
–Es que en Francia, la práctica del libertinaje, del amor libertino, muchas veces instalaba el matrimonio como un lugar de “reposo”. Pero tanto los hombres como las mujeres tenían la posibilidad real de llevar a cabo estas prácticas. Otra cosa era el matrimonio para una sociedad como la española, dominada por la Iglesia Católica, por la Inquisición y por toda esa moral, que es bastante hipócrita. Porque los hombres hacían lo que se les venía en ganas, no se les tenían vedadas las vidas por fuera de sus matrimonios. Francia es otra cosa. De ahí lo exótico y lo particular del desembarco de esta mujer con su familia, que traía la educación francesa, de otro tipo de vida, de práctica, de deseos. Además, nació en una isla, casi paraíso terrenal y el reconocimiento del cuerpo la transformaba en una suerte de animal salvaje con la cultura. Un personaje fascinante. Una mujer digna de su época, de la caída del Antiguo Régimen a esta libertad porque Francia tenía otras ideas, otras cuestiones. Tan temida Francia para algunos.
La Perichona.
–Entonces, ¿hay una construcción de “la Perichona” como una mujer deseante?
–Sí, claro. Una máquina deseante. Absolutamente, pero envuelta en pensamiento, que eso es lo que puede resultar peligroso. No es una máquina deseante que anda por la vida desencajada. Cuando hay razón que envuelve a ese grifo que se abre de la desmesura, del deseo, de la pasión, es un peligro. Porque no hay puntada sin hilo. Eso es lo interesante de esta mujer. Todo está fríamente calculado. Podemos pensar: ¿conoció el amor? ¿fue feliz? Yo creo que fue una mujer muy amada, apreciada pero me parece que ella no conoció el amor. Conoció la pasión, el abismo, el límite, el peligro y eso era pura taquicardia y fascinación. Yo no sé si conoció el amor. No sé si hubiera querido tampoco.
–Con la publicación de La libertina, ¿hay una intención de dar a conocer lo que pensás sobre ciertos procesos y cómo pueden ser leídos hoy?
–Esta no es una novela sobre el erotismo de una francesa. Acá hay una política de los cuerpos. Es mucho más. Es lo que tiene que ver con la intriga y el poder, el proceso del poder a través de los cuerpos y precisamente tan alejado a lo que sucedía y muchas veces, de lo que sucede en la realidad con la sexualidad y el cuerpo. Esta mujer iba a por lo que ella consideraba que era fundamental, muy segura de sí, brillante, pero había muchas como ella en Francia, que seguramente empiezan a desperdigarse. Porque cuando se habla de la opresión y el feminismo hoy, yo diría que habría que estudiar un poco más porque había muchas mujeres en Inglaterra y en Francia con muchas ideas de avanzada, que ni siquiera necesitaban pelear. Estaban instaladas en esa idea y no se les ocurría sojuzgar o someterse al dedo acusador de ningún señor. Pienso en Lady Cavendish, que pongo esa frase en el acápite, en la novela, o pienso en Mary Wollstonecraft (Mary Shelley)… Por supuesto que no eran una turba de mujeres enardecidas. Eran mujeres como Madame Périchon.
–En tu obra visibilizás a personajes femeninos que no son conocidos o estudiados de este modo. ¿Creés que contribuís en la construcción de la historia de las mujeres argentinas?
–Sí, las mujeres han sido contadas desde las sombras, en general. El cenital está puesto en ellos porque los varones han ido a la guerra, han sido gobernadores, presidentes, caudillos y demás. A mí me dan ganas de correr el foco y mirar ahí. A mí me parece que hay algunas personas que lo vienen haciendo. Felipe Pigna ha escrito mucho sobre mujeres. Hay una colección de Historia Argentina contada por mujeres, de Gabriela Margall, una querida amiga escritora e historiadora; y Gilda Manso, que me parece interesante e importante. La construcción de una nación y de una identidad y de una sociedad está llevada adelante por hombres y mujeres. No vivimos en un mundo de amazonas y tampoco vivimos en un mundo de guerreros solamente. El motor de muchos hombres y de hombres importantes en nuestra historia y en la universal, tiene que ver con una mujer o con varias mujeres: por entender, por conseguir, por asir. Somos bastante inasibles, parece.
«Su gran pasión era la adrenalina, el abismo. Era cruzar los límites. Un poco la sosegaron los vínculos amorosos», dice Florencia Canale del personaje de su nuevo libro. Foto Emmanuel Fernández.
–¿Con cuál de las mujeres que protagonizan tus novelas te identificás más?
–Todas tienen algo pero como la tengo cerca a Madame Périchon voy a pensar que algunas cosas de ella me han interpelado. Porque fue una sobreviviente, una fugitiva –yo lo soy– porque me fugo al pasado y me estoy escapando todo el tiempo; porque privilegió su libertad antes que todo y yo también, y a pesar de eso, ¿no? No sé si ella a pesar de eso, pero yo sí, tampoco es tan fácil. No soy tan valiente como ella, pero sí porque soy un cuerpo y una razón batallando.
–¿Cómo podemos hacer las mujeres para ser un poco más “perichonas”?
Es un trabajo arduo. Recomendaría analizarse, primero. No con terapias ridículas, fáciles, fast food. Me parece que tratar de poner un poquito más el ojo en una que en el objeto, en este caso, un varón cualquiera, tratar de ir detrás de los deseos propios, no queriendo agradar permanentemente a otro sino a una. Es un camino difícil, repleto de obstáculos pero poco tiene que ver con la disputa, con la pelea, la violencia y el aplastamiento del hombre. Nada que ver con eso. Ser más inteligentes y tener la cabeza bien puesta. Tal vez en el libro haya pistas para entender que la vida no es fácil, que un hombre no calma nada, saber que esa angustia y el ansia va a estar siempre. La calma la vamos a encontrar nosotras en soledad. Con uno o mil hombres al lado o una mujer. Está en cada una.
–¿Te pidieron algún libro tuyo para adaptarlo a una serie?
A principios de año se comunicó conmigo y con la editorial la TV Pública por Amores prohibidos. Compraron los derechos y aparentemente, ahora en noviembre empiezan a grabar, con todos los protocolos, una miniserie de cuatro capítulos donde Nicolás Cabré interpretará a Manuel Belgrano. Y por supuesto me consultan todo. Me parecería fascinante que mis novelas puedan ir al mundo audiovisual, porque son muy visuales y porque nuestra historia se merece, incluso como capital cultural y simbólico, tener estas historias en miniserie. Esto sucede en todos los países del mundo y entiendo que requiere de una inversión y que la cultura parece que no es un tema a invertir y son mejores otros sitios. Nunca pierdo las esperanzas. Mientras, sigo trabajando. Ya estoy con el rescate de material para la siguiente novela e incluso tengo el título en mente.
«La libertina», de Florencia Canale (Planeta, $1.190 en papel y $840 en ebook).
Canale Básico
Mar del Plata, 1963. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Es periodista y trabajó en distintos medios: Noticias, Living, Gente, Siete Días, Veintitrés e Infobae, entre otros. Su primera novela, Pasión y traición, se convirtió inmediatamente en bestseller, alcanzando las diez ediciones. Publicó otros éxitos editoriales como Amores prohibidos, Sangre y deseo, Lujuria y poder, La hora del destierro, Salvaje, Sí, quiero y La vengadora. Sus novelas históricas narran intimidades de distintas personalidades del pasado argentino.
“Madame Périchon –comenta Canale– llega al grado extremo de transgresión”. Casada con el irlandés Thomas O’Gorman, amante del Virrey Santiago de Liniers, William Beresford y Lord Strangford, Anita fue espía de los británicos, portugueses y franceses, lo que motivó su destierro y posterior regreso a Buenos Aires. Protagonistade escándalos y vista con recelo por la pacata sociedad porteña, sus amores exudan deseo galo y tiñen de placer la narración. Así, La libertina pone sobre el tapete al poder y los cuerpos a través de la historia de “la Perichona”, que actuó con el ideal de libertad y, en su nombre, no dio puntada sin hilo.
Florencia Canale se mete en la historia de «la Perichona». Foto EFE/María Paulina Rodríguez.
Posicionado como uno de los libros más vendidos y con la segunda edición llegando a librerías, La libertina es fruto de una investigación exhaustiva sobre distintos procesos históricos como la caída del Antiguo Régimen, la Revolución Francesa, las Invasiones Inglesas y la gesta de la nación argentina. Con detalladas escenas y contadas en un ritmo audiovisual, la escritora ofrece en su nueva novela una combinación explosiva, que incluye espionaje, secretos, conspiraciones, pasión y amor, en una compleja configuración geopolítica.
–En La libertina trazás una cartografía de ciudades y recorridos, pero también lo hacés de las relaciones y sus conexiones. ¿Encontrás algún punto en común en los personajes femeninos de tus novelas?
–La verdad que podría encontrar el punto en común, con diferentes aristas o matices, la rebeldía de estas mujeres al status quo. Algunas, mucho; algunas, menos. Pero sí me parece que fueron unas diferentes a las normas imperantes a lo que se pretendía de una mujer en la primera mitad del siglo XIX. Por supuesto, pienso en La libertina, que no nació aquí, nació en una colonia francesa, pero vivió aquí prácticamente casi toda su vida, en el Río de la Plata, y la puedo considerar un poquito nuestra. Ella es el grado extremo de la transgresión, de forzar hasta el final y además, pienso que fue en todo caso, la primera –a fines del siglo XVIII y principios del XIX– , la precursora en algunas prácticas y seguramente, a veces, la única. Porque no sé si alguna se atrevió a tanto como ella.
“El motor de muchos hombres importantes en la historia tiene que ver con una mujer o con varias mujeres: por entender, por conseguir, por asir. Somos bastante inasibles, parece”.
Fuente: Clarín