Lentamente, los libros empezaron a salir del confinamiento. Asomaron desde los depósitos donde habían quedado atrapados, emergieron, con sus tapas flamantes, de las imprentas o de los containers que los habían traído del exterior. Algunos accedieron a su vida literaria en soporte digital, muchos pueden verse en las vidrieras, otros se venden desde la web de libreros y editoriales. Con las librerías abiertas al público (al menos hasta que haya nuevos anuncios) y la venta online como alternativa, en junio elegimos un nuevo menú de lecturas de esas que garantizan el placer de leer desde la primera a la última página.
Ciento cincuenta cuentos cortos de Lydia Davis, editorial Almadía
La brevedad le sienta bien a la norteamericana Lydia Davis, que lleva publicados seis libros de microrrelatos o flash fiction, y ha recibido varios premios internacionales, entre ellos, el prestigioso Man Booker en 2013. Envueltos en una tapa fucsia con sugerentes anteojos, en este libro se pueden encontrar sus mejores relatos, en una selección realizada por ella misma.
Tiene 257 páginas y cuesta $1.790.
Sus textos pueden consistir en una sola línea o llegar hasta una o dos páginas. Puede haber en ellos una historia condensada, el perfil de un personaje o el esbozo de una situación, pero una consecuencia inevitable es que son relatos que llevan al lector a reflexionar o a imaginar, a completar de alguna manera esa brevedad enigmática y sugerente. A menudo aparece un elemento fantástico que exaspera lo cotidiano y recorta del flujo de la vida una sensación, un momento que se traduce con intensidad. El cuento El cuñado comienza así: “Era tan sigiloso, tan delgado y pequeño, que apenas notaban su presencia. El cuñado. No sabían de quién era cuñado ni de dónde venía ni si llegaría a marcharse”. Los rasgos de este personaje tan intrascendente se llevan al extremo, al absurdo. Este cuñado anónimo que termina barrido, sacudido como el polvo por los habitantes de la casa, tiene algo de Kafka en su perturbadora insignificancia. Y también nos resulta cercano, ¿cómo no pensar en las familia que conocemos y en esos parientes medio desvaídos que no llegan a ocupar un lugar definido?
Algunos microrrelatos presentan paradojas o contradicciones, deslizamientos de un personaje al rol de su contrario, situaciones muy puntuales que parecen recortadas de la vida y narradas en su estructura, despojadas de todo rasgo circunstancial. En Finanzas leemos: “Si yo doy todo lo que tengo y tú das todo lo que tienes, ¿no es eso una especie de igualdad? No, dice él”. En Doble negativa: “En cierto momento de su vida ella se da cuenta de que no es tanto que quiera tener un hijo como que no quiere no tener un hijo o no haber tenido un hijo”. O, en Momento de fastidio conyugal #3: “-(Masculla algo) –No te puedo oír. – ¿Quieres oírme? – No”. Agudeza, humor e ingenio brillan en estas miniaturas de relatos, cincelados hasta lograr la mínima y perfecta expresión, por una escritora cuya grandeza está en lo pequeño.
La abadesa de Crewe de Muriel Spark, La Bestia Equilátera
Ámbito de reclusión y clausura, un convento también es una pequeña sociedad donde las ambiciones políticas juegan su juego con intensidad y disimulo. Acceder a su gobierno es cuestión de astucia, de alianzas y, sobre todo, de vigilancia. Con fina ironía, Muriel Spark (1918- 2006) construye en La abadesa de Crewe, un mundo tenue y peculiar, hecho de murmullos y secretos, ambiciones y sobreentendidos. Alexandra, la abadesa, se nutre de la lectura de Maquiavelo para llegar al poder y se entretiene ideando pérfidos libretos para despistar a sus adversarios. Elegante, inescrupulosa, ha instalado en la abadía una red de micrófonos digna de Scotland Yard. Tres monjas forman parte de su círculo estrecho: dos de ellas, igual de ambiciosas y astutas, la tercera, Winifred, instrumento y víctima de Alexandra, luce “un cerebro donde nunca sale el sol”, y se distingue por su “hermosa estupidez”.
Tiene 160 páginas y presenta la opción de elegir entre tres tapas. Cuesta $750.
Más desenfadada, la rival de la abadesa es una monja joven enamorada de un jesuita, que predica la rebelión y el amor libre, y no vacila en ventilar los delitos que se cometen en el convento cuando se siente agredida. Esto desatará el escándalo. Con un humor desopilante dosificado por su estilo mesurado e intachable, Muriel Spark –que fue agente de contraespionaje- nos encanta con esta comedia inteligente que no deja de despertar asociaciones entre la inquietante abadía y los manejos más turbios de la vida política. Para los fetichistas: el libro viene en tres tapas diferentes, el lector puede elegir la que más lo seduzca.
Baño de damas de Natalia Rozenblum, Tusquets
La originalidad de esta novela reside en su tema, la vejez, y en la mirada cómplice sobre sus personajes en esa etapa de la vida en la que se considera que ya nada se puede desear ni proyectar. No es así en el caso de Ana Inés, la protagonista de 75 años, que pese a los kilos de más en su cuerpo rollizo sigue disfrutando de la natación, el aquagym y la vida social en un club de barrio. La aparición algo inquietante de la hija, que parece estar instalándose en el departamento de Ana Inés contra su voluntad y amenazar su independencia es una de las líneas del relato. Lo que a ella la mueve es el amor por un antiguo amante, también entrado en años, y la secreta aspiración de presentarse como candidata a la presidencia del club, proyecto en el que estará acompañada por su grupo de amigas. En esta, su segunda novela, Natalia Rozenblum consigue desarmar miradas estereotipadas sobre la llamada tercera edad, mientras conmueve y mantiene el interés del lector hasta la última página.
Tiene 192 páginas. Cuesta $600 (papel) o $360 (e-book)
Penélope y las doce criadas de Margaret Atwood, Salamandra
Punzante, irónica, la canadiense Margaret Atwood –autora de El cuento de la criada– se pregunta insistentemente por la condición de las mujeres. En Penélope y las doce criadas, reescribe la Odisea de Homero, desde el punto de vista de la paciente Penélope, ese modelo de esposa que aguardaba a Odiseo mientras pasaban los años, que tejía de día y destejía durante la noche para estirar el plazo que había fijado a los pretendientes, ansiosos de reemplazar en el trono al héroe ausente. La escritora canadiense decidió darle voz a Penélope, es ella la que cuenta su historia desde el reino de los muertos. ¿En qué me convertí?, se pregunta, disconforme con el rol que le asigna la versión oficial. “En una leyenda edificante: un palo con el que pegar a otras mujeres”. Attwood se pregunta también por las doce criadas que rodeaban a la esposa del héroe, a quienes, luego de matar a los candidatos, Ulises cuelga de un mástil con ayuda de su hijo Telémaco. Ellas también tienen voz en esta versión contemporánea, son un coro que recuerda al de la tragedia griega. “¡Culpad a las criadas! ¡Esas pícaras mujerzuelas! ¡Colgadlas, no preguntéis por qué!” En su intento de mantener a raya a los candidatos que pululaban en su palacio, Penélope había enviado a las criadas a espiarlos, aprovechando sus artes de seducción. Ellas, no sólo resultaron violadas por ellos sino que finalmente fueron culpadas de complicidad y asesinadas. “Éramos crías de animal: se nos podía vender, canjear, utilizar, desechar”, canta el coro de criadas. Si el sometimiento de la mujer atañe tanto a las reinas –Penélope- como a las sirvientas, en el caso de las mujeres subalternas es mucho más degradante y cruel. Esto es lo que quiere remarcar Atwood.
Tiene 176 páginas. Cuesta $899 (papel) o $450 (e-book)
En esta reedición de Penélope y las doce criadas -publicada por primera vez hace quince años- logra darle personalidad y sentimientos a la mujer de Odiseo, inteligente pero nunca tan bella como Helena de la que está permanentemente celosa. Y él se manifiesta, en su astucia, como un perspicaz compañero durante el breve tiempo que permanece en casa. Fecundo en ardides, como lo llamaba Homero, encuentra la forma de establecer amistad, despertar pasión y comportarse “como si” le correspondiera en el sentimiento, aunque ella sabe que es un gran simulador. Breve e intensa, esta novela despojada de dioses sabe ver de cerca a esos personajes femeninos en los que Homero no reparaba, allá por el siglo –VIII, tan ocupado como estaba en narrar las aventuras de sus héroes varones.
Contracorriente de María Wernicke, editorial Calibroscopio
El blanco y el negro predominan, a veces algunos tonos pardos, otoñales. Vemos un paisaje de islas rodeadas por un río totalmente blanco. En un botecito rojo un hombre viene remando, es un isleño que “anda de isla en isla leyendo mareas y cielos”. Un lugareño que identifica los sonidos de los pájaros y en cada ladrido reconoce un perro. Rema en busca de trabajo pero recibe una negativa tras otra. Hasta que en una isla le dicen que sí. Con su machete se dedica a desmontar la maleza. Cuando hace una pausa, mate por medio, la mujer que lo contrata le lee un libro: “a él le suena como agua que baja, no sabe de qué río viene esa agua ni a dónde va a desembocar”. En cada encuentro ella le lee y en la noche él sueña con esas palabras, sueños que toman forma de pájaros o de serpientes. Imaginamos que el hombre no sabe leer. Y que la palabra escrita llega a él como una música, como un sueño perdido, quizás como algo pendiente. Al final, el hombre vuelve a la casita de la isla para aprender a leer. Y ese río, que era como una página en blanco, se llena de letras.
Tiene 48 páginas. Cuesta $550.
Como en todo libro–álbum, aquí la historia se cuenta a través de un breve texto que se complementa con las imágenes a doble página. Por momentos, el texto dice muy poco y es necesario mirar en detalle las ilustraciones que esconden curiosas metáforas visuales, como en los momentos en que el hombre sueña. Minimalista y poético, Contracorriente de María Wernicke es una pequeña joya que pueden disfrutar grandes y chicos. Acaba de recibir el premio Banco del Libro 2020 de Venezuela y la autora, que escribe e ilustra a la vez –lo que se conoce como “autora integral”, es candidata al prestigioso premio Astrid Lindgren de Suecia, el Nobel de la literatura infantil. La historia que narra se basa en un caso real, ligado a la tarea de la biblioteca Santa Genoveva, en las islas del delta.
La hora de los hipócritas de Petros Márkaris, Tusquets
Tiene 344 páginas. Cuesta $890 (papel) o $380 (e-book)
Una nueva novela policial con el detective Costas Jaritos como investigador presenta un contrapunto entre la vida cotidiana del veterano policía, que acaba de ser abuelo, y el crimen de un gran empresario hotelero, cuyo auto fue destrozado por una bomba en el estacionamiento de su hotel. Llorado por sus empleados, mecenas de una fundación que entregaba becas a estudiantes sin recursos, Fokidis -el empresario asesinado- parece ser intachable, pero esa imagen empieza a mostrar su cara oscura cuando se descubre que sus empresas tienen sede en un paraíso fiscal. “No puedes ser benefactor y timador al mismo tiempo”, apuntan sus asesinos en mensajes escritos en letra caligráfica, con la firma de un supuesto Ejército Nacional de Idiotas. Cuando a este crimen se le suma un segundo asesinato, el de un funcionario público, el comisario Jaritos encuentra un denominador común, el móvil en ambos casos parece ser la hipocresía. Hasta aquí llegamos, para no spoilear. Parte del gusto que encontramos en las novelas del escritor griego Petros Márkaris es cierto aire de familia, un parentesco entre las calles atestadas de Atenas con las de Buenos Aires, un paralelo entre los trabajadores pauperizados por la crisis a ambos lados del Atlántico y entre las maniobras sospechadas de algunas empresas, mientras la ciudad ve crecer en sus calles los refugios rudimentarios de los sin techo.
Fuente: Clarín