Para el escritor paulistano Ferréz, figura clave del llamado «movimiento de literatura marginal» brasileño, el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro está transformando a Brasil en una versión tropical de la Gran Bretaña descripta por George Orwell en la novela 1984.
«Tenemos gobernantes que manipulan la información, mienten descaradamente para instalar sus ideas conservadoras y controlar a la población más pobre, a la que buscan mantener entretenida con propaganda para que no se rebele. En este contexto que estamos viviendo hoy, para mí escribir y hacer que la gente lea más, adopte un sentido crítico, se ha vuelto una forma de resistencia», resaltó a LA NACION Ferréz, quien será uno de los invitados a la Feria de Editores (FED), que este fin de semana se realizará en Ciudad Cultural Konex, donde mañana protagonizará una charla abierta sobre «periferia y marginalidad».
Nacido en 1975 con el nombre de Reginaldo Ferreira da Silva, Ferréz adoptó su apodo y nombre artístico en las callejuelas del humilde barrio de Capão Redondo, en la zona sur de San Pablo, donde vive hasta la actualidad. Inquieto desde pequeño, empezó a escribir a los siete años, luego de aburrirse de copiar partes de la Biblia; ya para los 12, tenía varios cuentos y poemas propios, mientras devoraba a los autores clásicos (la obra de Máximo Gorki y la novela Demian, de Hermann Hesse son sus favoritos). Desde 1997, publicó diez libros, entre ellos, Capão pecado (2000), Manual práctico del odio (2003), Nadie es inocente en San Pablo (2006), Dios se fue a almorzar (2011) y Los ricos también mueren (2015), que la editorial Corregidor se ha preocupado en llevar a la Argentina. La mayoría de ellos retrata con sumo realismo y crudeza el cotidiano de pobreza y violencia que son tan comunes en las favelas y barrios periféricos de las grandes ciudades brasileñas. Pero desde el nacimiento de su hija, ahora de 12 años, escribió asimismo dos libros infantiles: Amanecer esmeralda y La niña Anna y el globo, que será publicado próximamente, junto a Dactilógrafo del gueto, una compilación de sus poesías y canciones, porque Ferréz también es músico de rap y hip-hop. «Yo tenía una forma de escribir muy influenciada por los libros que leía, pero el rap y el hip-hop fueron esenciales para desarrollar mi propia voz, que es la voz de la periferia. Así, gracias a la música, mi literatura se transformó en más popular. El rap y el hip-hop fueron mi gran escuela, me ayudaron a entender que hay otras formas de lenguaje, otros registros, que funcionan mejor con el público al que yo quería llegar, para conversar mejor con el pueblo».
Para Ferréz, es importante reivindicar la «periferia» y sobre ese tema dará una charla abierta Crédito: Cortesía Ferréz
De cualquier modo, Ferréz está muy metido en su comunidad. En 1999 abrió una empresa de ropa, 1DaSul, que se ha vuelto una marca emblemática de la periferia paulistana; creó su propia editorial, Selo Sul, en la cual publica a autores «marginales» emergentes; fundó la organización no gubernamental Interferência, que le da de comer a más de un centenar de niños de las favelas que existen en Capão Redondo; y recientemente se unió al conocido youtuber Thiago Ferreira, del canal ComixZone, para editar libros de cómics populares.
«La izquierda brasileña se distanció de las comunidades más pobres, se dedicó a hacer política como siempre y ahí vemos cómo terminó el Partido de los Trabajadores (PT), con todos los escándalos de corrupción. La izquierda brasileña fue en gran parte responsable de que un tipo como Bolsonaro llegara al poder. El PT tiene que renovarse, volver a aliarse al pueblo, porque no existe una revolución verdadera sin el involucramiento del pueblo», afirmó el autor.
Para Ferréz, las iglesias evangélicas, que tienen una presencia masiva en las favelas brasileñas, jugaron un papel fundamental en el ascenso de Bolsonaro y participan del diseño de la agenda de valores conservadores del gobierno.
«Un sector de la población es conservador, de derecha, aunque no se reconoce así. Pero hay otra gran parte, mucho mayor, que solo quiere mejorar su vida y como es ignorante, no ha sido educada, cree en lo que le dice esa minoría manipuladora; acaba aceptando como normal un presidente racista, homófobo, fascista. Por eso para mí es importante difundir la literatura, que los pobres aprendan a leer y escribir, a desarrollar un sentido crítico», subrayó enfáticamente.
Ferréz se ríe y rechaza a los críticos que apuntan que su obra hace una apología de la violencia y profundiza los enfrentamientos de clases sociales.
«El que yo escriba y describa esa violencia cotidiana de ninguna forma quiere decir que la acepte o la defienda. Mis libros no buscan generar más violencia, sino debatir sobre ella para resolverla. Yo no escribo libros sobre violencia; escribo libros sobre personas, brasileños que todos los días se enfrentan a la violencia, en las calles, en las favelas, en el trato general. La violencia es tan parte de mis libros como lo son el amor, el sexo; la violencia es la palabra que menos uso. Decir que yo hago apología de la violencia es como decir que Jorge Amado hace apología de la playa porque sus personajes están relacionados con la playa», aclaró.
Aun así, reconoce que por el estigma que pesa sobre él y otros autores «marginales», sus libros han desaparecido de las grandes librerías brasileñas, y solo se venden en tiendas pequeñas, en la calle o directamente por internet.
«Ya no tengo más contacto con las grandes editoriales porque el Brasil actual acabó deslegitimando el tipo de literatura que yo hago -opinó-. A pesar de que mis libros venden bastante, a las editoriales no les interesa darle voz a la población que yo represento. Es curioso porque hoy hay muchos más libros míos en las librerías de la Argentina que en las de Brasil. La Argentina se está convirtiendo en mi segunda casa. Creo que mi literatura gusta allá porque la Argentina es un país que se parece mucho a Brasil en sus precariedades, pero la gente tiene más educación, lee más y adopta una postura más crítica».
Fuente: Alberto Armendáriz, La Nación