El escritor murió hace unas horas en su casa de Sant Just Desvern (Barcelona), como había previsto tras recibir el diagnóstico de cáncer linfático que terminó con su vida. Según los periódicos españoles, pasó los últimos tiempos escribiendo poemas -consigan que durante la enfermedad acuñó unos 60-, meditando sobre su inminente muerte y ordenando papeles con la idea de dejar organizado su legado y su recuerdo.
«Después de nueve sesiones que no me curan el linfoma, la incertidumbre que tienes no es la misma a mi edad que de joven (…) A los ochenta ya sabes que se va acabando. Hay momentos que tienes más ganas de acabar que nada», había asegurado hace unos meses.
La obra de Margarit ha sido ponderada por su lenguaje innovador y por la pluralidad cultural que representa, ya que escribía tanto en su idioma natal -el catalán- como en español. «Trabajo para consolar a gente solitaria, que somos todos. Con eso es con lo que me siento identificado. Y me siendo identificado en dos lenguas», sostuvo el poeta tras recibir el Premio Cervantes de 2019.
El poeta había nacido en 1938, en un hogar integrado por un arquitecto y una profesora pero fue educado por su abuela analfabeta, que le inculcó el amor por la lengua catalana con un fervor que lo acompañaría durante toda su vida, tanto que la adoptó para escribir la totalidad de su obra, que luego él mismo se ocupó de traducir al español.
Desde su debut en 1963 con «Cantos para la coral de un hombre solo», Margarit publicó más de treinta libros de poemas, algunos de gran éxito como «Joana» (2002), «Cálculo de estructuras» (2005) -su estudio de arquitectura fue el encargado de realizar el cálculo de estructura de la Sagrada Familia para continuar la obra de Antoni Gaudí-, «Casa de misericordia» (2007) o «Amar es dónde» (2015). Es autor también de «Para tener casa hay que ganar la guerra», una suerte de autobiografía fragmentaria donde recorre su niñez y su adolescencia.
“En poesía no puedes hallar nada fuera; todo está dentro de uno y ahí hay también mucha porquería: rencor, cosas fatuas… Hay que saber encontrar lo bueno y, en un segundo estadio, transformarlo en palabras”, decía fruto de la fórmula que él mismo se aplicó de niño para enfrentarse al dolor y al infortunio que le deparó haber nacido la madrugada del 11 de mayo de 1938 en Sanaüja (Lleida), a pocos kilómetros de donde se acababa de romper el frente de Aragón, inicio de la derrota final de los republicanos en la Guerra Civil Española.
A lo largo de su vida recibió algunos de los más significativos galardones del rubro literario, como el Nacional de Poesía en 2008 y en 2019 el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes. Este último, cuya entrega se convoca invariablemente el 23 de abril en un acto presidido por los Reyes en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, no pudo celebrarse este año por las restricciones impuestas por la pandemia.
Pese a que la tragedia lo había golpeado varias veces -sufrió la muerte de dos de sus hijas, Joana y Anna- no era un hombre rencoroso o depresivo, aunque parte de ese daño atroz ha dejado huella en muchos de sus poemas.
Como traductor, también se ha encargado de traducir a ambas lenguas la obra de otros poetas como Thomas Hardy, Elizabeth Bishopo o Rainer Maria Rilke.
En 2018, la editorial española Austral lanzó una versión bilingüe de sus obras completas, «Todos los poemas (1975-2015)», de casi mil páginas. Además, cuenta con una antología de su obra en inglés, «Tugs in the Fog».