Noé Jitrik falleció el mismo día en que se anunció el Premio Nobel de Literatura, del cual él era uno de los candidatos que postuló a la Academia Sueca un grupo de escritores y académicos de Argentina y México, su país de origen y el que lo alojó cuando se exilió entre 1974 y 1986.
Su amigo el escritor chaqueño Mempo Giardinelli confirmó la noticia a Télam: «Acaba de morir Noé Jitrik, cofundador del MA y compañero y maestro mío de más de cuatro década, camarada del exilio e irrepetible intelectual argentino».
Nacido en la ciudad de Rivera, del partido bonaerense de Adolfo Alsina, en el límite con La Pampa, el 23 de enero de 1928, Jitrik fue crítico literario, ensayista, poeta y narrador, Jitrik integró la revista Contorno, ejerció la docencia en universidades de Argentina, Francia, Colombia, Estados Unidos, Puerto Rico, Uruguay, Chile y México.
Murió a los 94 años y siguió escribiendo siempre. Su literatura será recordada como ágil, actual y joven. De hecho, el escritor se asombraba de que la edad fuera un «objeto de curiosidad». En una entrevista con Télam dijo: «Escribir a los 30 o 40 años y luego pasando los 90 no tiene demasiada diferencia, salvo que ahora, porque la mano y la cabeza se han ejercitado, todo, cuando ha empezado, fluye más mansamente, antes era Iguazú, ahora el Delta».
En los territorios de la ficción, ha publicado, entre otros: «La fisura mayor», «Llamar antes de entrar», «Citas de un día», «Long Beach», «El río de las terneras atadas», «Terminal» , «Tercera fuente» y este mismo año lanzó «Un circulo», por la editorial Interzona.
Noe Jitrik, un autor prolífico que conectó a la literatura con la política y la realidad social
Al escritor, crítico literario y profesor Noé Jitrik, que murió hoy a los 94 años años en Colombia tras no haberse recuperado del accidente cerebrovascular que sufrió hace un mes en ese país, la pandemia lo sorprendió en un período de gran vitalidad creativa que derivó en la aparición de dos libros, uno publicado el año pasado y el otro hace apenas unas semanas, y al que no asignaba condiciones especiales.
«Me asombra que para algunos la edad sea objeto de curiosidad -decía a Télam-. Si desde hace 60 años preparo el desayuno todos los días, ¿por qué no seguiría escribiendo todos los días desde hace 70?”, se preguntaba.
Entre las coincidencias que shockean, está sin duda el momento de su muerte, concretada el mismísimo día en que se anunció a la francesa Annie Ernaux como ganadora del Nobel de Literatura, al que había sido postulado a principios de año por un grupo de artistas, escritores e intelectuales que, en una carta enviada a la Academia Sueca, destacaron su “escritura original y sorprendente”. Entre los firmantes de la postulación estaban Mempo Giardinelli, Luisa Valenzuela y Roberto Ferro a la que luego se sumaron nombres como la mexicana Elena Poniatowska, el pintor Luis Felipe Noé y la escritora chilena Diamela Eltit.
La carta para la Academia Sueca resume la escritura y actividad literaria del autor bonaerense, casado con la escritora Tununa Mercado, con quien tuvo dos hijos, el físico Oliverio Jitrik y la artista plástica Magdalena Jitrik. La propuesta decía entre otras cosas: “Junto a Borges, Cortázar o Juan Gelman, por no citar sino sólo algunas referencias del país de los argentinos, Noé Jitrik es, un profeta y precursor en la expresión del espíritu hispanoamericano del siglo XX».
«En primer lugar, estoy bien, lejos de Buenos Aires y sin haber sido afectado por el perverso Covid. En segundo lugar, estoy al tanto, salió algo en algunos lugares; en tercer lugar, no soy yo quien tiene que opinar sobre la iniciativa, seguramente quienes la tomaron podrán decir algo», decía con su singular humildad el casi centenario crítico y escritor cuando cuando Télam lo consultó por la postulación al célebre galardón.
Jitrik murió esta mañana en la localidad colombiana de Pereira, adonde había llegado para dictar una serie de conferencias que no llegaron a tener lugar porque en el medio sufrió un accidente cerebrovascular que lo fue languideciendo de a poco. Hoy, después de una agonía irremontable su cuerpo ya no resistió y se fue en la compañía de su mujer y sus dos hijos, que habían viajado especialmente a Colombia para acompañarlo. Con su partida, queda atrás una vigorosa generación de críticos y pensadores que buscaron tender puentes la literatura, la política y la sociedad del siglo XX.
Poco antes de viajar, había avisado que daría entrevistas para acompañar el lanzamiento de su último libro, «El círculo», una novela que escapa a las clasificaciones, con la misma ligereza que lo hizo siempre Jitrik. El texto había sido lanzado por Interzona, el mismo sello que el año pasado le publicó la novela «La vuelta incompleta», un desafío o juego literario con el formato de un policial, donde los mecanismos de escritura quedan a la vista, pero de una forma ornamentada y realmente magistral ligada a la trágica historia de esos vuelos que marcaron a los argentinos en los setenta.
¿Existe algún ritual para dejar de escribir ensayos literarios y empezar a narrar ficción?, le preguntó Télam en una entrevista que tuvo como excusa la presentación de ese libro. Su respuesta llegó sagaz y afable, fiel a su estilo: «Me siento liviano en el ensayo, alegre en el poema y pesado en el relato; pero el sueño que nunca me ha traicionado y siempre me ha traído alguna solución, me depara regalos diferentes, siempre oportunos, una idea, una situación, una frase que, en todos los casos, desata un nudo o me permite empezar o me ayuda a seguir. Eso es escribir para mí».
Trabajó en las universidades de Buenos Aires, y las Nacionales de Córdoba y Autónoma de México.
Jitrik había nacido en la ciudad de Rivera, del partido bonaerense de Adolfo Alsina, en el límite con La Pampa, el 23 de enero de 1928. En sus 94 años de vida siempre se mostró vital y trabajador, como lo recordaban sus compañeros de Contorno, la revista que había integrado junto a otros grandes intelectuales como David Viñas, Ismael Viñas, León Rozitchner, Oscar Masotta y Carlos Correas.
La primera tarea abordada por el escritor y el resto de los colaboradores asiduos de Contorno fue elaborar una profunda revisión crítica del pasado argentino para ofrecer, dentro del ámbito cultural en el que se movían, una solución a la problemática nacional. Dentro de este planteamiento original, durante los dos primeros años de vida de la revista, Noé Jitrik, los hermanos Viñas y sus compañeros de inquietudes políticas e intelectuales se ocuparon casi exclusivamente de asuntos literarios, siguiendo ese programa de reordenamiento de la tradición cultural argentina que aspiraba a establecer una nueva línea de acción dentro del plano intelectual.
En 1966 escribió el guion de la película “Todo sol es amargo”, protagonizada por Lautaro Murúa, Federico Luppi y Héctor Alterio entre otros. A partir de 1973, luego del golpe de estado de Onganía y de los gobiernos de facto de Levingston y Lanusse, se hace cargo de la cátedra de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Al poco tiempo viaja a Francia para trabajar en una universidad gala.
En 1974, Jitrik trabaja en México como profesor y a mediados de ese año fue señalado como enemigo de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), y debe exiliarse junto a su familia en México, ciudad en la que continúa su labor de docente e investigador en El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
En 1987, ya en Argentina, comienza a trabajar como investigador principal en el Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet). En 1990 dirige la revista de análisis discursivo y semiótica «sYc».[cita requerida]
En 1987, inicia su retorno a la Argentina, haciéndose cargo de la misma cátedra; como marca distintiva de su modo de concebir la tarea intelectual, reúne un equipo de profesores para encarar la empresa, proponiendo una íntima vinculación entre la conciencia crítica y una ética de circulación del saber que tiene como objetivo la libre disposición de sus resultados.
Su tarea en el ámbito institucional de la Universidad de Buenos Aires es de una fecundidad extraordinaria y ha contribuido decisivamente al desarrollo de las diferentes carreras de postgrado del área de Letras y como Director del Instituto de Literatura Hispanoamericana ha sido el eje sobre el que un notable grupo de investigadores ha ampliado sus actividades formulando proyectos libres de toda imposición, emanada de las exigencias propias de otros ámbitos académicos o, simplemente, de las efímeras promesas de la moda.
A partir de 1997 comienza a trabajar en un proyecto de historia de la literatura argentina que le propone la editorial Emecé; la dirección de los 12 tomos de la colección «Historia Crítica de la Literatura Argentina», que hace hace posible un vasto campo de reflexión sobre la memoria como una obra en curso, plural y conflictiva.
Desde 1991 es director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.
En los territorios de la ficción, Jitrik ha publicado «La fisura mayor» (relatos, 1967), «Llamar antes de entrar» (relatos, 1972), «Citas de un día» (novela, 1992), «Mares del sur» (novela, 1997), «Long Beach» (novela, 2006), «Destrucción del edificio de la lógica» (novela, 2009), «Cálculo equivocado» (2009), que reúne su poesía escrita entre 1983 y 2008; «Atardeceres» (2012), «Casa Rosada» (2014), «El río de las terneras atadas» (2014),» La nopalera» (2016), «Terminal» (2016) y «Tercera fuente» (InterZona, 2019), además de los mencionados «La vuelta incompleta» y «Un círculo».
Noé Jitrik vive en cada uno de los escritores argentinos(Por Carlos Daniel Aletto)
El recorrido intelectual de Noe Jitrik, fallecido hoy a los 94 años en Colombia, ha dejado una estela imborrable en el horizonte de la cultura y la literatura argentinas, desde libros que ya pasaron a ser clásicos dentro de la Academia, como «Muerte y resurrección del Facundo», hasta la forma de proyectar, organizar y pensar de profesores y escritores no solo de Argentina sino de toda la América hispana.
Para trazar el recorrido del intelectual Noé Jitrik solo basta ver como se mantienen vivas sus ideas entre los alumnos y discípulos que tuvo durante su larga trayectoria. Los escritores Guillermo Saccomanno y Carlos Gamerro y la poetas María Negroni junto a Daniel Freidemberg son parte vital de ese pensamiento e impronta que el crítico argentino dejó como fuerte herencia.
Uno de sus más grandes amigos y discípulos, Saccomanno, funciona como sinécdoque de todo el pensamiento de otros intelectuales que rodearon a Jitrik y siguieron su camino. Jitrik fue el maestro admirado en tiempos de la facultad por el autor del reciente libro «Esperar una ola» y del icónico «Cámara Gesell».
Saccomanno conoció a Noé, como le gusta llamarlo -«no tenemos otro Noé», aclara- en los 70 en una presentación de la revista «Hortensia» en Buenos Aires. En ese momento ya lo admiraba por su libro de poemas «Addio a la mamma, Fiesta en casa y otros poemas», de 1965, una de sus primeras publicaciones, donde está el poema «Café La Paz».
Saccomanno era lector de los ensayos y artículos críticos acerca de la poesía y los poetas incluidos en la revista argentina «Zona de la poesía americana», surgida a partir del camino marcado por los animadores de la emblemática «Contorno» en la década de 1950, una revista que se responsabilizaba de los problemas sociales más perentorios y urgentes. Junto a Jitrik estaban Edgard Bayley, Miguel Brascó, Ramiro de Casasbellas, César Fernández Moreno, Francisco Urondo y Alberto Vanasco.
Por su parte la profesora, ensayista y poeta María Negroni, autora de «Archivo Dickinson» y «Objeto Satie» entre decenas de obras, en este momento de dolor por la pérdida de un amigo y un maestro, menciona dos características que pocas veces se combinan en un intelectual.
«Por un lado su lucidez y su capacidad extraordinaria de lectura y, por otro, su generosidad enorme. Esto lo transformaba en un verdadero maestro», destacó.
«Jitrik ha formado a generaciones de investigadores, críticos y críticas literarias, además de ser un escritor que nunca estuvo lejos del mundo de la creación, al contrario, siempre apoyó a los más jóvenes, ayudó en proyectos, participó con muchísima generosidad (como ya señalé) pero también con toda su vitalidad, su optimismo y, sobre todo, su alegría frente al hecho literario. Lo demás es el dolor por haberlo perdido», se emociona Negroni.
Freidemberg recuerda que lo escuchó decir a Noé Jitrik, en un debate con Juan José Saer y Mario Goloboff durante un coloquio sobre Borges y Calvino en Poitiers: «Si bien existen libros escritos por imperio de una teoría y que nadie lee, la apropiación de elementos críticos por parte de los escritores puede verse, en general, como una ‘operación higiénica’ y un ‘llamado de atención contra el charlatanismo’, dado que hay una responsabilidad con el uso de la lengua que los escritores no siempre asumen, por lo que la crítica podía ayudarlos a tener más cuidado con lo que hacen».
El poeta asegura que a partir de esa idea valoró la poesía y la narrativa de Jitrik, pero fue «su pasión crítica» lo que más lo atrajo, «y el modo de llevarla a cabo, sin concesiones y en base a un vasto acopio de lecturas, pero expresándola de la manera más directa posible, menos atravesada por tecnicismos», explica.
El autor de «Blues del que vuelve solo a casa» y «En la resaca» le «debe mucho» a Jitrik, asegura, «o mejor dicho -se corrije- es mi propia pasión de pensar la literatura la que se lo debe. De su prevención, particularmente, contra aquella literatura que se presenta a sí misma como normal, regular, bien establecida, ignorante de que es una lectura nostálgica pues sólo pretende reconocer lo que ya conoce».
«Por lo general, partía de una experiencia personal de lectura para interrogar qué ocurrió ahí; porqué -por ejemplo- un texto pudo haberlo ‘atrapado’, y a partir de ahí ir poniendo en palabras el modo en que lo real de la lectura lo pone a uno -el lector, el crítico, el escritor- en contradicción con sus expectativas íntimas o sus presupuestos teóricos: sigue siendo ese mi principal modo de leer», sopesa Freidemberg.
Saccomanno agrega que él había leído sus ensayos sobre «Martín Fierro» y luego sus ensayos más «Bachelard» -en referencia al filósofo, poeta y crítico francés al Gaston Bachelard, autor interesado por la historia de la ciencia moderna o contemporánea y al mismo tiempo por la imaginación literaria, como «El fuego de la especie»: «Venía de una nueva respiración, de un lenguaje moderno, a fines de los 60, y el tiempo (y la desgracia del tiempo) nos hicieron amigos», reflexiona.
«En los últimos años su pasión literaria no decrecía, cuando yo sacaba una nota él me escribía y me la comentaba y yo hacía lo mismo con él. Sus comentarios eran clases magistrales de literatura», agrega a modo de ejemplo de la pasión que sentía Jitrik.
«En plena pandemia vino acompañado por su hijo Oliverio a mi departamento para traerme dos libros de ensayos que acababa de publicar -relata Saccomanno-. En plena pandemia que él se haya lanzado a la calle para traerme los libros señala una pasión que vamos a extrañar, porque no abunda. Lo voy a extrañar mucho. Ya lo extrañaba últimamente. Me dolió la internación y bueno, esta noticia me tumba. No sé. ‘Tumba’, que fea palabra».
Gamerro había asumido con felicidad el compromiso de presentar su última novela «Un círculo». «Halagado porque mi admirado y querido Noé, con su enorme trayectoria a cuestas, me invitara a ser uno de los presentadores de su más reciente novela. Contento, sobre todo, con la oportunidad de volver a verlo, en persona, después de tan largas separaciones como las que vivimos todos», confiesa. Y rescata que «Un círculo», precisamente, «trata en buena medida de esa reciente experiencia, de tales separaciones».
El autor de «Facundo o Martín Fierro» y novelas como «La jaula de los onas» y «Las islas» asegura que para él, que creció como lector con los textos de «Contorno», y con varios de los libros de Jitrik, «en conjunción (no en coincidencia) con el retorno de la democracia, saberme leído, y apreciado, y eventualmente querido por alguien que, como él, encarnaba mi idea de lo que es un crítico, un intelectual, un gran lector, fue una enorme satisfacción».
«Todos los que crecimos artística e intelectualmente nutridos por su luz, abrigados por su calidez, lo despedimos, pero no nos separamos de él, porque lo llevamos dentro», concluye Gamerro. Como dice Saccomanno: «Todos los que leemos y escribimos, le debemos algo a Noé».