El Gaucho Martín Fierro, el poema épico que José Hernández publicó como un “folleto en versos” en 1872, cumplió 150 años. Su retrato del gaucho ha galopado por las llanuras del tiempo hasta hoy a través de decenas y decenas de reediciones, traducciones y textos referenciales.
Del formato bolsillo a las encuadernaciones de lujo, con observaciones, material documental, notas al pie e ilustraciones, el texto conserva su lugar en las librerías y tuvo este año su homenaje en la Feria del Libro con un curso coordinado por la escritora María Rosa Lojo. “Esta gran obra, que despertó polémicas y canonizaciones, identificaciones y rechazos, nos sigue interpelando siempre”, apuntó la escritora.
¿Qué lugar ocupa hoy el poema nacional, en qué condiciones fue escrito, cuáles son sus reediciones canónicas, a qué idiomas se tradujo o qué artistas visuales han recreado su canto son algunos de los interrogantes que intelectuales y expertos revisitan en el marco de su aniversario?
“Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado en algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo”, escribió Hernández a su amigo José Zoilo Miguens en 1872 al presentar su obra.
El poeta (1834-1886), también periodista, diputado, senador y uno de los artífices de la fundación de la ciudad de La Plata, escribió el texto mientras se encontraba en una situación de encierro clandestino en el Gran Hotel Argentino, donde se alojó al regresar de su exilio en Brasil tras la batalla de Ñaembé. “Allí residió casi secretamente en la habitación número 7 del primer piso, donde escribió casi la totalidad de El Gaucho Martín Fierro”, precisa el editor Francisco Montesanto, director de Ediciones Margus e impulsor de la mayor muestra dedicada a Hernández y a su obra en la Biblioteca Nacional.
El catálogo de aquella exposición recuerda que el 28 de noviembre de 1872, el diario La República anunciaba la próxima aparición del Martín Fierro, salido de la imprenta La Pampa, “impreso en forma muy precaria, con papel de muy baja calidad, caracteres tipográficos muy dañados y plagado de errores”. Esa primera impresión del poema tenía 80 páginas, sin contar su tapa y contratapa de color azulado, y un prólogo del autor con una carta dedicada a su amigo Zoilo Miguens.
Hernández realizó luego correcciones de su puño y letra, y la publicación resultó un éxito. En el prólogo de La vuelta de Martín Fierro, el autor dice en 1879 que la primera parte de su obra –que sería bautizada como La ida– se reeditó once veces en solo seis años, un total de 48.000 ejemplares.
“La Vuelta aparece siete años después, con 60 páginas, más tapa y contratapas verdes. Se imprimen 20.000 volúmenes en cinco ediciones de 4.000, de la imprenta de Pablo Coni y en una edición más cuidada en comparación con el humilde folleto de El Gaucho. Impresa a dos columnas, va acompañada de diez litografías de Carlos Clérice, el primer ilustrador del Martín Fierro”, detalla Montesanto.
La publicación del poema se anunció en 1872, aunque su distribución comenzaría al año siguiente. En los años posteriores comenzaron a circular sus ediciones príncipes.
Ediciones canónicas, eruditas, populares e ilustradas
Ángel Núñez, editor académico de la obra completa de Hernández, hace un repaso de las ediciones canónicas y eruditas que se han publicado del Martín Fierro. Se trata de publicaciones para estudiosos y expertos con enorme cantidad de material anotado y adjunto. Entre ellas figuran las de Eleuterio Tiscornia (1925, 1952), Carlos Alberto Leumann (1945, muy difundida en reediciones de editorial Estrada), Joaquín Gil – Ramón Villasuso (1968), Élida Lois-Ángel Núñez (2005, Archivos de la Literatura Latinoamericana) y Eugenio Gómez de Mier- Ángel Núñez (2014, 2016, Editorial Docencia, en dos tomos).
Entre las versiones de circulación popular, “destacan las de Santiago Lugones, (1926, mencionada por Borges, con breves notas imprescindibles para la lectura del poema), breves notas de Eleuterio Tiscornia (en varias ediciones de amplia difusión de Losada), Leumann (cubrió tanto el aspecto académico como el de la amplia difusión), Ángel José Battistessa (1958, Peuser) y Francisco Petrecca, (2010, Emecé), que recoge con brevedad todo el material erudito producido hasta ese año”, detalla Núñez.
“Para editar un ejemplar del Martín Fierro pueden existir varias razones, como tener un conocimiento de la obra y del autor o el propósito de crear una edición ejemplar”, señala Francisco Montesanto, director de Ediciones Margus y creador de una exquisita edición bilingüe premiada en 1997 como el mejor libro impreso y editado en el país por la Cámara Argentina de Publicaciones. El volumen se nutre de una investigación de años y del rescate de diversos documentos -algunos desconocidos- con testimonios que iban desde el ensayo a la biografía y la perspectiva histórica, escritos, entre otros, por Fermín Chávez, precursor en las investigaciones acerca de la vida y obra del poeta. De tapa dura y con una cuidada presentación, el libro incorpora las 36 acuarelas que el pintor y caricaturista italiano Mario Zavattaro realizó para los calendarios de Alpargatas en los años 30. Esta edición bilingüe, que puede adquirirse en reconocidas librerías del país, incorporó una traducción insignia, el primero texto del Martín Fierro vertido al inglés, de Walter Owen. El libro incluye comentarios al pie de página, vocabulario y glosario en inglés. Ediciones Margus publicará pronto una nueva edición especial del poema nacional junto con la editorial española Poniente de Madrid.
Otra versión destacada del Martín Fierro reúne los versos de Hernández junto a una selección editorial de icónicas estampas campestres de Florencio Molina Campos, que comulgan con el texto aunque el artista nunca ilustró el poema. “Se juntan el talento de dos titanes con capacidad de síntesis para pintar, uno escribiendo y el otro dibujando, dos realidades de un país que todavía lucha por lograr su identidad. Los amables personajes de Molina Campos pueden ayudar a que duelan menos las trágicas desventuras de este personaje tan reconocido de don José Hernández”, expresa Luis Landrisina en el prólogo del libro, publicado en 2012 por Molina Campos Ediciones. Declarado de interés cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación, el volumen incluye en un segundo prólogo palabras de Horacio González.
Editorial Larivière sorprendió en 2011 con una edición ilustrada por artistas españoles en una suerte de diálogo entre los imaginarios de Hernández y Miguel de Cervantes en base a referencias topográficas intuidas en el poema nacional, que algunos estudiosos vinculan con el entorno de la localidad de Azul, ciudad cervantina de la Argentina. Con una mirada original, que tiende puentes transoceánicos, los 13 cantos son reinterpretados visualmente por artistas españoles de distintos estilos, como Jorge González, Javier Olivares y Eva Vázquez.
Una visita actual a las librerías permite encontrarse, a su vez, con otras tantas ediciones. Guitarras, puñales, caballos, boleadoras y múltiples representaciones de la cultura gauchesca invitan desde las tapas a la lectura del clásico.
Con prólogo de Carlos Gamerro y notas introductorias de la experta académica Alejandra Laera, Pengüin Clásicos lanzó en 2018 una edición con tapa del artista gráfico Max Rompo cuya apuesta gráfica evitó “repetir el imaginario gaucho al que estamos acostumbrados y que parezcan conflictos pasados o de museo”, señala el artista. En la imagen, “una multitud de facones criollos deja ver el rostro de un hombre cuando los elementos dejan de verse como unidades”. Rompo reflexiona: “Si de algo va nuestra literatura clásica es de violencia. Todas esas páginas están regadas de sangre. Y, a la vez, hay un ejercicio permanente de la metáfora, de analogías, comparaciones y figuras retóricas que mezclan crimen y poesía”.
La apuesta de Planeta que sigue saliendo de imprenta es su edición de Planeta Lector. En las librerías también se encuentran ediciones de Del Fondo Editorial (2019), Ediciones Lea (Bilingüe bilingual, 2017), Bruguera (2016), Guadal (2015), Az Editora (2015), Eudeba (2015), Cántaro Editores (2015), Proyecto Larsen (2012), Editorial Beeme (2009), Colihue (2009), Agebe (2004), Juventud Editorial (1999) y, entre otras, Atlántida (1999).
En más de 30 idiomas
Algunos expertos han mencionado las dificultades a la hora de traducir un texto de tal magnitud de referencias hacia lo local como la obra de Hernández. Sin embargo, el poema puede leerse en más de 30 idiomas, en inglés, árabe, italiano, bengalí, portugués y, entre otras, polaco. Varias de las traducciones fueron realizadas a través del programa Sur de la Cancillería.
Un caso a destacar es la traducción del poema al quechua, tarea en la que el violinista santiagueño Sixto Palavecino invirtió ocho años de trabajo y publicada en 1990 por Marcos Veloso Ediciones. Más tarde, el músico perfeccionó su obra con una versión bilingüe en 2007, respetando la rima y la métrica originales. Aquí los memorables versos del comienzo del texto de Hernández en la lengua andina: “Kaypi cántaq churakuni, vigüelapa compasninpi, kay qari desvelaqninpi, cha llakiynin ancha atunta, sapallan pajaru inata, consolákoq cantayninpi (Aquí me pongo a cantar/al compás de la vigüela/que el hombre que lo desvela/una pena estraordinaria/como la ave solitaria/con el cantar se consuela).
La vigencia del poema, referencias y reelaboraciones
Francisco Montesanto considera que hoy el Martín Fierro “está olvidado por la cultura nacional” y menciona que “han desaparecido los hernandistas y los jóvenes lo leen poco”. Tras ello, quien realiza ediciones especiales del Martín Fierro desde 1984 y asiste a conferencias invitado por distintas ciudades, advierte de la necesidad de recuperar su divulgación.
Nathalie Goldwaser Yankelevich, investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional de Avellaneda, se refiere a la vigencia del texto: “Este poema largo es una ilustración de un estado social, político, ético y económico desmoronado y desmoronándose. El arte literario, gauchesco en la escritura de Hernández, denuncia el hambre, las vejaciones, la laceración de una humanidad que aún perduran. Es por eso que el Martín Fierro es de una extrema intemporalidad: traspasa todos los tiempos. Entre la caza que hace el alcalde de gauchos e indios y el sufrimiento que causa la lucha de todos contra todos, hay figuras paradigmáticas que encarna la mujer en sus diferentes condiciones: la china, la hembra, la esposa, la madre, la cautiva. Esta última aparece en la obra bajo toda clase de vejaciones. Ante una cultura desmembrada, invita a pensar que lo que se refleja es un sistema social corroído por dentro y es desde allí que se puede entender la verdadera batalla de Martín Fierro y de muchos de sus personajes: salvarse de una caída inevitable más que por ascender desde su postración hacia niveles mejores de vida”.
La escritora e investigadora María Rosa Lojo cuenta que le gusta leer a Hernández en diálogo con dos de sus contemporáneos: Lucio Victorio y Eduarda Mansilla, “que hicieron hablar a los gauchos en la crónica o en la novela, destinadas a un público letrado pero que anticipan a Hernández en su comprensión profunda, al tiempo que hacen entrar de otra manera a personajes deshumanizados en el poema, como los indios, o se aventuran en el otro lado de la épica viril, desde la mirada protagónica de las mujeres”.
Ángel Núñez, editor académico de la obra completa del autor considera que el Martín Fierro “es un poema que la mayoría de los argentinos de todas las edades y épocas han considerado un símbolo propio, un ejemplo de lucha y tenacidad, un representante de lo más auténtico del pueblo. Es nuestro canto nacional”. El editor apunta que “aquel modesto folleto en papel ordinario que se vendía a 10 pesos y que tuvo mucho éxito entre la gente del pueblo, los gauchos de entonces, que se sintieron identificados con ese hombre rebelde que peleaba contra la adversidad, tardó en ser comprendido por la gente culta, porque era literatura gauchesca, ordinaria y popular. El Martín Fierro narra las vidas de cuatro personajes (Fierro y sus dos hijos, Cruz y su hijo), pero es esencialmente un poema, un canto que nos trae otros mensajes, porque Fierro ‘desde el vientre de su madre, vino a este mundo a cantar’, a decirnos otras cosas”, opina.
La catedrática de Literatura Argentina del siglo XIX en la UBA e investigadora del CONICET Alejandra Laera plantea interrogantes que exploran el potencial contemporáneo del poema de Hernández. “¿Cuáles son los espacios actuales de experimentación de un texto que inventó una forma original para la literatura argentina? ¿Cómo actualizar sus versos atendiendo a los nuevos sectores populares, que en la segunda mitad del XIX se concentraban en la figura del gaucho? ¿Qué ocurre si seguimos los hilos femeninos del poema en vez de las voces y los cuerpos masculinos? Se trata de una invitación a repensar, a través de ciertas reelaboraciones literarias del siglo XXI, los vínculos entre el Martín Fierro y las narrativas contemporáneas, así como a revisar cultural y políticamente nuestro presente, y reimaginarnos”. Laera menciona en este sentido las reelaboraciones, contraescrituras literarias y reescrituras experimentales del texto de los siglos XX y XXI, como las obras El Martín Fierro ordenado alfabéticamente, de Pablo Katchadjan, o Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara, con su visión de género.
En 2015, el escritor Carlos Gamerro publicó Facundo o Martín Fierro(Sudamericana), volumen en el que reflexiona sobre la identidad nacional a partir de los textos canónicos que la definieron, desde Esteban Echeverría y Lucio V. Mansilla hasta Julio Cortázar, Roberto Arlt, Manuel Puig, Juan José Saer y Rodolfo Fogwill. “¿Qué habría pasado si en vez de elegir el Martín Fierro de José Hernández como nuestro libro nacional hubiésemos elegido el Facundo de Sarmiento? ¿Habría tomado otro curso la historia? ¿Seríamos una sociedad distinta?”, se pregunta el autor. En diálogo con LA NACION, Gamerro remarca que se trata de un texto nacional “no solo en lo que tiene de ejemplar sino también en todo lo que revela, los crímenes que nos constituyeron como nación y las formas de inclusión e injusticia que e siguen perpetuando y que, de alguna manera, una lectura acrítica del Martín Fierro, ayuda a perpetuar”. En relación a ello, el autor de Las Islas se detiene en el tratamiento discriminatorio del “indio” en el Martín Fierro. “El texto presenta una imagen absolutamente negativa del indígena, cosa sabida”, apunta y cita algunos versos: Su pobreza causa horror/no sabe el indio bruto/ que la tierra no da frutos/ si no la riega el sudor/ y son por Cristo bendito/ los más desahuciados del mundo/, esos indios vagabundos/ con repunancia me acuerdo/ viven lo mismo que el cerdo/ en esos toldos imundos. “De alguna manera celebra el genocidio, sobre todo en La Vuelta, coincide con el inicio de la campaña del desierto. Se suele poner a Hernández y a Sarmiento como la mirada de civilización y la defensa de la barbarie o del gaucho, pero en lo que se refiere al indio, la postura es la misma, ambos recomiendan el exterminio. La primera respuesta que surge ante esto es que era la ideología de época, pero no es verdad que todos pensaban así, porque si uno va a Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio Mansilla, anterior al Martín Fierro y es indudable su influencia, y ahí la mirada es otra, de respeto, y hay zonas de transición, los indígenas mismos tienen estancias y tolderías, tanto o más ordenadas que las de los gauchos, hablan con castellano correcto, mientras que los del Martín Fierro hablan en gerundio”. La pregunta es, para el escritor, “sin hacer ningún tipo de censura, pero dado que es un libro que se supone que está en la base de nuestra de nuestra identidad y se enseña en las escuelas, ¿alguien se pone a pensar qué sienten los miembros de los pueblos originarios cuando leen esto?”.
En la conmemoración de los 150 años del texto, Edhasa publicó recientemente Martín Fierro siglo XXI, una reversión distópica de la mano de Simón y Marcelo Birmajer. En el relato, en una Argentina parecida a la actual, han sido prohibidos los caballos y la literatura gauchesca. Martín, un joven que junto a su madre y su hermano regenta un pequeño hotel en el Once, lee a escondidas esos textos prohibidos, hasta que un día aparece Fierro “en una realidad lúgubre que es rescatada por el poder de la ficción, por su capacidad para soñar un futuro mejor”.
Fuente: Cecilia Martínez, La Nación