La visita de Jorge Luis Borges a El Hogar Obrero de General San Martín, en el conurbano bonaerense, para festejar su cumpleaños 85, es un episodio casi desconocido de la vida del escritor. Podría suscitar cierta extrañeza: ¿qué hacía Borges en una en una institución fundada por Juan B. Justo y de orientación socialista? ¿En una cooperativa popular, nacida para construir viviendas familiares y, para los años ’80, conocida sobre todo por su red de supermercados?
¿Cómo llegó Borges allí? Todo empezó con un impulso de José Rosín, militante socialista que dirigía el instituto educativo de El Hogar Obrero y admiraba al escritor desde sus lecturas de adolescencia.
Rosín había organizado un espectáculo literario-musical para celebrar la obra del escritor en su aniversario. Y se le ocurrió invitarlo: “Era lunes de mañana, estando solo en la oficina, tomo el teléfono y lo llamo a Borges y, y Borges que me atiende. Le comunico el festejo que le programamos; le extiendo –tembloroso– la invitación, y el comienzo de la realización del sueño: Borges se compromete a participar”, evocará años después, en un texto que llamó Crónica de un cumpleaños soñado.
Borges y José Rosín.
Para Rosín, que lo había invitado sin demasiadas expectativas, era el cumplimiento de un “un sueño de niño”. El organizador prometió que no habría prensa ni cámaras: el clima que buscaban era el de una celebración entre amigos.
Cuando era joven, yo trataba, como todos los jóvenes de ser desdichado, de ser trágico, de ser interesante. Me he resignado a ser Borges.
Jorge Luis Borges
Bien dispuesto
La disposición del escritor para participar del evento no resulta, en realidad, tan sorprendente: fuera de algunas excepciones puntuales, Borges iba adonde lo llamaran.
Predicaba por igual entre fieles e infieles. Dialogaba con presidentes, reyes y consejeros, con periodistas del New York Times o de Paris Review, pero también con adolescentes fascinados que iban a verlo a la Biblioteca Nacional o grupos de boy scouts que le pedían una entrevista para su periódico.
Se lo podía escuchar tanto en el Aula Magna de una universidad europea, como en el colegio secundario de un pueblo de la provincia, en un anfiteatro japonés… y hasta en la sede de una cooperativa del conurbano.
Borges festeja su cumpleaños 85 en El Hogar Obrero. Foto gentileza Marta Rosín
Por aquellos años –era 1984– Borges transitaba además un momento de reconfiguración de su imagen pública, especialmente en relación con algunas de sus posiciones políticas. Si en 1976 había saludado el golpe de Estado y apoyado públicamente a la dictadura, hacia 1980 comenzó a revisar esas posiciones.
Tras el retorno de la democracia, realizó una autocrítica por el apoyo que había brindado a la Junta. Celebró el triunfo de Raúl Alfonsín, sobre el cual afirmó que desmentía su escepticismo por el sistema democrático, y efectuó varias declaraciones públicas en las que proclamó su apoyo al nuevo gobierno y su condena de los crímenes de la dictadura.
Un hombre puede dar lo que no tiene. Yo, quizás, les haya dado, sabiduría, de la que ciertamente carezco.
Jorge Luis Borges
La velada, organizada bajo el título Borges y el Buenos Aires de ayer, proponía una recuperación de la zona más criolla y arrabalera de la obra poética del autor. Se recitaron, con el acompañamiento de la guitarra, algunos poemas de sus primeros libros, como Las calles, de Fervor de Buenos Aires, o Fundación mítica de Buenos Aires, de Cuaderno San Martín.
Pero la mayor parte del repertorio de esa noche provino de Para las seis cuerdas, su libro de milongas de 1965, del que esa noche se escucharon, entre otras, Milonga de Don Nicanor Paredes, Milonga de Jacinto Chiclana, ¿Dónde se habrán ido?? y Milonga de Albornoz. Se recitó también un poema de Evaristo Carriego –El guapo – y otros dedicados al autor por algunos de los asistentes.
Estatua del escritor argentino Jorge Luis Borges. Foto EFE/ Tono Gil
Tras escuchar el homenaje, Borges recibió varios regalos, que incluyeron una talla en madera de Francisco Real y un plato con apliques de cuero que representaba a la Lujanera (ambos personajes del cuento Hombre de la esquina rosada). Luego de agradecer emocionado, el escritor dialogó con los organizadores y respondió preguntas del público. Y hasta le cantaron el feliz cumpleaños.
Al finalizar el evento, el escritor dijo que había sido una de las noches más felices de su vida. Así se lo escucha en la grabación: verdaderamente conmovido y feliz. Hay un clima generalizado de alegría y emoción.
Hernández tenía un fin político, que no importa ahora, y creó a Martín Fierro, una suerte de asesino, sentimental, pero en el cual creemos.
Jorge Luis Borges
Qué se dijo
Como modo de convocar algo de la emoción de aquella noche, compartimos a continuación algunos fragmentos de ese diálogo inédito y casi secreto.
–Le preguntamos a Borges qué reflexión cabe hoy en otro aniversario suyo.
–Cumplir 85 años tiene que ser, parecería ser algo melancólico, algo… depresivo. Sin embargo, no es así. Ahora no sé si me siento feliz, pero suelo sentirme sereno. Y, cuando era joven, yo trataba, como todos los jóvenes de ser desdichado, de ser trágico, de ser interesante, yo quería ser el príncipe Hamlet o un personaje de novela rosa, Poe o Baudelaire. Y ahora no. Me he resignado, curiosamente, a ser Borges.
Quiero agregar que esta noche ocurre algo muy extraño. Algo que hace mucho tiempo, hace mucho tiempo que no siento. Me siento justificado. Pienso que mis años, mis muchos años, mis demasiados años no han sido inútiles, me encuentro aquí, rodeado de amigos entrañables y desconocidos.
Me siento justificado por la amistad de ustedes. Es curioso, un hombre puede dar lo que no tiene. Yo, quizás, les haya dado, sabiduría, de la que ciertamente carezco. Yo jamás pensé que iba a llegar a este aniversario de demasiados años y que iba a sentirme feliz. Pero esta noche, gracias a la presencia de ustedes, me siento feliz. Feliz, atónito y muy agradecido.
La libertad es algo tan precioso que debemos permitirle todo, incluso el abuso de la libertad.
Jorge Luis Borges
–Antes de proponer unas preguntas del público, yo recuerdo que cuando tuvo la amabilidad de recibirnos en su casa, lo primero que nos dijo fue “Ah, son de San Martín, el partido de José Hernández”. ¿Nos puede decir algo sobre este escritor, sobre su obra?
–Sí. Hernández se propuso, digamos, protestar contra la leva, contra lo que se llamaría la Conquista del Desierto y (…) tenía un propósito meramente político. Pero el propósito de los autores no importa. Tomemos otro caso ilustre, el de Cervantes. Cervantes se propuso burlarse de novelas de caballería que le gustaban tanto, por lo demás, y ahora, si recordamos esas novelas es por el Quijote que se escribió contra ellas.
Y Hernández tenía un fin político, que no importa ahora, y creó un hombre de este mundo que es inmortal, creó a Martín Fierro, un personaje no demasiado querible, una suerte de asesino, sentimental, pero en el cual creemos. Pensamos en el pasado y todo ese pasado, en toda esa historia, quizá, haya un solo hecho cierto y fue, no lo que ocurrió sino lo que soñó José Hernández: el destino del desertor Martín Fierro que se pasó a los indios durante la Conquista del Desierto.
Todo eso es real, es real en nuestra memoria, en nuestra imaginación. Y a la larga, eso sucede con todas las cosas. ¿Qué es la historia, sino lo que soñamos, qué es el pasado, sino lo que soñamos del pasado? Yo diría que el pasado es la materia más plástica que hay. Se ha dicho que el pasado es inalterable, pero no es así. Cada vez que recordamos algo lo recordamos de un modo un poco distinto.
16-08-19 – Buenos Aires – Especial Web – Jorge Luis Borges – Carlos Calvo 4319 – Biblioteca Municipal Miguel Cané – Espacio Borges. Foto: Luciano Thieberger. buenos aires jorge luis borges especial clarin.com web escritor escritores literatura escritor escritores especial clarin web
–A nosotros nos llama mucho la atención y nos conmueve ese sentimiento profundo de Buenos Aires que se advierte, sobre todo en sus primeros libros, porque sabemos que usted estuvo mucho tiempo, pasó su adolescencia en Europa…
–Precisamente, el hecho de haber pasado mi adolescencia en Ginebra, ciudad que quiero tanto, creó en mí la nostalgia de Buenos Aires. Si yo me hubiera quedado en Buenos Aires, no habría escrito esos libros. En cambio, cuando vivíamos en Ginebra, durante la Primera Guerra Mundial, teníamos algunos libros: el Fausto de Estanislao del Campo, la obra de Ascasubi, el Martín Fierro, el Facundo, Amalia de Mármol, el Lunario sentimental de Lugones también y algunos otros. (…).
Pues bien, yo leí y releí esos libros, además de estar estudiando el latín, de estar enseñándome el alemán y todos ellos encendieron en mí la nostalgia de Buenos Aires. Cuando volví, creo que hacía un año, no sé mis fechas son vagas, 1922, fue como si descubriera la patria, la patria había estado siempre en mis sueños y en mi nostalgia. Y, por eso escribí esos libros…
–Jorge Luis Borges va a contestar hasta la pregunta número siete, empezando desde ahora.
–No, mejor ocho. Ocho es de buen augurio.
Tenemos el deber de ser felices no por nosotros, no para nosotros, sino para las personas que queremos.
Jorge Luis Borges
–¡Ocho preguntas! Un regalo más…
–Ocho que es una cifra de buen augurio. En Japón me dijeron eso. El cuatro, pésimo. Ocho, excelente. Es una cifra de buen augurio, no sé por qué.
–Bueno, señor Borges, mi pregunta es la siguiente, este homenaje que se le ha hecho hoy ha consistido fundamentalmente en composiciones suyas que se refieren a temas de orilleros. Ahora, ¿qué reflexión le merece esto, teniendo en cuenta que esas composiciones suyas o ese lado de su creación, fue el que más le criticaron en su casa?
–Bueno, quizá en mi casa tenían razón, eh. A mí no me gusta mucho lo que yo escribo, pero los temas sí me gustan. Ahora mi ejecución es deficiente, bueno, muchas gracias (…).
Jorge Luis Borges, en la Biblioteca Municipal Miguel Cané. Foto Luciano Thieberger
–Yo le pregunto al maestro Borges, ya que la sala está muy plagada, por decir así, de jóvenes…
–No, ¿plagada por qué? ¡Protesto! Yo como un joven de 85 años protesto…
–¡Pero plagada por estar al lado suyo! ¿Qué les diría a los jóvenes que están en este momento acá?
–Les diría que es muy importante adquirir el hábito de lectura que está perdiéndose ahora por tantas razones (el periodismo, la radio, la televisión). Creo que adquirir el amor de la lectura, adquirir el hábito de los libros, adquirir ese hábito de buscar felicidad en los libros…
Cuando yo pienso en mi vida pasada, que tantas cosas que me parecieron terribles la he olvidado. Y siempre recuerdo los libros que tenemos en casa. Recuerdo los grabados, los mapas. A veces el contenido se esfuma y queda el título del libro, el color de la encuadernación. Pero yo sé que la lectura puede darnos felicidades, emociones, cada día. Mi padre me dijo que nunca leyera un libro movido por el sentimiento del deber. Que si un libro no emocionaba la lectura era inútil.
Y días pasados releyendo un autor que yo quiero mucho, Michel de Montaigne, releyendo sus ensayos leí que cuando él encontraba un pasaje difícil de un libro lo omitía, lo salteaba y seguía leyendo, porque pensaba que la lectura es una felicidad y por qué negarnos a esa felicidad, esa felicidad que es tan fácil.
Y luego después viene esa otra felicidad que es la de escribir. En mi caso, yo no recuerdo una época en que yo no supiera leer y que yo no tratara de escribir. Esto quiere decir, ya que mi padre que era profesor de psicología me enseñó que la memoria llega hasta los cuatro años, eso quiere decir que entre los tres y cuatro años yo he aprendido a leer y escribir.
Así que si me hubieran dicho que eran cualidades innatas yo lo hubiera creído. Y luego vuelvo a repetir eso, que es muy importante el hábito de la lectura y, eventualmente, la escritura, pero eso es menos importante. Muchas gracias.
–Quiero pedirle al maestro alguna reflexión sobre la música y algún consejo de su pensamiento para nosotros los músicos.
–Desgraciadamente, soy un sordo musical. Es raro, yo tengo oído para las palabras, para las palabras en muchos idiomas. Pero, en cuanto a música me gusta, bueno, la música popular, digamos, la milonga, los blues, los spirituals. Para esa música sencilla tengo oído. Más allá veo todo eso como un paraíso perdido para mí. Ojalá yo pudiera hablar de música. Pero no soy digno, solo me queda esta modesta música de las palabras.
–¿Qué opina usted sobre el actual destape, o mal llamado destape, en esta democracia que estamos orgullosos de vivir en esta República Argentina?
–Ese destape es inevitable, pero ya se calmará. Pero la libertad es lo principal, es lo esencial. Claro que al principio se abunda, bueno, en obscenidades, malas palabras, etcétera, pero eso pasará, estoy seguro. Además la libertad es algo tan precioso que debemos permitirle todo, incluso el abuso de la libertad.
Jorge Luis Borges, en Roma, en 1981. Foto ©Marcello Mencarini/Leemage
–Creo haberle oído alguna vez que usted dijo que el mayor error que había cometido en su vida era no haber sido feliz. ¿Por qué dijo eso?
–Mire, yo escribí ese soneto a la semana de la muerte de mi madre. Y yo pensé, yo sentí, como todos, cuando alguien ha muerto que nada me hubiera costado ser más bueno con ella. Yo seguía un tratamiento para la vista. Mi madre me preguntaba si lograba ver un poco mejor. Nada me hubiera costado mentir, decirle que sí que veía mejor. Pero yo tercamente, pedantescamente le decía que no, que seguía no viendo o solo viendo esa neblina luminosa que me rodea. Y cuando ella murió yo pensé que tenemos el deber de ser felices no por nosotros, no para nosotros, sino para las personas que queremos, y escribí ese soneto.
–Maestro Borges, a lo largo de la noche hemos tenido una visión de cómo usted vio, valga la redundancia, el Buenos Aires del ayer. Yo quisiera hacerle una preguntita chiquita pero pienso que es un poco difícil de contestar. Por lo menos para mí, ¿cómo ve el Buenos Aires de hoy y qué piensa, qué perspectivas tiene?
–Creo que el porvenir depende de nosotros. Creo que si cada uno de nosotros es un hombre ético podemos salvar a la patria. Espero, será una lenta resurrección. No podemos esperar un milagro de la noche a la mañana. Una lenta convalecencia, digamos, que yo no alcanzaré, pero ustedes los jóvenes, sí.
–Quiero decirle en nombre de este Instituto de Educación Cooperativa del Hogar Obrero, que no tenemos palabras para agradecerle su presencia. Es un regalo para todos. No es la palabra suya que leemos cada día, sino que es la palabra suya que hoy pudimos escuchar. Es la palabra viva, la palabra de ese Borges que hace tantos años que nos acompaña y que quisiéramos que nos acompañara muchos años más. Y nos va a seguir acompañando. Yo sé que los hijos de mis hijos leerán a Borges. Porque, ésta es la ventaja que tenemos nosotros: estamos conviviendo con un inmortal.
Fuente: Clarín