Las hipótesis y los motivos que llevaron a 2250 personas de todas partes del mundo a cumplir día a día con la meta de escritura pueden ser infinitas. Las horas en casa impuestas por el aislamiento social preventivo, la presión psicológica del encierro, el ensimismamiento de los cuerpos, las rutinas familiares alteradas o la angustia que genera la falta de certezas ante la pandemia de coronavirus. O, por el contrario, una puerta para escapar al monotema. O la posibilidad recobrar el espíritu lúdico y grupal de la escritura.
“Siento que vivo la vida para contarla en el Mundial de Escritura”, arriesgó la periodista Paula Bonnet en un Twitt cuando promediaba el campeonato.
“El mundial me reencontró con la escritura y me ayudó a pensar mejor la cuarentena, por fuera de la visión de noticiero. Pasé de ver alguna serie sin demasiado interés a dedicarle a la escritura una o dos horas a la noche, cuando todos dormían y había terminado de trabajar”, cuenta el publicista Juan Marenco.
Por estas horas, el escritor y editor Nicolás Guglielmetti discute con otros integrantes de “Puercoespín” cómo elegir el texto que los represente. “Aprendí a ver cómo rindo bajo presión y sin tiempo para editar. Estoy acostumbrado a trabajar con otros tiempos y esto me hizo adoptar otra mecánica”. El editor Lucas Oliveira no pudo resistirse a lo material: “Hice un libro en formato papel con todos los textos de mi equipo, en 15×21, tapa dura, cosido y todo”, confesó por twitter.
El Mundial también movilizó a su creador. “Me ayudó a salir de la zona de confort de mis talleres, donde los códigos y los gustos ya están más consensuado”, cuenta Llach, consciente de que con este proyecto aumentó en escala y en ambición los clásicos “Championats” que desde años organiza para sus alumnos. “A veces, leer un original se vuelve mecánico, como toda tarea que uno repite. Creo dominar el arte de acompañar el parto de un texto. Hacerlo con lenguas hispanoamericanas, personas fuera de mis referencias, me ayudó a sacudirme», dijo a Télam.
Fiel al espíritu de época que llama a compartir instancias sociales pese a las restricciones al acercamiento físico, se organizaron dos transmisiones en vivo -la primera por Zoom y la segunda por Instagram- y los contrincantes pudieron verse las caras, leer y escuchar textos con la cadencia de distintas latitudes y compartir rutinas de escritura. Se destacaron historias de extremos: desparpajo y frescura de varios adolescentes de entre 14 y 19 años o la constancia de un jugador de 89 años que a diario le pasaba los caracteres por whatsapp a su hija para que los subiera a los documentos compartidos.
Lucía Galarza tiene 19 años, estudia Artes y Letras y además trabaja en una pizzería. “Me gusta escribir cuentos y aproveché para experimentar con cosas que nunca hacía como usar la tercera persona porque soy más de la primera”, cuenta y advierte que cuando abandonó la exigencia de escribir algo excelente, logró soltarse y pudo acumular textos que planea trabajar y editar.
Finalizada la primera etapa de escritura voraz, cada equipo se tomará una semana para editar el texto que los represente.
Las dimensión del proyecto (287 equipos con participantes que subían textos desde Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil pero también desde Costa Rica, Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Reino Unido, Holanda, Alemania, Polonia, entre otros países) hizo que Llach armara un equipo de 30 personas para sostener la organización y administración del certamen.
Como productora ejecutiva, Catalina Lascano coordinó a Nicolás Arévalo, Luna Neuman, León Llach Mariasch y Manuela Martínez, que respondieron dudas, resolvieron problemas técnicos y ayudaron a garantizar la transparencia para que no se perdiera el espíritu competitivo.
A ellos, se sumará en los próximos días un jurado que leerá los textos elegidos por cada equipo y seleccionará diez. Es un colectivo ecléctico y con peso propio. Participarán los editores Mercedes Güiraldes (Emecé), Raquel San Martín (Siglo XXI) y Gustavo López (gloria de la edición de poesía), los escritores, editores y periodistas Mariano Blatt, Matías Bauso, Patricio Zunini, Angeles Salvador, José Santamarina, Adriana Riva, Olivia Gallo y Gonzalo Gossweiler, la académica Karina Galperin, las periodistas Natalí Schejtman y Dalia Ber, los gestores culturales Santiago Valentino y Julia Szejnblum y María Inés Martínez Asla, María Arozamena, Patricio Vega, Matías Camacho, Valeria Groisman y Juan Pablo Luccioni.
Cuando termine la preselección, la editorial Tenemos las Máquinas publicará una antología (en papel e ebook) con los mejores textos. “El libro del Mundial no es solo el registro de un experimento colectivo literario y una de las iniciativas más creativas para la época, sino también creo que puede funcionar como un semillero de autorxs. La selección va a estar a cargo de editores y escritores de mucho prestigio y no dudo de su criterio, sea cual sea el que elijan. Un buen texto es fácil de reconocer, se publicarán los mejores”, confía Julieta Mortati, escritora, fundadora del sello y jugadora del Mundial.
Convocados por Llach por ser referentes de la literatura contemporánea, Leila Guerriero, Alejandro Zambra y Luis Chaves darán el veredicto: elegirán al texto y al equipo finalista, que recibirán una suscripción por tres meses al club del libro Pez Banana y el reconocimiento de los otros competidores. Junto a su equipo de colaboradores, Llach contempla los resultados del experimento masivo: “El Mundial me distrajo. ¿La literatura es evasión o compromiso? No lo sé”, reflexiona.