El escritor presenta “Lo mucho que te amé”, en la que una joven está enamorada, a la vez, de su marido y de su cuñado, en la Argentina de los años ’50 y ’60.
Desde esta semana, el escritor Eduardo Sacheri está presente en las mesas de novedades de las librerías por partida doble. Por un lado, su novela La noche de la Usina, que recibió en 2016 el Premio Alfaguara, figura entre los libros más vendidos, gracias al impulso que le dio la película La odisea de los giles, basada en esa obra y seleccionada para aspirar a un Premio Oscar a Mejor Película Extranjera. Vale recordar rápidamente que el último Oscar que ganó una película argentina fue en 2010 por El secreto de sus ojos, sobre una obra de este autor, feliz con la nominación. Por el otro, acaba de publicar Lo mucho que te amé, una historia de amor, contada en primera persona por una joven mujer y que transcurre en los ’50 y ’60. El libro, a poco de salir a la venta, ya figura entre los más pedidos en las librerías.
El contexto histórico no es inocente en la medida en que los mandatos sociales de la época condicionan los comportamientos de los personajes. Y Ofelia, la protagonista en cuestión, la tercera de las cuatro hermanas Fernández Mollé, se encuentra en una encrucijada: está enamorada de su novio y futuro marido, a la vez que experimenta fuertes sentimientos por su cuñado, el pretendiente de Delfina, su hermana menor. ¿Puede una mujer amar a dos hombres al mismo tiempo? La cosa se complica cuando Ofelia descubre –para alegría y confusión– que es correspondida.
La familia Fernández Mollé vive en Palermo, cerca de Gorriti y Bonpland, donde vivía Nelly, la abuela de Sacheri. “Siempre necesito en mis libros algún tipo de anclaje familiar. Muchas de mis historias transcurren en el Gran Buenos Aires, de donde soy yo (de Castelar), pero al venir a Capital, el barrio que conocí es Palermo”, dice el autor de 51 años, que luego del éxito de 2010 no dejó de dar clases de Historia en un secundario de Ramos Mejía
Muchos de los libros de Eduardo Sacheri fueron adaptados a la pantalla grande. / Luciano Thieberger
–¿Fue difícil tomar la voz de un personaje femenino?
–Sí. Creo que uno siempre cuando escribe se metamorfosea en sus narradores. Me costó y me llevó tiempo, en el sentido de que tenía escrito el 60 por ciento del libro en tercera persona hasta que me animé a probar en primera. Me pasa que cuando empiezo a escribir, conozco a mis personajes menos que con el paso de los meses. Lo que no me animé de entrada, me animé después cuando la conocí más a Ofelia.
–La noche de la usina transcurre durante la crisis de 2001 y hasta es el disparador de la historia. En este caso, hay referencias al peronismo de los ’50, a Frondizi, a Illia. Como profesor de Historia, ¿te ayuda el contexto histórico a crear el relato?
–A diferencia de La noche… en que los sucesos históricos influyen directamente en la acción, acá me parece que son un telón de fondo para lo que les pasa mientras van viviendo. Me interesaba el contexto de una generación de chicas sin tanta exposición pública, pero en un momento de la emancipación femenina. No es casual que las dos hermanas más chicas estudien y las dos más grandes, no. Tiene que ver con esta clase media ascendente, que busca progresar intelectual y profesionalmente y en ese progreso, creo, hay un costado femenino.
–Pero hasta cierto punto.
–Sí. En general, me suelen interesar las historias de las personas comunes, no de las excepciones y no creo que estas chicas sean excepciones. Justamente me interesó situarlas en su contexto de cambio, pero ellas no están en los márgenes de esos cambios. Están en el centro de eso que se vive. Además, me parece que los años del 55 al 66 son poco explorados en la literatura y en el cine: hay mucho que se sitúa en el peronismo, hasta el 55, mucho que se sitúa en los 70, y muy poco en esos años, en los que pasan un montón de cosas. Me parece que es una época fecunda para visitar en la ficción.
Acá ya lo tengo en papel! En un par de días , en las librerías ! pic.twitter.com/GoYlQkJ6uK
— Eduardo Sacheri (@eduardosacheri) 25 de septiembre de 2019
–Se dan muchas discusiones familiares entre un personaje peronista y los antiperonistas, ¿la grieta existe desde hace décadas?
–No sé. Esta grieta de ahora es esta grieta. No me gusta demasiado comparar momentos históricos distintos. Es verdad que la mayoría de los personajes son antiperonistas, aunque el golpe del ’55 abre diferencias entre ellos, porque uno apoya a Frondizi y otros a Balbín. Y algunos son más antiperonistas y otros dirán “no podemos prohibirlos para siempre”. En general, hay una fuerte indagación de la literatura desde el punto de vista del peronismo, pero hay poco desde el antiperonismo, de qué valores, sensibilidades, pensamientos mueven a los antiperonistas de esa época. En esa familia no son peronistas y sin embargo, en términos de grieta o no grieta, igual se quieren con el peronista. Se matan, pero con espíritu deportivo.
–¿Y te parece que la discusión política, como la futbolística, es el deporte nacional en la mesa familiar?
–Claro, pero de una manera deportiva, me refiero a “discutimos hasta acá” y queda ahí. Me crié en una casa donde se hablaba mucho de política, como en la novela: discutimos, hablamos, nos apasionamos y cuando termina, se terminó, no nos quedamos odiando después. No hay pelea definitiva. Extraño un poco ese espíritu deportivo.
–¿Por qué? ¿Se perdió?
–Creo que sí. No sé si porque hemos perdido el espíritu deportivo o porque a lo mejor estamos realmente discutiendo cosas irreconciliables.
–¿La discusión política como la deportiva es parte de la idiosincrasia argentina?
–A lo mejor, al menos en las clases medias en las que me he movido, sí. Yo me crié en una casa en la que se hablaba mucho de política, mi viejo era militante radical, y se hablaba con mucha libertad y se incluía a los chicos en la charla. Lo valoro.
Sacheri toma la voz de una joven mujer en los años 50 y 60 de la Argentina. / Luciano Thieberger
–Volviendo a la historia de amor, ¿se puede amar a dos personas?
–No sé. El libro es una serie de preguntas. Creo que una de las grandes barreras morales que conservamos es la de la exclusividad. Hoy estamos más reconciliados con la diversidad que en la época de Ofelia. Pero me parece que en el vínculo conyugal seguimos anhelando la exclusividad, y, ojo, que no digo monogamia. Cosa que no nos pasa en otros vínculos afectivos, como la paternidad, en la que tenés uno, dos, tres, hijos y los amás a todos. Sin embargo en ese terreno seguimos, la mayoría, requiriendo la exclusividad.
–En este momento de feminismo y sororidad tan presentes, lo que incomoda es la situación de Ofelia en relación con Delfina: se enamora de la pareja de su hermana.
–Todo desafío moral es eso: hasta dónde lo aceptás. Que fuera en el seno de la familia sí lo busqué como para que todo cruja y que el dilema moral de Ofelia sea absoluto, con su marido, con su cuñado, con su hermana, con su familia. Pero no sé si está bien o mal lo que hace Ofelia.
–A vos que te gustan las metáforas futboleras, ¿no es una “icardeada” de Ofelia a Delfina?
–Me gusta escuchar tu dilema, porque otras van por otro lado, el del marido o de los hijos. Para mí, como todo dilema moral, haga lo que haga pierde y ésa es la tragedia de vivir. Creo que la forma de que empatices con Ofelia es que te genere incomodidad. De hecho, necesito que el lector sienta incomodidad.
Sacheri Básico
Castelar, 1967. Licenciado en Historia por la Universidad de Luján, se hizo conocido en los 90 por sus cuentos futbolísticos difundidos por radio. Su novela La pregunta de sus ojos (2005) fue llevada al cine por Juan José Campanella y obtuvo el Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2010. Papeles en el viento (2011) también fue llevado al cine y Aráoz y la verdad (2008), al teatro. Actualmente, da clases de Historia en un secundario de Ramos Mejía y participa del programa de radio Perros de la calle. En 2016, ganó el Premio Alfaguara por La noche de la Usina, adaptada a la pantalla grande como La odisea de los giles y elegida para competir en los próximos Premios Oscar.
Fuente: Clarín