Una frase célebre de Jorge Luis Borges dice que en literatura solo puede haber borradores y que “el concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio”. En el curso de una investigación que le insumió diez años, el estudioso estadounidense Daniel Balderston pudo comprobar una y otra vez hasta qué punto esa definición, expuesta en el ensayo Las versiones homéricas del libro Discusión, se correspondió con la práctica. Borges compuso su obra a través de manuscritos –no sabía escribir a máquina– y las primeras versiones de sus textos son ahora atesoradas en bibliotecas de Estados Unidos y Europa y en colecciones particulares.
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“Borges sentía una gran incertidumbre ante sus proyectos literarios. No llegaba a la página con una idea clara sobre lo que iba a hacer sino que desplegaba muchísimas posibilidades y hacía selecciones en borradores que todavía no eran las versiones definitivas”, dice Balderston, director del Borges Center de la Universidad de Pittsburgh y de visita en el país para dictar una serie de conferencias en torno a los manuscritos.
En un dibujo, Borges hace una hidra a la que le pone las cabezas de Perón, Eva Duarte, Rosas, Hitler, Marx, Mussolini
Estos textos de Borges escritos a mano son imprescindibles “para entender su proceso creativo”: exponen su “atención obsesiva a fuentes y alternativas” y la continua reescritura de los textos, “con frecuencia en forma secreta”, desinteresada de la publicación. Los cuadernos escolares y de contabilidad en que escribió sus cuentos y ensayos más importantes –marca Avon, Lanceros o Caravela- revelan otra imagen del escritor: un autor inseguro que no da por cerrados sus escritos y descubre, en la incerteza, una clave de la literatura.
Contra el nacionalismo
En las anotaciones y dibujos que agrega en los márgenes, los originales permiten leer además el modo en que Borges “dialoga con las circunstancias políticas cambiantes” y en particular con el primer gobierno peronista. En el borrador de su texto Destino escandinavo, la literatura islandesa medieval se convierte así en un instrumento de reflexión contra el auge del nacionalismo y el concepto mismo de nación.
El dictador hidra. Borges y las cabezas de Perón, Marx, Rosas, Eva Duarte, Hitler, Mussolini y el falangista José Antonio Primo de Rivera.
Balderston comenzó a leer a Borges cuando estudiaba en la Universidad de California, en Berkeley. En 1978 llegó por primera vez a Buenos Aires con una beca para una tesis de doctorado sobre la relación de Borges con la obra de Robert Louis Stevenson, que derivó en su libro El precursor velado. Su investigación sobre los manuscritos de Borges quedó plasmada en el libro How Borges wrote (2018; será publicado este año en Argentina con el título El método Borges) y en las ediciones de Poemas y prosas breves (2018), Ensayos (2019) y Cuentos (2020), una colección facsimilar de manuscritos borgeanos, con estudios críticos y transcripciones tipográficas de los originales realizadas por la diseñadora gráfica María Celeste Martín.“Borges se burló de la idea de coleccionar manuscritos cuando Manuel Mujica Láinez hizo una donación a la Biblioteca Nacional“
“Borges seguía corrigiendo sus textos después de publicarlos, a veces para nuevas ediciones y a veces para sí mismo, como una especie de manía solitaria. Y continuó con ese proceso después de la ceguera, a pesar de no tener un secretario fijo”, dice Balderston, quien pone como ejemplos las correcciones al libro Inquisiciones, “donde hizo centenares de cambios y que no reeditó en vida”. También habla de la reescritura igualmente inédita del cuento La lotería en Babilonia descubierta por los investigadores Laura Rosato y Germán Álvarez en un ejemplar de la revista Sur, “con un título diferente, El babilónico azar, el dibujo impresionante de un monstruo y también muchos cambios”.
La letra de Borges sigue una caligrafía de proporciones diminutas y líneas apretadas en la que María Celeste Martín distingue dos variantes: una “letra de insecto” que corre vertical sobre el renglón y otra más inclinada y más rápida, al modo de una cursiva. Los manuscritos ofrecen también dibujos –que Borges no hacía públicos, plantea Balderston, para no competir con su hermana Norah-, fragmentos poéticos y referencias a sucesos de actualidad. Un borrador del ensayo Nuestro pobre individualismo de 1946 incluye el dibujo de una hidra a la que Borges le pone las cabezas de Perón, Eva Duarte, Rosas, Hitler, Marx, Mussolini y, aparentemente, el falangista José Antonio Primo de Rivera.
“Fueron años de trabajo detectivesco”, rememora Balderston, quien expondrá en la Universidad Católica Argentina sobre un manuscrito del relato Abenjacán el bojarí, muerto en su laberinto preservado por Miguel de Torre Borges, sobrino de Borges. Como parte de la investigación recurrió al multispectral imaging, un soporte técnico que permite descifrar las tachaduras de los originales y se reveló de importancia porque “muchas veces lo tachado es lo que aparecerá en el segundo borrador o en la versión publicada”.
Los manuscritos son de difícil acceso ya que se encuentran en colecciones de difícil acceso –en Argentina no hay ninguna en instituciones públicas- “o a la venta por precios altísimos”. Pero su dispersión parece haber sido una decisión del autor. “Borges se burló de la idea de coleccionar manuscritos cuando Manuel Mujica Láinez hizo una donación a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno –cuenta Balderston– y en vida se encargó de regalar sus propios manuscritos o dejar copias en las redacciones donde publicó primeras versiones de sus textos. También le regaló manuscritos el abogado que lo ayudó en la separación de su esposa Elsa Astete Millán, en 1970”.
Letras y dibujos de Borges. Son parte de los estudios de Balderston.
Borges incluía fichas bibliográficas en los manuscritos de sus ensayos y a partir de 1948 comenzó a trasladar ese procedimiento a la escritura de sus cuentos. “Pero el tipo de trabajo que hizo en el ensayo sobre Gustave Flaubert, de 1952, pocas veces se da en su obra”, destaca Balderston. El borrador, correspondiente a un curso dictado en el Colegio Libre de Estudios Superiores, fue publicado en una edición crítica en que Balderston y otra investigadora académica, Mariana Di Ció, identificaron fuentes y referencias “que resultaron ser de una abundancia extraordinaria”.
“He conocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre”, escribió Borges en La lotería en Babilonia, un cuento del libro Ficciones. La frase puede decir más de lo que parece: “Dejaba indicios por todos lados. Quería que sus obras fueran susceptibles de nuevas lecturas”, dice Balderston.
Fuente: Clarín