Su interés por el espiritismo a partir de la muerte de un hijo, la aversión contra su exitoso personaje a quien mató en el pico de popularidad, las cartas que le enviaban los fanáticos de sus historias para pedirle que el detective resolviera problemas de la vida real: los costados más oscuros y menos conocidos del escritor británico se pueden descubrir a través de los libros de su colección personal, que se exhiben por primera vez al público en la Biblioteca Nacional.
Curada por Damián Vives, coordinador del Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de la BN, la muestra Los libros de sir Arthur Conan Doyle presenta unas cincuenta piezas bibliográficas que pertenecen al coleccionista Bill Zachs y llegaron a la biblioteca por una gestión del exdirector Alberto Manguel. Otras integran el patrimonio de la institución.
Entre los ejemplares nunca exhibidos hay algunos con anotaciones de Doyle, otros dedicados, otros que lo inspiraron. Hay también primeras ediciones, ensayos sobre su obra, adaptaciones y parodias. Entre los autores que influyeron sus creaciones literarias, Doyle reconoce a Edgar Allan Poe: «Para divertirme, tramé una historia y doté a mi detective de un procedimiento científico e hice que lo averiguara todo a partir de razonamientos. Básicamente, Edgar Allan Poe había hecho lo mismo con C. Aguste Dupin, pero Holmes se diferenciaba en que, gracias a su formación científica, disponía de un inmenso fondo de conocimientos al que recurrir. Me refiero a que le basta mirar las manos de alguien para saber su oficio», explicó el autor en su momento.
La cita está destacada en una de las paredes de la sala que reproduce el cuarto de Holmes en Baker Street, célebre calle de Londres donde vivía el personaje. Allí hay un escritorio de madera con pilas de libros, un velador encendido, una botella de whisky por la mitad. «Holmes, que detestaba cualquier estilo de vida social con todo su espíritu bohemio, se quedó en sus habitaciones de Baker Street, debajo de sus viejos libros e intercambiando una semana de cocaína con otra de ambición, entre los ensueños de la droga y la brutal energía de su apasionado temperamento», describe el doctor John H. Watson, compañero de aventuras de Holmes y narrador de los relatos, en «Un escándalo en Bohemia».
En la misma vitrina dedicada a las influencias literarias hay un libro anterior a la saga de Sherlock Holmes sobre el que Doyle nunca se refirió, pero los estudiosos de su obra sospechan que es un antecedente directo del detective atormentado: Maximilien Heller, de Henry Cauvain, protagonizada por el detective del mismo nombre, fue publicada en 1871. Estudio en escarlata, primera aparición de Holmes, se editó en 1887. «Aunque para algunos, el personaje de Doyle es un plagio del de Cauvain, no hay pruebas para demostrarlo. Solo se sabe que Doyle pasó unas vacaciones en Francia en el año en que salió Maximilien Heller y es muy probable que la haya leído porque le interesaban las novelas de intrigas y misterios», dijo a LA NACION el curador de la muestra.
Un hallazgo de la curaduría es exponer en la sala dedicada a Holmes una publicación de la Policía de Buenos Aires, que se conserva en la Hemeroteca de la BN, llamada Sherlock Holmes. La revista, con textos de ficción y viñetas de humor gráfico, se editó entre 1911 y 1913 e incluyó en algunos números relatos apócrifos protagonizados por Holmes. Otro tesoro es una publicidad de la época de los cigarrillos Vuelta Abajo: el afiche está ilustrado con la escena de un crimen. Se ve un cuerpo en el piso rodeado de sangre, un policía y un detective con piloto largo y gorra que está fumando. Hay una frase que dice: «Desde que Sherlock Holmes llegó a Buenos Aires, dejó de fumar en pipa; ahora solo fuma cigarrillos».
La otra sala de la exhibición, a la que se llega por un pasillo ambientado como la calle londinense con la vidriera de una librería donde se exhiben libros para chicos basados en Sherlock Holmes, está dedicada a otro personaje de Doyle: el profesor Challenger. Es el protagonista de novelas científicas como The Last World ( El mundo perdido), «considerada como una de las mejores novelas de aventuras de todos los tiempos, con varias adaptaciones al cine y la televisión», según explica Vives. Llama la atención en ese espacio un enorme dinosaurio porque, como asegura el curador, ese libro de Doyle es el germen de la saga Jurassic Park, de Michael Crichton.
Un cuarto oscuro está reservado al costado místico del autor y sus vínculos con el espiritismo. Allí hay imágenes del mago Harry Houdini, gran amigo de Doyle, que emprendió una cruzada contra la parapsicología porque se sintió estafado por un médium presentado por Doyle para que se comunicara con su madre muerta. En la sala hay escritos de Houdini contra el espiritismo y de Doyle, a favor.
A modo de juego, hay también dos cuadros que sorprenden a quien los mire de cerca. Los visitantes deberán descubrir el enigma de los retratos que se mueven. Un caso al estilo de Sherlock Holmes.
Para agendar
Biblioteca Nacional. Salas Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares (Agüero 2502). Lunes a viernes, de 9 a 21; sábados y domingos, de 12 a 19. Gratis.