Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero estuvieron cuatro años escondidos detrás del seudónimo Carmen Mola. Divertidos y profundos, entre ellos circula el respeto y la admiración. En 2021 ganaron el Premio Planeta con La Bestia y cambiaron el anonimato por viajes por el mundo, entrevistas y algunas cosas más. Los autores que se animaron a la creación literaria colectiva escribieron también La novela gitana, La red púrpura, La nena y Las madres. Este viernes, a las 18.30, presentan su nuevo libro, El infierno, en la librería Verne (Ramírez de Velazco 1427) en una charla con Nicolás Artusi.
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-¿Cómo definen El infierno: es una combinación de diferentes géneros?
Agustín Martínez: –El infierno es consecuencia de haber escrito La Bestia. Nos gustó mucho meternos en el thriller histórico y descubrir el siglo XIX español, donde había un montón de conflictos super interesantes. Por un lado, nos apetecía escribir una historia de amor, un folletín, algo que no estábamos haciendo en las otras novelas. En cada novela intentamos hacer algo nuevo. Luego, se dio que cerca de donde nos reunimos para trabajar, el Ayuntamiento de Madrid pone plaquitas conmemorando determinadas cosas y hay una que dice “aquí estuvo el teatro Variedades de Madrid sede de los bufos madrileños”. Nos encontramos con que en 1866 Madrid era una ciudad muy distinta a la que nosotros habíamos retratado en La Bestia, que era muy oscura, no había ni aceras. En los años ‘60, era una ciudad que tenía teatros, cafés, un ambiente nocturno. Esos elementos, la historia de amor, ese teatro en el que aparece el personaje de Leonor, es lo que va conectando y detonando la historia.
-Partieron de la historia de amor entre Leonor y Mauro, ella más cercana al egoísmo y él, al idealismo. ¿Cómo mutaron los personajes?
Jorge Díaz: –Queríamos escribir una historia de amor folletinesca decimonónica. Después, queríamos pasar esto por la trituradora de Carmen Mola. O sea, seguir la estructura de la historia clásica pero que los obstáculos de ese amor sean de Carmen Mola. Necesitábamos al idealista y pusimos un estudiante de medicina. Es un personaje que vive completamente para los demás. Ella es una actriz frívola, le da igual todo lo social, en lo único que piensa es en divertirse. El recorrido es como el de cualquier personaje en una novela: aprender y hacer un arco, que ella se convierta en más altruista, cuando descubre lo que le pasa a los esclavos y que él empiece a hacerse más egoísta. El hace el proceso inverso. Lo que tenemos que encontrar es el momento adecuado para que los dos coincidan un tiempo largo. El infierno es una historia de amor, a nuestra manera.
-¿Por qué eligieron La Habana del siglo XIX y la esclavitud?
Antonio Mercero: –El infierno es un folletín decimonónico, una historia de amor que pone sobre la mesa el hecho desconocido de que España ha sido una potencia esclavista en el siglo XIX. En el momento en que, al investigar la época, vemos que la esclavitud en la península ibérica estaba abolida desde 1821 pero no en las provincias, por ejemplo en Cuba, abrimos los ojos y dijimos ‘esto lo vamos a visibilizar’. Vamos a hacer un recorrido por esa ciudad esplendorosa, la provincia española más glamorosa del momento donde había más riqueza, palacios espectaculares, y una vida que crecía al calor de la producción del azúcar en los ingenios donde funcionaba la esclavitud. No solo había esclavos africanos o chinos, también había españoles que iban engañados bajo la figura del colono asalariado con el sueño de riquezas, y terminaban trabajando en los barracones de los ingenios con el mismo horario que los esclavos.
-¿Qué similitudes encuentran entre La Bestia y El infierno? Tienen mucha fuerza sus protagonistas femeninas.
J.D.: –Nos gusta en todas las novelas tener personajes femeninos muy fuertes, que sean motores de la historia. Eso es una convicción desde el primer día que nos pusimos a escribir. Queremos dar a la mujer su sitio y después resultó que elegimos un seudónimo de mujer. Con La Bestia nos iniciamos en el thriller histórico. Al irnos a treinta años después, hacemos como una adaptación no solo literaria, donde estaba la novela costumbrista, sino que hemos metido un folletín; donde estaba la novela de terror, hemos metido una novela gótica también por divertirnos, por hacer algo distinto en cada novela. Y son maldades distintas; la de La Bestia es una maldad dirigida a un fin. Queremos curar una enfermedad, aunque de una manera absurda. Aquí es el demonio. Son distintos modos de maldad, pero sigue siendo la maldad.
-La amistad entre Leonor y La Gallarda es algo puro entre tanto sentimiento más macabro, más pesado. ¿Cómo lo pensaron?
-Antonio: es una relación de amistad. Han sido compañeras de penalidades en Madrid, buscándose la vida como bailarinas o actrices porque ambas quieren ser actrices. Lo bonito de esta amistad es que Pili la Gallarda lo consigue, es una actriz de talento y triunfa en La Habana y esto no se traduce en celos profesionales de Leonor. Ella disfruta del éxito de su amiga. Eso está marcando un poquito de evolución en el personaje de Leonor, era una mujer muy frívola y muy egoísta y está empezando a mirar más allá. Está siendo sacudida por un montón de acontecimientos y de experiencias personales, pero ella se alegra sinceramente. Es un momento de belleza, de paz y de remanso en la vida. Porque si todo fuera desastre, pierde eficacia la violencia. El poder consolador de la ficción de darte paz, de darte refugio, es otro de los subtemas de las claves de esta novela.
-¿Cómo se les ocurrió poner al teatro y al arte como disciplinas tan especiales?
Agustín: -Los tres somos firmes creyentes del poder sanador de la ficción. Lo que me parece bonito es cómo esa ficción que parece solo escapista al final termina influyendo mucho en la realidad. Termina siendo la clave de la resolución de esta novela, consiguiendo que la ficción sea la que revele la verdad. Ese juego de espejo entre realidad y ficción está todo el rato muy presente.
-¿Cuáles son las virtudes de cada uno como escritor?
Antonio: -De Jorge me gusta que tenga muy buena cabeza para estructurar, para poner orden en el caos porque en nuestras reuniones hay algunos momentos en los que se desmadra todo y tiene que haber una cabeza que resuma, que traiga las cosas a la tierra. Agustín es muy bueno tramando porque es muy transgresor. Es más provocador.
Jorge: -Agustín es muy muy imaginativo y Antonio escribe muy bien, un poco cursi pero escribe bien.
Agustín: -Creo que una de las cosas más chulas de este proceso son estas reuniones y disfrutar del talento ajeno. Es algo que te ayuda a crecer mucho. Jorge sabe muy bien cómo guiar la historia, en el momento de las dudas Antonio es super útil, nos dice: “Vamos por aquí”. Cualquiera cuando está montando una trama tiene dudas y él lo ve muy rápido y muy claro. En esta mezcla es donde surge Carmen Mola.
-¿Qué personaje les resultó más complejo de crear?
Agustín: -Me gusta mucho el personaje del demonio. Es un personaje que se va retratando a lo largo de la historia y se va construyendo, luego al final sabes quién es. Es la construcción de un psicópata.
Antonio: -Me gusta mencionar a Emiliano, el esclavo negro, porque me parece que en esta novela que habla del poder y de los sometidos, Emiliano encarna a un sometido rabioso todavía. No ha sido del todo abducido por el poder o pisoteado al punto de perder el deseo de rebeldía. Sintoniza muy bien con Mauro, que es un revolucionario. El siente rabia, está enamorado. Este amor le sirve de energía y de motor para querer salir de ese infierno y hace todo lo que está en su mano para conseguirlo. Me gusta ese personaje, un esclavo africano que no sea un esclavo vencido. El débil debe seguir peleando contra el fuerte todo el rato.
Jorge: -Me divierte Pardiñas, el autor teatral cascarrabias, porque es como nosotros: cascarrabias.
Fuente: María Luján Francos, La Nación