«Manifiesto contra el amor» (Planeta), de Carla Castelo
Manifiesto
No lo soportaremos más y vamos a defendernos. No nos vencerán esta vez. Nos ataremos al poste como Ulises para no escuchar el canto de las sirenas del amor romántico. No vamos a caer en la trampa. No vamos a caer en la tentación. Diremos basta y alzaremos las manos por un amor genuino. Un amor sin sufrimiento.
No queremos ser suyas. Somos nuestras. No queremos sus canciones de amor. No de ese amor que nos insulta. No de ese amor que nos venera. No queremos sus flores ni sus poesías. Nos atan como cuerdas al cuello. No queremos ser presas de sus galanterías. Cuánto mal han hecho en nombre de los escasos privilegios que nos dispensan…
¿Creían que estaríamos calladas el resto de la eternidad? ¿Que aceptaríamos el goce neurótico como nuestro destino final? ¿Que nos someteríamos de por vida para sacrificarnos por ustedes? ¿Que tanto nos gustaba ser la sombra que alimenta al hombre potente? ¿Su fuente de luz? ¿El lugar donde sanar las derrotas?
Pero ¿qué hay de nuestros sueños, de nuestros sacrifivios? ¿De la ansiedad de éxito de la mujer encerrada en esa sombra? ¿Qué hay de los deseos de Agatha Christie, que inventaba sus mejores policiales fregando los platos? ¿Qué hay de esas mujeres que lucharon antes? ¿Qué hay entonces de nuestras necesidades, de nuestros anhelos?
Somos primeramente seres humanos. Deseamos los mismos beneficios y obligaciones que tienen los hombres. No queremos estar bajo su tutela. Ni queremos ser sus geishas. Ni deseamos complacerlos. No tenemos tiempo ni ganas de ser solo su fuente de energía ni la luz que los hace brillar. Queremos una energía que vaya y venga. Queremos reciprocidad. Queremos las mismas condiciones. Y sobre todas las cosas, queremos y debemos decidir sobre nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos no existen para darles placer. Nuestros cuerpos no son ni su costilla ni su complemento. Nuestros cuerpos, como los suyos, necesitan obtener un goce.
Nos negamos rotundamente a los hombres que solo se fijan en sí mismos. Los repudiamos.
No deseamos ser sus damas de compañía, no queremos ser sus madres ni sus hijas
Queremos ser sujetos. Somos sujetos de deseo. Queremos coger, acabar, soñar, hacer, proyectar, opinar. Queremos que nuestras posturas sean tan importantes como las suyas. Y que sea un hecho que se dé por sentado, que se reconozca y no sea discutible.
Necesitamos salir a la calle y no tener miedo de que nos violen.
Los necesitamos.
Pero no avanzarán un paso si no pueden replantearse la forma del amor.
Porque nos organizaremos para resistir los embates del machismo, que se hacen más violentos, recrudecen con la libertad del movimiento feminista.
Y yo los veo, disculpen la expresión, acobardados. Incapaces de organizarse si no estamos nosotras para guiarlos.
Deberán superarlo.
Nosotras no podemos hacer nada por ustedes.
En un país donde históricamente las mujeres salieron a luchar, queremos verlos luchar por destruir este “amor” que nos está matando.
Lo pondría como pregunta: ¿en los barrios las mujeres aceptan mansamente los golpes?
No debemos permitir que en ningún lugar naturalicen la violencia. No debemos ser inmunes a lo que nos está pasando. Porque nos pasa como colectivo. Cada acción machista
es parte de esos golpes, de esos asesinatos. Cada omisión machista es cómplice.
Nosotras tenemos la fuerza y el coraje para encarar esta lucha. Tenemos las herramientas necesarias. Hemos aprendido de la paciencia y del trabajo duro. Hemos aprendido a no tener recompensa inmediata por nuestro esfuerzo. Conocemos lo que es cuidar del prójimo. Si estamos unidas, somos invencibles.
¿Seremos capaces las feministas burguesas de la clase media, las popes del feminismo actual, las que marcan el camino, digo, ellas, y nosotras, las mujeres que estamos cómodas y somos bastante más libres que las otras, las del barrio, las de la villa, seremos capaces de meter las patas en el barro para evitar que las maten?
Espero que sí.
Porque combatir el amor romántico es combatir un sistema de hipocresías para obligarnos a ser ejemplos en acción, insoportablemente funcionales. Somos adoradas y somos sometidas. Son caras de la misma moneda. No somos admiradas por nuestras capacidades sino por existir. Y ese mismísimo misterio los asusta. Debe ser entonces domesticado.
Y si te aman porque sí, no te aman en absoluto. Aman una idea que ellos tienen. Y de la misma forma en que te aman hasta la rendición, te abandonan. Con la misma certeza. Huyen con su propia idea del amor.
El amor romántico nos ha encarcelado en el lugar de proveedoras de amor. Mujer amante. Mujer que espera. La diosa de la aceptación y el sacricio.
En un sitio que parece cómodo y termina siendo la peor de las maldiciones.
No esperemos que huyan, huyamos antes.
Ante los primeros signos de un amor romántico enfermo, debemos estar preparadas para armar las valijas del corazón. Tenemos que ser más adaptables. Tenemos que desear ser felices, por sobre todas las cosas de este mundo.
Ser felices con ellos o sin ellos.
Ser felices como decisión. Como elección. Como dirección.
Ya no vamos a permitir que una idea vetusta del amor nos obligue a ser lo que no deseamos ser.
Somos. Somos mujeres. Debemos vivir la vida que queremos sin tenerles miedo.
Ustedes hagan lo que puedan con esa vida de corcel.
Nosotras ya dejamos el corset y estamos dispuestas a combatir si es necesario.
Hablan de guillotinas públicas. De escraches.
¿Acaso no tienen la complicidad de la Justicia todavía?
¿Qué debemos hacer cuando vemos a nuestras compañeras morir? A una mujer violada no se le cree si no está muerta. Una mujer violada es increpada moralmente. Es dañada física y psicológicamente. ¿Qué hacemos? ¿Callamos porque hay dos o tres mujeres mentirosas? ¿Nos callamos las miles de mujeres abusadas? ¿Las millones de mujeres acosadas?
Será un tiempo de revolución turbulento. Es una época de caos en el mundo y no hay que tener miedo, es un desafío aprender a vivir en él. Algunas cosas solo se acomodan por la fuerza.
Somos prepotentes, tenaces y luchadoras. Podemos destruir la idea ancestral de un amor romántico que solo nos trae miseria y pesadillas.
Ya no deseamos sufrir por amor. No queremos ni sus celos ni los nuestros. No queremos que nos admiren como a una estatua de excepción. Porque a los cuatro meses esa fantasía
ya no existe y nos hemos vuelto vulnerables. Manipulables.
Por supuesto que también les sucede esto a los hombres y que hay mujeres malas.
Que se arreglen ellos. Por una puta vez.
Fuente: Infobae