En una subasta internacional que tuvo lugar en Buenos Aires hace veinte días y en la que participaron representantes de universidades extranjeras y coleccionistas de otros países, el empresario, escritor y filántropo Alejandro Roemmers (Buenos Aires, 1958) subió la apuesta y compró siete manuscritos y una carta autógrafa de Jorge Luis Borges que pertenecían a la colección del bibliógrafo, crítico y poeta Horacio Jorge Becco. A diferencia de tantos otros manuscritos, el extraordinario conjunto de siete originales -fechados entre 1941 y 1950 y que incluye versiones de algunos de los más célebres cuentos del escritor argentino, como “Las ruinas circulares”, “La forma de la espada”, “Tres versiones de Judas”, “El Zahir” y “La casa de Asterión”- se quedará en la Argentina.
“Las complicaciones económicas de la Argentina nos ayudaron -admite Roemmers con ironía en su casa de San Isidro, recién llegado de Punta del Este y antes de regresar a Madrid-. El lío y las trabas que tenían los extranjeros para poder pagar nos jugó a favor. Menos mal, porque el Estado nacional no se interesa en estas compras”. Para el autor de El regreso del joven príncipe, la única salvación de la sociedad contemporánea está en el arte y la cultura. Roemmers, que invirtió más de medio millón de dólares en la compra, espera que el Estado, una institución privada o una iniciativa mixta aloje su colección borgeana, que tiene miles de piezas.
“Si existiera el Museo Borges, compraría todos los manuscritos que se pueda para sumar a una colección que ya tiene treinta mil piezas, con libros, revistas, originales, objetos, documentos e incluso dos cuadros de Norah Borges -dice Roemmers-. No pido nada a cambio; solo que se resguarden en un lugar apropiado, que se mantenga actualizada y que esté al servicio de la comunidad. No tengo ningún interés económico, pero se invirtió mucho dinero en la colección y quiero que quede en manos de alguien responsable”. Roemmers cuenta con el asesoramiento de su amigo Alejandro Vaccaro, escritor y flamante presidente de la Fundación El Libro.
En 2019, Roemmers se había encontrado con Alberto Fernández antes de que este asumiera como presidente, para ofrecerle una donación de libros y manuscritos borgeanos. “Vamos a crear el Museo Borges, en homenaje al hombre más grande en las letras que ha tenido nuestro país”, había anunciado Fernández en esa ocasión. Pero la pandemia y la crisis económica diluyeron, como tantas otras, esa promesa. “Ahora habrá que cambiar de idea -admite Roemmers-. Pero sigo pensando que el Estado es el que tiene que arbitrar el lugar y los medios para administrar y preservar la colección. O la ciudad de Buenos Aires o el Estado nacional tendrían que crear un lugar acorde a lo que Borges representa”. Para Roemmers, es increíble que no exista en la ciudad de Buenos Aires un museo dedicado a Borges.
Las obras en el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, en la calle México al 500, comenzaron seis meses atrás y aún falta un año de trabajo, según informa el Ministerio de Obras Públicas. “Alberto Manguel me llamó una vez, cuando era director de la Biblioteca, pero después no supe nada más -recuerda-. Ese Centro tiene un deterioro edilicio importante, aunque ahora se encararon obras. Si ese lugar se puede poner en valor y se define un presupuesto, tiene la gran ventaja de que Borges trabajó allí muchos años; es el lugar ideal, pero no tuvimos novedades y este gobierno ya está en su tercer año”. Al ser consultado sobre si el Centro Cultural Borges, que pasó a la órbita del Ministerio de Cultura de la Nación, podría recibir la colección, Roemmers responde que no tiene preconceptos. “Habría que explorar la posibilidad”.
El empresario también se había reunido con Mauricio Macri cuando este había sido electo jefe de gobierno porteño, allá en 2007. “Si él hubiera dispuesto un lugar, yo seguramente hubiera comprado la colección de Jorge Helft, que era muy importante -afirma-. Él y Hernán Lombardi me propusieron hacer el museo en lo que había sido el Patronato de la Infancia, en San Telmo, que en ese momento era una ruina, estaba destruido e intrusado [ahora es sede de la Comuna 1]”. Próximamente, el empresario se reunirá con el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro. “No creo que me pueda ofrecer un espacio”, considera.
Su sueño es que el empresario Eduardo Costantini construya un anexo del Malba para que los admiradores de Borges conozcan y aprecien la colección. Mientras tanto, los manuscritos están guardados en una caja de seguridad de una escribanía ubicada en el centro porteño.
“Vi a Borges una sola vez, cuando yo tenía catorce años, y desde entonces solo siento admiración y reconocimiento -declara-. No solo es el escritor más importante de la Argentina, sino también una figura internacional descollante. Si no es Borges, ¿quién va a trascender de la Argentina en el futuro? Por eso quiero preservar todo lo que se pueda y que haya un museo pero no en un sentido estático sino una especie de centro cultural con vida propia y que haya conferencias, estudios, exposiciones, proyecciones. Un lugar abierto al mundo donde especialistas y personas interesadas de todas partes del mundo puedan ver los originales escritos y tachados por él, y que no haya que viajar a la Universidad de Princeton a verlos”.
Roemmers sueña que otro empresario, el coleccionista Eduardo Costantini, construya un anexo del Malba para que los admiradores de Borges conozcan y aprecien su colección.
Por otra parte, Roemmers -que presentará su novela Morir lo necesario el próximo 24 en la sede del Instituto Cervantes, en Madrid- trabaja en un espectáculo interactivo e inmersivo, “una suerte de show virtual que pueda viajar por el mundo” con Borges como protagonista. También le gustaría escribir una obra teatral con dos personajes históricos: el autor de El Aleph y Cristo. Estima que para poder concretar ambos proyectos deberá contar con la aprobación de la viuda del escritor, María Kodama.
“Me dolió que dijera que una colección que no cabe en el departamento en el que vivió Borges era algo que una señora se había llevado un baúl -sostiene sobre los dichos de Kodama en 2019-. Le dije que si había algo en mi colección que era de ella me lo dijera y se lo llevara. Nunca volvimos a hablar después de sus dichos. En 2019, no quiso acompañarme al encuentro con el presidente electo. Yo le había dicho que ella iba a tener un lugar de honor en ese museo dedicado a Borges y que, si quería, podía acompañarme en la donación. Me respondió que no quería donar nada a la Argentina porque acá las cosas de su marido habían sido descuidadas. No digo que esté errada; la Argentina desprecia todo y más lo local. Pero mi idea sigue siendo la de preservar, pese a que el mismo Borges le daba poca importancia a sus manuscritos”.
En la carta autógrafa que Borges le escribió a Becco, autor de la primera bibliografía sistemática de la obra de Borges y receptor de los manuscritos ahora en propiedad de Roemmers, se lee: ”Estimado amigo Becco: Lamento no haber estado el domingo para saludarlo y agradecerle en persona los libros que me trajo. Cumpliendo con su pedido para la bibliografía que está en ciernes, José Luis le lleva siete manuscritos que Madre y yo pudimos hallarentre sus cosas; cuando no sean de utilidad haga de ellos lo que desee, siendo el destino ideal destruirlos. Un gran abrazo. Jorge Luis Borges”.
Con excepción de “La espera”, manuscrito muy corregido por el autor, el resto consiste en versiones en limpio conservadas por Borges, en las que aparecen palabras o líneas subrayadas. Todas presentan diferencias o variantes respecto de las versiones publicadas, en consonancia con el criterio borgeano de que “la idea de texto definitivo pertenece a la religión o al cansancio”. Los textos están titulados, firmados y en su mayoría fechados, escritos en tinta negra sobre el recto de las hojas de siete cuadernos escolares (soporte habitual utilizado por Borges) de las marcas Bachiller, Laprida, Coloso, Consejo Nacional de Educación, Canta Claro y Estudiantina. Tres de los cuadernos llevan en la tapa el nombre manuscrito del relato que contienen y la firma del autor; otros tres muestran una etiqueta con la leyenda “Anales de Buenos Aires”, publicación periódica que Borges dirigió de 1946 a 1948 y en la que fueron publicados por primera vez “Los inmortales”, “La casa de Asterión” y “El Zahir”.
La retiración de contratapa del cuaderno de “Los inmortales” (que luego pasó a llamarse “El inmortal”) contiene dos croquis de rostros femeninos, dibujados al lápiz por Borges. La retiración de tapa del cuaderno de “Tres versiones de Judas” lleva la leyenda manuscrita “London, Jonathan Cape, 1935″, probablemente en un juego de atribuciones apócrifas, típico de Borges, para un relato datado en 1944. Esta vez, los investigadores argentinos jugarán de locales para descifrar los misterios de los “evangelios borgeanos”.
Fuente: Daniel Gigena, La Nación