¡Qué año tan difícil este que está cerca de terminarse! Un año en el que la docencia y los docentes hicieron malabares para reinventarse y convertir parte de la enseñanza presencial en virtual. Tiempos en los que la ficción, el juego y los encuentros virtuales o al aire libre y con barbijo hicieron posible, en parte, resistir los embates de la pandemia.
Escribí estas recomendaciones mientras ocurrieron las (Des)Jornadas del Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) “La vieja costumbre de inventar mundos” en donde mis maestras de la Lij Susana Allori, Cecilia Bettoli, Florencia Ortiz y muchos colegas más se dieron cita y convocaron voces como las de María Teresa Andruetto, Roger Mello, Daniel Goldin y María José Ferrada, entre muchas otras.
Como dijo Ferrada, los chicos y las chicas también necesitan nombrar los espacios de oscuridad, lo bello y lo triste; lo alegre y lo nuevo; lo que asusta y lo que cambia: “libros que pongan palabras para que tanto los chicos y los grandes puedan transformarse. La infancia es un tiempo de impacto para construir un espacio de paz. Los libros, hay que leerlos con alguien al lado con quien conversar. No porque no se puedan entender sino porque la conversación invita a armar juntos un cerco a la violencia, para construir con la paz”. La infancia, coincido, es ese tiempo de observar, de inventar, de jugar, de darle lugar a la sorpresa y a la esperanza. Esta serie de libros es una invitación a compartir entre cuentos, poesías y novelas, otros mundos posibles para habitar.
Tres de encuentros fortuitos -y no tanto-
Burundi. De espejos, alturas y jirafas. Escrito e ilustrado por Pablo Bernasconi. Buenos Aires: Catapulta, 2020
“-¿Nunca te miraste a un espejo?
-¿Un espejo? ¿Qué es un espejo?
Jirafa sabía mucho de frutas, de viento y de nubes.
Pero no sabía nada de espejos. Nunca había visto uno.”
Burundi es un juego de palabras, un encuentro de fortuito, como los que tienen los animales de esta historia y de otras también que también vale la pena conocer, como: De falsos perros y verdaderos leones. Una colección de animales que se encuentran en las historias que crea Pablo Bernasconi. ¿Se imaginan una jirafa mirándose al espejo? No sabe lo que es, pero si sabe de vientos, de nubes, de frutas, y de muchas cosas más. Esta es la historia de una jirafa que quiere verse a sí misma. ¿Quién no? Los encuentros fortuitos son parte de la vida, solo hay que estar disponibles, como los animales de esta historia.
Muy recomendado para niños y niñas pequeños y también para quienes empiezan a leer.
Fábrica de escalofríos. Escrito por Horacio Caballo. Ilustrado por Tati Babini. Rosario: Libros Silvestres, 2020
Un libro para leer jugando, para jugar leyendo y para leer escribiendo con palabras de otros. Una propuesta más que magnifica. Un libro objeto lleno de tiritas de papel. Un libro para tratar con cuidado y descubrir que el orden de los factores, en este caso, altera el producto.
Un libro que trae 10 millones de poemas para armar. ¿Cómo? Sí, leyeron bien. Aquí va uno:
“Señoras y señores vengan, a conocer
Una muchacha flaca, pensativa, ojerosa
Se mudó a las montañas una tarde lluviosa
Come latas de aceite, al fondo de un taller
Espera taladrarte con un filoso ruido
Y espérate en la sombra que proyecta la puerta
Cuando tu abuela duerma roncando boquiabierta
Va a cantarte bajito una nana al oído”
El libro de formato alargado, con tapa dura y lomo que cubre el espiralado es hermoso. Tiene un elástico que lo cierra, como las viejas libretas para escribir en los viajes. Un libro negro con detalles rojo y piel que invita a participar activamente en la lectura de cada poema, porque cada poema es una creación conjunta con quien lea.
En la contratapa nos cuentan que en Raymond Queneau publicó en 1961 sus Cien millones de poemas. Era un libro que estaba constituido por diez sonetos troquelados, cada verso por separado, con los que se podían hacer diez millones de combinaciones. Un libro revolucionario que se convirtió en un método de escritura. Inspirado en Queneau, Cavallo eleva la apuesta y crea una fábrica de poemas (y de escalofríos). No hay un poema original, todos los poemas se arman a partir de versos sueltos. Cavallo con este libro nos lleva al poemario infinito.
Un libro que se celebra, que dan ganas de leer en todas sus combinaciones (aunque sea casi imposible hacerlo). Libros silvestres nos regala esta edición cuidada y hermosa.
Los dibujos de Tati Babini son el complemento perfecto. Dibujos de línea, con sombreados y detalles por descubrir, que invitan a una doble lectura en cada uno de los poemas creados.
La colección de la que este libro forma parte se llama Una cosa maravillosa: no podrían haberle elegido mejor nombre.
Recomendado para todo el mundo, a partir del momento en el que puedan comprometerse a no jugar a sacar verso a verso, cada tirita.
Hago de voz un cuerpo. Antología de María Baranda. Ilustrado por Gabriel Pacheco. México: FCE, 2017
En estas épocas de tanta pantalla es interesante encontrarse con el cuerpo. Este libro es una joya que nos invita, desde la poesía, a disfrutar, pensar, entrar, salir, oler, mirar, escuchar y preguntarnos sobre el cuerpo. Manos, uñas, pies, orejas, el cuerpo entero en juego poético.
Desde la contratapa, el libro nos propone: “De los pies a la cabeza, de las uñas a la lengua, quince poetas unen su voz para formar un solo cuerpo con poemas.”
María Baranda y Gabriel Pacheco trabajan en este libro que nos hace entrar en poesía desde la tapa. Un cuerpo desmembrado en partes poéticas, un dummy, esos muñecos articulados de madera que hacen todo tipo de movimientos e inspiran a los dibujantes. Un libro que va desde la parte al todo y dese el todo a la parte: La cabeza de la gente, de David Huerta; Para qué los ojos, de Francisco Hinojosa; Una nariz pegada, de Eduardo Langagne; La lengua vive en la boca y Pelos de bruja, de Francisco Segovia; Orejas, de Fabio Morabito; El cuello del niño valiente, de Héctor Carreto; Pecho y espalda, de Coral Bracho; Tambor al sol y Juego de manos, de Alfonso D´Aquino; El centro del mundo, de Elsa Cross; Mis brazos, Mis dos mitades y Si miras mis codos, de María Baranda; Uñas con manitas, de Dana Gelinas; La flor de los niños y La flor de las niñas, de Natalia Toledo; Mis piernas se van, de Eduardo Hurtado; La alegría de las rodillas de Edgar Valencia y Pies, de Antonio Deltoro.
Las figuras de Gabriel Pacheco, con su paleta reducida y sus detalles de ensueño, unidas al formato apaisado dan a este libro su propio cuerpo.
“había una tercera oreja pero no cabía en la cara
la ocultamos en el pecho y comenzó a latir
está rodeada de oscuridad
es la única oreja que el aire no engaña
es la oreja que nos salva de ser sordos
cuando allá arriba nos fallan las orejas.” (Fragmento de Orejas, de Fabio Morabito)
Un libro de poemas para todas las edades, para leer en soledad o en compañía. Para niños, niñas y jóvenes recomendado especialmente.
Dos de cuando el mundo se pone patas para arriba
Mexique. El nombre del barco. Escrito por María José Ferrada, ilustrado por Ana Penyas. Barcelona-Buenos Aires- Ciudad de México: Libros del Zorro Rojo, 2017
María José Ferrada cuenta que es muy curiosa y que este libro surgió un poco de la curiosidad también.
La contratapa nos convoca: “El 27 de mayo de 1937, cerca de quinientos niños, hijos e hijas e republicanos, embarcaron en el Mexique, rumbo a Morelia (México), donde se refugiarían de la guerra civil que azotaba España.”
Esta es la historia recuperada, es un modo de contar un momento histórico, algo que sucedió, pero desde la voz poética de estas dos artistas. Los libros álbum son un soporte increíble para dar cuenta. Ferrada es periodista de formación, y es poeta, y en este libro, con cierta parte de crea un relato poético y sensible. Es la historia de un barco, de los niños y las niñas que viajaron allí, y de cómo la guerra hace estragos en las vidas de las personas que tiene cerca.
“Tres o cuatro meses. Como unas vacaciones, pero largas. ¿Sabrán eso las olas? ¡guardará el mar la historia de todos los barcos?”
Es muy rico entrar a la historia de este libro con la mirada del niño que la cuenta, y luego, al final, leer la historia que dio pie a esta creación. Penyas utiliza una paleta reducida, blanco, negro y rojo ladrillo, con algunas tonalidades de color piel. Sus dibujos son figurativos, con una gran carga social. Dibuja a mano, usa lápices, gouache, tinta china, marcadores y un tiene un manejo muy personal de la combinación entre el dibujo y las transferencias de imágenes fotográficas. En general solo usa la computadora para digitalizar.
Ferrada y Penyas dan cuenta de una gran confianza quienes leen. La ternura, el amor, el miedo, la mirada. El mar, el barco con nombre. “La literatura nos ayuda a estar menos solo” dijo María José Ferrada. Este libro nos brinda un material poético clave para contar el exilio
Un gran libro para disfrutar a cualquier edad, teniendo en cuenta que suele fascina a niños y niñas que buscan entender el mundo.
El mundo se dio vuelta como una media. Escrito por Analía Sivak e ilustrado por María Sivak. Buenos Aires: Ralenti libros, 2020
Un libro sobre la cuarentena, con una niña en la tapa que anda en bicicleta con barbijo. Es interesante como aparece un mundo dado vuelta, con letras de imprenta mayúscula, y la propuesta de leer y de dar vuelta el libro para seguir leyendo algunas páginas. Un libro que lee esta época. Y propone ponerla en conversación.
¿Qué paso? Como explicar todo lo que viene sucediendo desde hace tanto. La literatura cuenta muchas veces su tiempo, y este libro hace lo propio.
Además, la propuesta es que luego o a la par de la lectura, se pueda intervenir en los espacios reservados para tal fin. Con preguntas interesantes que invitan a jugar, a dejar la propia huella de la cuarentena. Es sencillo: ¿Qué cosas te gustaron más? ¿Cuáles menos? Listas, historias, dibujos, sueños. Los sí y los no, lo que aprendí. Un libro para leer y para inspirarse y escribir las propias vueltas de la cuarentena de quienes lean.
Recomendado para niños y niñas y personas adultas con ganas de conversar. La imprenta mayúscula invita a leer solas a aquellas personas niñas que están aprendiendo. Puede ser también un libro para leer y escribir con amigas y amigos
Tres que ponen el cuerpo en juego
Salta canguro. Cuento+Canción. Escrito por Mariana Baggio. Ilustrado por Ivanke y Mey. Buenos Aires: Pequeño editor, 2020
La Colección Los Duraznos es de las preferidas para las personas más chiquitas de las casas y sus alrededores, y cuando vienen con música, tanto mejor.
La historia de Lilo comienza así:
“Desde la bolsa de su mamá, Lilo dice:
-Mami, está tan lindo, tan abrigadito acá dentro que no voy a salir nunca, nunca, nunca…
-¿Nunca, Lilo?
-¡NUNCA!”
Pero al asomar la cabeza por la bolsa, Lilo descubre que hay un afuera que se ve, se escucha, se siente. Y entonces se anima a saltar, sabiendo que se puede volver.
Una historia para cantar, contar, compartir y pintar, porque las ilustraciones de Ivanke y Mey, cargadas de ternura, movimiento, colores y expresiones también invitan a dibujar.
Además, estos libros dedicados a la primera infancia, invitan también a lecturas compartidas con niños y niñas que empiezan a leer. Y por si fuera poco, con un simple clic en el código QR, el libro invita a escuchar a Mariana Baggio, y a disfrutar, saltar y bailar.
Una delicia esta propuesta súper recomendadísima para las personas más pequeñas de la casa, y toda su familia.
¡Epa! Ese miedo no es mío. Escrito por Luciano Saracino, ilustrado por Alejandro O´Kif. Buenos Aires: RiderChail Editions, 2020
“Ya está. Llegué. Esta es mi habitación. Todo lo que ven es mío. Y lo que no ven también.
Pero no se apuren con lo que no ven.
Ya va a salir.
Ya lo van a ver.”
Los miedos de antes de dormir son un clásico, pero Lucía investiga y descubre. Las familias tan parecidas y tan distintas y sus rituales, en este libro que ponen en juego, porque tanto en la infancia como en la adultez los miedos, el orden y le desorden están a la orden del día.
Lucía vive con su papá, su hermano Tomás y su gata Negra. Y un montón de personajes más que no les voy a contar ahora.
Las ilustraciones de O´Kif son dulces, pícaras y muy expresivas. Y si bien se trata de un cuento, el gran dibujante le imprime un aire de historieta.
Recomendado para todas las personas niñas que tienen algunos miedos propios, o ajenos.
Yo soy la reina. Escrito por Maricel Santin. Ilustrado por Marina Zan. Buenos Aires: Abran Cancha, 2020
En esta historia una maestra se propone jugar con los personajes de un cuento que acaba de leer. Y cuando se abre el juego, todo sucede. Los chicos y las chicas de esta historia eligen personajes y eso que parece tan fácil, a veces no lo es. Aunque siempre hay quienes tienen las cosas claras. Se imaginan si en un libro viéramos todo el tiempo todo lo que los personajes hacen. Bueno, a la maestra de este cuento se le ocurre que los chicos elijan y cuenten esas cosas que no aparecían en el cuento.
“La seño cerró el libro gordo de los cuentos viejos. El peso de la tapa sonó firme.
– Colorín, colorado… Todo fin es un comienzo. ¡Aquí nada ha terminado! Es que a la seño no le gustaban los finales tan abruptos y propuso un juego…”
Las ilustraciones de Marina Zan son muy expresivas. Las bocas, los ojos, los pelos, los gestos, todo un salón se ponen en juego, y entre colores, listas y trazos, la historia se arma.
Yo soy la reina se propone desde la contratapa esta pregunta: “¿Puede un personaje transformar la historia?” Para averiguarlo, no hay más que ponerse a leer.
Recomendado para niños y niñas con ganas de que les lean, de leer solos, y de jugar mucho.
Dos novelas con muchas historias
Las cosas por su nombre. Escrito por Florencia Serpentini. Buenos Aires: Del Naranjo, 2019
La protagonista de esta historia está por mudarse. Ella y su papá tienen que mudarse. Y para hacerlo, cuentan con dos semanas. Es decir, con esta afirmación comienza esta historia en la que se mezclan todos los sentimientos con los objetos, como en toda mudanza. Una novela en la que los objetos se vuelven protagonistas y que, si tienen ganas, arma una linda tríada con el poema Mudarse, de Georges Perec, y Mudanza de Eva Mastrogiulio y Laura Loretta.
“No quería tirar los cepillos porque eran hermosos, coloridos, brillantes. Sucias, las cerdas; pero lindos. Me senté en el piso y pensé. Los miraba, los movía de un lado a otro y pensaba. Decidí cortarlas, tirar a la basura la parte de las cerdas y usar los mangos de colores como revolvedores de jugo.”
La protagonista es la encargada de organizar la mudanza. Su papá consiguió cajas, papel de diario y cintas, pero como trabaja todo el día, la tarea de embalar y decidir es toda suya. Cada capítulo se detiene con la excusa de un objeto en algún recuerdo, y en alguna de tantas novias de su papá que pasaron por esa casa: Claudia, Sabrina, Carla, Cecilia y otras más, hasta el gato Fortunato, del que ya ni se acuerda. Poco a poco, la historia de guardado parece ir de adelante para atrás. El relato se organiza a partir de objetos, personas y recuerdos. Una historia que también cuenta algo de la soledad (y los pensamientos) que suceden ese limbo entre la infancia y la juventud.
Patines, botiquín de “últimos auxilios”, piano sin cola, toallón de microfibra, collar masticable, mesa gatuna, patio con árbol de pastillitas y hasta un “archivero de penas” entre muchas otras cosas más.
“A papá lo ayudaba con todo lo de la casa, menos con el pago de los impuestos. Porque en ese caso, en vez de ayudar, entorpecía. Podía dejarme el dinero exacto arriba de la mesa junto a la factura y la dirección adonde tenía que ir a pagar, pero yo siempre hacía algo mal. Me gastaba el dinero en queso, perdía la factura, me perdía yo, etc. Por una cosa o por otra, los impuestos y yo no nos llevábamos bien.”
Un libro muy recomendado para niños y niñas grandes y jóvenes, jóvenes.
James y el melocotón gigante. Escrito por Roald Dahl. Ilustrado por Quentin Blake. Traducido por Leopoldo Rodríguez. Buenos Aires: Loqueleo Santillana, 2018 (Editado por primera vez en inglés en 1961)
El 23 de noviembre se cumplieron 30 años sin Roald Dahl, con lo cual, no podía cerrar esta serie de recomendados sin uno de su autoría, en su dupla inseparable con Quentin Blake. Me atrevo a decir que Dahl no sería el mismo sin Blake. Como siempre, Dahl pone en juego la ironía, lo imposible, lo imprevisto, lo ridículo. Con una gran dosis de humor negro, siempre hay en sus historias niños o niñas que son hostigados por alguna persona adulta muy malvada que no paran de intentar hacerles daño. Por suerte para los protagonistas, también para James, hay al menos un adulto que mira y acciona haciéndole un guiño para que ese niño pueda jugar y abrir su vuelo.
Uno de mis tantos preferidos del autor de Matilda, Las brujas, El dedo mágico, Cuentos en verso para niños perversos, etc., etc., etc. es James y el melocotón gigante que comienza así: “Hasta los cuatro años, James Henry Trotter había llevado una vida feliz. Vivía plácidamente con su madre y su padre en una hermosa casa a las orillas del mar. Siempre encontraba montones de niños con los cuales jugar, había una playa por la que podía correr y mar en el que podía remar.
Era la vida perfecta para un niño.
Un día, la madre y el padre de James fueron de compras a Londres, y allí sucedió una cosa terrible. Ambos fueron devorados en un santiamén (en pleno día, fíjate, y en una calle llena de gente) por un enorme rinoceronte furioso que había escapado del zoológico de Londres.”
¿Se imaginan viajar en melocotón? Es que esta es la historia de James, que luego de vivir feliz con su papá y su mamá termina viviendo en la casa de sus espantosas tías llamadas Sponge y Spiker, que tienen una casa que se cae a pedazos en lo más alto de una colina. Entonces, en busca de tener con quien jugar y hablar, se hace amigo de un melocotón. Pero ese melocotón no sale de la nada, aparece gracias a un personaje desconocido, que pasa y le regala una bolsa de papel llena de unas bolitas mágicas, medio verdosas, que son nada más y nada menos que el origen del melocotón gigante, que crece como por arte de magia en el viejo árbol de melocotones del patio de sus tías y hace que su vida cambie por completo. James y el melocotón irán de aventura en aventura por el mundo entero. Y todo debido a una sucesión de cosas raras que le fueron pasando desde que el viejo desconocido apareció en su vida.
Un libro imperdible. La editorial lo recomienda para mayores de 12 años. También es un libro hermoso para compartir por entregas, antes de dormir o en cualquier otro momento con chicos y chicas un poco más chicos. Y para adultos, claro. Dahl es para todo público.
Comencé esta selección con unas palabras de María José Ferrada, y termino también con ella:
“Como aporto yo mi granito de paz, a los niños les interesan espacios para expresarse y los libros son espacios para la expresión y son una herramienta para la conversación.”
Eso propongo para este 2020 que va llegando a su fin: libros y lecturas para niños y jóvenes que se conviertan en “granitos de paz” para construir conversación. Permítanse compartir lecturas con los niños, niñas y jóvenes que les rodean. La vida es mucho mejor con historias. ¿Quién lo duda?
Fuente: Infobae