En 1965 los Stones eran vistos como sucios, cínicos, escépticos, groseros. La canción vino a confirmarlo y los transformó: «Pasamos de ser una banda más, a ser una banda monstruosa».
Se trató de un sueño. Literalmente. O al menos eso es lo que sostiene la leyenda (y lo que preferimos creer). Cuando Keith Richards despertó, el grabador todavía estaba ahí; pero con la cinta en su final. Le extrañó la imagen. Todavía adormilado, rebobinó la cinta y se dispuso a escuchar.
Un riff interesante y una frase que se repetía machaconamente: “I can’t get no satisfaction”. Un doble negativo que no sabía bien qué significaba y que puede haber estado inspirado en una línea de 30 days de Chuck Berry: “If I don’t get satisfaction from the judge”. A Richards le pareció raro pero interesante, quiso escuchar más de esa inspiración entre sueños. Pero después sólo había un largo silencio y varios minutos de contundentes ronquidos.
Le pasó lo que tenía a Mick para que completara la letra y la estructura. Jagger, al costado de la pileta del Fort Harrison Hotel de Clearwater terminó la tarea.
La grabaron enseguida. Desde aquella revelación nocturna (aunque puede haber sido de día: nadie cree que Keith durmiera demasiado por las noches en ese tiempo) pasaron sólo cuatro días hasta que ingresaron a los Estudios Chess. Esa primera versión fue acústica. Parecía una canción folk. No los convenció demasiado. “Estaba cargada de armónica. Motorizada por la acústica, era caprichosa y el gancho estaba fuera de foco. Lo único que se elevaba por sobre la superficie era el balbuceo de Brian Jones, que parecía una toma descartada de una sitcom”, escribió en sus memorias Andrew Loog Oldham, productor y manager del grupo en ese entonces.
Las dudas eran varias. Entre esa grabación que no los satisfizo, la carencia de una sección de vientos, y que a Keith todo le sonaba demasiado parecido Nowhere to run y Dancing in the Streets, dos temas de Martha & The Vandellas.
La versión definitiva, la que conocemos, la que produjo la explosión, la grabaron dos días después, el 12 de mayo de 1965, en los estudios RCA de Hollywood. “Era raro que a una canción le dieran una segunda oportunidad. Pero había algo en Satisfaction que ponía feliz a todo el grupo”, contó Oldham.
Unos días después, los Rolling Stones seguían girando por Estados Unidos. En una habitación de hotel se produce la votación. Deciden cuál será el nuevo single. La canción que gana recibió dos votos en contra; el resto a favor. Los que se oponen son los autores, Mick Jagger y Keith Richards. Diez días después, la escuchan en la radio. Ellos dos no pueden dejar de escuchar las falencias que tiene. Miran alrededor, suponen que la gente también se va a dar cuenta. No está la sección de vientos sino la guitarra con distorsión que Keith había grabado sólo como referencia. Para peor en algunos de esos riffs hay desprolijidades. A nadie parece importarle. (I can´t get no) Satisfaction se escucha por todos lados. Se convierte en la canción del verano del 65. Y, mucho más que eso, en la canción insignia de los Rolling Stones, en una de las canciones más importantes del rock.
“En ese momento pasamos de ser una banda más, a ser una banda inmensa, monstruosa”, contó Jagger.
El 18 de marzo, después de un show (y de varias copas), tuvieron que parar en medio del camino. Bill Wyman necesitaba hacer pis. El empleado de la estación de servicio les impidió pasar al baño. Jóvenes exaltados, alcoholizados, excitados, con el pelo largo. Debe haber pensado que lo mejor era echarlos, sacarse el problema de encima. Pero sólo consiguió generar un problema. Bill, Brian Jones y Mick Jagger decidieron orinar contra una de las paredes.
El hombre comenzó a gritar, ellos se reían mientras continuaban. Después el llamado a la policía, la detención, una pena menor, una multa y la noticia en los diarios. Otro de los episodios para cimentar su (mala) fama. Ya circulaba la pregunta amenaza: “¿Dejaría usted que su hija se case con un Rolling Stone?”. La frase, inventada por Andrew Loog Oldham, que funcionaba casi como un epígrafe y coronaba la contratapa de su primer álbum (“Los Rolling Stones son más que un grupo, son una forma de vida”) se volvería realidad con la aparición de Satisfaction. Ahí estaba en forma de canción el peligro, la sensualidad, el desprecio por lo establecido: el rock. Los Stones eran mucho más que una imagen y el escándalo. A principios de 1965, por ejemplo, habían editado Play with Fire y The Last Time.
La primera vez que la tocaron en televisión, en el programa Shindig!, la canción fue censurada. La línea “Trying tu make some girl” pareció demasiado fuerte para la época. A las radios no les importó, no dejaron de pasarla (Reuters)
Los Stones eran vistos como sucios, cínicos, escépticos, groseros. La canción vino a confirmarlo. Encontraron el sonido que lo cristalizara.
Satisfaction también es representativa porque resume a la perfección el método con el que Richards y Jagger trabajaron durante años. Keith aportaba el basamento musical y alguna idea general: “Mick hacía el trabajo duro: rellenar lo que yo llevaba, darle una forma y hacerlo interesante. Yo le di el esqueleto; pero sin un buen esqueleto, no habría buena canción”, contó Keith Richards años después.
La primera vez que la tocaron en televisión, en el programa Shindig!, la canción fue censurada. La línea “Trying tu make some girl” pareció demasiado fuerte para la época. A las radios no les importó, no dejaron de pasarla. A ninguno de los dos lados del Atlántico. En Inglaterra, al principio, apareció en las emisoras piratas pero el fenómeno se impuso pese a todo.
Satisfaction arrolló todo lo que encontró a su paso. Se impuso. Y le dio un nuevo sonido al rock. Corporizó su idea y su riesgo en menos de cuatro minutos, los concretó. Además, claro, de forjar a una de las duplas compositivos más destacadas de la música moderna.
El 10 de julio de 1965 (I can’t get no) Satisfaction llegó al tope de los charts. Desplazó a una canción de los Four Tops. Una nueva época. Estuvo allí durante cuatro semanas. Fue el primer Número Uno de los Stones en Estados Unidos y el cuarto en Inglaterra. Al poco tiempo apareció el cuarto LP Out of Our Heads que, arrastrado por la nueva masividad del grupo a raíz de Satisfaction, también lideró los rankings.
Jagger dijo que la parte “más sucia”, la de connotaciones sexuales nunca fue bien interpretada. Los versos que hablan de la historia que no se concreta, que la chica la dice que vuelva la semana que viene, que está en una mala racha, se refieren a la menstruación (AP)
Treinta años después de su estreno, Mick Jagger le contó a Jan Wenner, el director de la revista Rolling Stone: “Tiene todos los ingredientes. Un título atractivo, un riff muy pegadizo, un gran sonido de guitarra que fue original en ese tiempo. Y encapsuló el espíritu de la época”.
El alma de Satisfaction reside en su osadía, en cómo logró descifrar una época (y adelantarse a ella), en ese aire de peligro que la sobrevuela.
“La distorsión fue un sonido nuevo, eso cautivó la imaginación de muchos. Estábamos de gira y diez días después teníamos el tema más escuchado. Y eso que yo no estaba convencido. Aprendí la lección: a veces uno sobre trabaja las cosas. No todo debe diseñarse para nuestro gusto personal”, explicó décadas después Keith.
Todo aquel que tocaba la guitarra quería (necesitaba) saber cómo había hecho Keith Richards para obtener ese sonido de guitarra. En pocos meses se agotaron los pedales de distorsión (Gibson Maestro fuzz box). Era un nuevo sonido. El sonido del rock.
Ese riff probablemente sea el más famoso de la historia del rock. Su ejecutante, Keith, quedó disconforme con su ejecución. Cuando al tiempo apareció el cover cantado por Otis Redding, Keith gritaba cada vez que lo escuchaba: “Ese era el sonido, ese era”. Hablaba de la compacta columna de vientos, bien souleros, que acompañaban al cantante.
Ese riff que en dos de sus cuatro entradas tiene imperfecciones, o en las que el pedal tarda en arrancar. “El riff que dio vuelta al mundo”, lo definió Steve Van Zandt, el guitarrista de laE Street Band de Springsteen. ”Yo no le veía ningún futuro. No quería que fuera el single. Me decían que estaba loco -en eso debían tener razón-. Tal vez algún día sea recordado como el hombre que no vio el potencial de Satisfaction, el que no confiaba en ella”, bromeó Keith Richards.
La letra tiene cinismo e inconformismo. Bob Dylan pasó por ahí. La influencia de Dylan es evidente en esa crítica al consumo, ese desánimo y desencanto. Una frustración puesta en versos que escapaban a la típica canción de amor de la música joven. De Jagger es la carga sexual, ese elemento latente.
Jagger dijo que la parte “más sucia”, la de connotaciones sexuales nunca fue bien interpretada. Los versos que hablan de la historia que no se concreta, que la chica la dice que vuelva la semana que viene, que está en una mala racha, se refieren a la menstruación.
La voz de Jagger. La frase podría terminar ahí y explicaría casi todo. Las inflexiones souleras, la sensualidad casi libidinosa, la tensión sexual, el desafío y, siempre, el sello personal. A Mick le bastó con una sola toma para dejar fijada para la parte vocal de este clásico.
Están también la precisión de Charlie Watts, la solidez de Bill Wyman, el piano y la pandereta juguetona de Jack Nitszche: “Jack Nitzsche sabía cómo inyectarle sexo a la música, un don”, escribió Andrew Loog Oldham.
Cada elemento del tema tiene su imperfección técnica pero el conjunto de ellos termina consolidando una canción perfecta. Su espíritu logró traspasar su tiempo
En 1975, la canción cumplió una década. En una entrevista, Mick Jagger, que por entonces tenía 31 años, declaró: “Prefería estar muerto antes que seguir cantando Satisfactioncuando tenga 45”. Una de las profecías más erradas de la historia de la música.
(I can´t get no) Satisfaction fue la canción que fijó la imagen de los Rolling Stones como la oposición a los Beatles. La respuesta sucia, salvaje a los Fabulosos Cuatro.
Tom Wolfe escribió: “Mientras los Beatles quieren tomar tu mano, los Stones quieren quemar tu ciudad”.
Fuente: Infobae