En plena revisión. Así se encuentran los protocolos, las grillas horarias, la organización y la logística de toda la comunidad vinculada a la educación: escuelas, directivos, docentes, alumnas y alumnos, y familias. Pasaron más de 20 días desde que los más chicos, los del primer ciclo, arrancaron las clases presenciales y las escuelas comienzan a evaluar los resultados de estas primeras semanas. Entre otras cosas, muchas plantean la factibilidad de aumentar las horas de presencialidad y recuperar el modelo de doble jornada.
En las primeras semanas de inicio de clases, la enorme mayoría de los establecimientos apelaron a arrancar con un modelo mixto de clases: presenciales y virtuales. Algunas incluso sólo con medio turno presencial, sin Zoom, ni otro tipo de soporte. Y fueron pocas las escuelas que decidieron arrancar con jornada completa. Muchas están limitadas por la cantidad de alumnos y los metros disponibles para garantizar el distanciamiento social, entonces están obligadas a rotar a su población. Las que sí cuentan con el espacio disponible, ahora están planteando la posibilidad de ir hacia la jornada completa presencial.
En la Ciudad, el 70% de las escuelas de enseñanza pública son de doble jornada; entre las privadas, los son el 41%, según la información del Ministerio de Educación.
«En estos días la situación epidemiológica permite ir un paso más allá, avanzar hacia esa presencialidad. Siempre que las instituciones y la comunidad hayan entendido cómo implementar los protocolos, cómo mantener el distanciamiento y cómo incorporar los cuidados de higiene, es lógico que los cambios ocurran. Los protocolos no son una estructura fija, rígida. Pero fue necesario trabajar en el terreno con normas que habían sido diseñadas desde un escritorio», opinó la infectóloga pediatra Angela Gentile, jefa de epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutierrez.
En las escuelas porteñas se mantienen los protocolos sanitarios, pero sobre todo en varias privadas comenzaron a permitir que los chicos lleven viandas con cupo y evalúan aumentar la presencialidad.
La especialista consideró que «una pandemia implica dinámica. Las conductas y las normativas pueden variar su pulso en función de la situación epidemiológica. Hoy podemos avanzar y, si en un futuro, tenemos que retroceder, habrá que ser flexibles para comprender que cada paso es necesario. Es un aprendizaje para todos, escuelas, docentes, alumnos y familias».
Además de la incertidumbre que puede generar el aumento de horas de presencialidad, las familias hacen malabares para congeniar las actividades diarias con los horarios de las escuelas. Por lógica, mientras más hijos e hijas, más complejidad. «En nuestra familia tenemos dos chicos en escuela primaria, en segundo y en sexto grado. Sólo dos días a la semana coinciden con las clases presenciales, el resto, tenemos los horarios cruzados. Para aliviar un poco el ida y vuelta permanente, nos organizamos con otra familia para el retiro de los chicos. En mi caso, estoy trabajando en casa, pero mi esposa volvió 100% presencial y con una jornada laboral más larga que antes de la pandemia. Cuando los chicos están en casa, también monitoreo las clases por zoom. No tengo claro aún si es mejor que tengan jornada completa porque tener que retirarlos todos los días al mediodía también sería un caos en la organización que logramos en estas semanas», contó Ariel a Clarín. Sus hijos van a una escuela parroquial en Recoleta.
Según el protocolo que el Ministerio de Educación desarrolló para las escuelas porteñas, no está permitido aún el servicio de comedor. Esto no significa que no se puedan usar. De hecho, muchas directoras y directores dispusieron que se transformen en aulas. En algunas escuelas, se usan para que los estudiantes coman sus viandas frías. Al haberse ampliado la presencialidad, muchas familias envían a los chicos y las chicas con viandas; las escuelas piden que los retiren para el almuerzo, pero no todas las familias pueden hacerlo. La presión de madres y padres llevó a las escuelas a organizar también este tema. En algunas, las familias tuvieron que «inscribirse» en un listado que los habilita a mandar vianda. Por capacidad, las escuelas explican que no pueden permitir que todos los chicos lleven viandas porque finalmente no habría lugar suficiente.
En la Ciudad, el 41% de las escuelas privadas son de doble jornada. Algunas comenzaron a extender la presencialidad. Para los especialistas, la escuela no es el lugar más peligroso para que los chicos se contagien coronavirus.
«El consejo federal recomendó 4 horas de presencialidad. Para la Ciudad esas 4 horas son el piso, para la Provincia son el techo. Es natural que los colegios en territorio porteño tiendan a aumentar la presencialidad. Es una tendencia. Y creo que si la situación epidemiológica continúa igual, la Provincia también tendrá que revisar la carga horaria presencial», opinó Rodolfo de Vincenzi, de la Confederación de Asociaciones de Institutos de Enseñanza Privada. Consideró que, por otra parte, «los protocolos que se dispusieron se están cumpliendo y me parece que la escuela puede ser un lugar más seguro que otros en donde se mueven los chicos, como cumpleaños, reuniones familiares o salidas».
Según datos oficiales -de la dirección general de Educación de Gestión Privada, que depende del ministerio- el 41% de las escuelas primarias privadas son de doble jornada. Se estima que, en todos los niveles, la población escolar en estas escuelas de régimen privado es superior a los 365.000 estudiantes. Y son 1.427 los establecimientos, también privados, de nivel inicial, primario, secundario y superior.
Hay un dato que falta, que podría dar un panorama de lo que está ocurriendo a nivel sanitario y tiene que ver con las burbujas en las escuelas. La Ciudad no informó y los ministerios de Educación y Salud tampoco compartieron datos actualizados con Clarín sobrecuántas son las burbujas que debieron aislares por contagios o casos sospechosos desde el 17 de febrero. Hasta ahora, el último dato disponible es del 25 de febrero, cuando se confirmó que 45 burbujas tuvieron casos positivos.
Fuente: Clarín