Grandes y chicos saludaron su paso. Y varios descubrieron cómo viajaban sus padres o abuelos.
La alegría por el regreso del tranvía de Caballito. Muchas familias se sumaron al recorrido. Foto Juano Tesone
“Mirá, mirá, ahí sale. Saludá, decile hola”. Madres con hijos chicos son mayoría en esta fila de casi una cuadra con inicio en José Bonifacio y Emilio Mitre, Caballito. Es el Taller Polvorín, de donde partían los coches de la línea A cada mañana. Los fines de semana, además, salen de allí los de un transporte extraño para los más jóvenes y extrañado por los más mayores: el tranvía.
El que emerge este sábado a las 15 circuló por última vez como transporte en 1963. Hoy el objetivo es el entretenimiento: de vecinos, de amantes de la historia o los tranvías, de familias que buscan planes en pandemia.
En ese último grupo están Nieves, Guillermo y su hijo de 6 años. Vinieron de Ciudad Evita porque el padre es fanático de los tranvías pero sólo se había subido a uno en su infancia, en Corrientes. La madre acompaña encantada: quiere que el pequeño Simón se divierta pero “con protocolos, algo que no se consigue en una plaza, donde están todos amontonados. Acá, en cambio, es todo mucho más cuidado”.
El tranvía sale del taller Polvorín y grandes y chicos están expectantes. Foto Juano Tesone
Del otro lado están los voluntarios de la Asociación Amigos del Tranvía Federico Lacroze. Ernesto Falzone da la charla introductoria a la veintena de personas que están por subir. También ofrece rompecabezas, tazas, llaveros y tranvías troquelados de papel para quien quiera llevarse uno “a voluntad”.
Es que la Asociación no tiene subsidios. Lo único cubierto es el uso de las vías que usan los coches del subte A entre el taller y la estación Primera Junta, y la electricidad, dada por Sbase y Metrovías. Que tampoco es mucho: gasta lo mismo que una plancha para la ropa.
Ernesto Falzone le cuenta a la gente la historia del tranvía. Foto Juano Tesone
En diagonal esperan el conductor Pablo Piserchia y Guadalupe Vázquez, la única mujer que los maneja pero que este sábado está de guarda a bordo. “Soy de Mar del Plata, pero vine acá enamorada de los tranvías. Soy pareja de Pablo pero no hubo ningún acomodo, tuve que hacer los 200 kilómetros de práctica como todo el mundo”, cuenta y se ríe.
Guadalupe Vázquez es una de las conductoras, pero esta vez le toca oficiar de guarda. Foto Juano Tesone
Lo dice abajo del coche, minutos antes de empezar el primer recorrido. Su voz apenas se oye, cubierta por el ruido del compresor que bombea el aire que le permitirá frenar al sistema neumático, uno de los tres que tiene el coche para parar su marcha.
Guadalupe está contenta por haber vuelto por segunda vez: el retorno en pandemia fue en febrero, pero el confinamiento de mayo obligó a interrumpir hasta el pasado fin de semana.
Pablo Piserchia conduce el tranvía por las calles de Caballito. Foto Juano Tesone
La Asociación tiene 15 coches, algunos de más de un siglo, otros traídos del subte, el Premetro, Europa. Sólo uno circuló por calles porteñas, un FM 3361, y es el que sale este sábado.
Se fabricó en 1955 y echó a andar dos años después. Tras el fin del tranvía, su carrocería fue aula en el Colegio de las Hermanas de la Resurrección, Lanús Oeste. Recién en noviembre de 2000 volvió a las calles, tras ser restaurado y remotorizado por la División Mecánica y de Mantenimiento de la Asociación, que lo devolvió a las vías en su vigésimo aniversario.
El tranvía que salió este sábado fue fabricado en 1955. Foto Juano Tesone
Desde ese entonces hace el paseo que une esa esquina con Rivadavia y Hortiguera, y vuelta al origen. El espectáculo supera lo que pasa dentro del coche, lo desborda. Se ve en cómo la gente lo mira de afuera y saluda, en cómo los viejos sonríen y los chicos abren la boca, mezcla de confusión y maravilla.
Si no fuera por los barbijos, el alcohol en gel y las ventanillas bajas, dentro del vagón sería mediados del siglo XX. La primera parada es en la avenida Pedro Goyena, pero el primer contraste con 2021 se da unas cuadras más adelante, en la Rivadavia de colectivos y autos apurados.
Los barbijos y el alcohol en gel rompen la ilusión de estar a mediados del siglo XX que se vive dentro del tranvía. Foto Juano Tesone
El coche de asientos de madera se mantiene impasible, un gato doméstico en la jungla. Va a un ritmo propio de unos 20 kilómetros por hora. La lentitud también se aprecia en los detalles: la calma con la que Guadalupe corta el boleto, la diferencia con el “¡Arriba!” y “¿Cierro?” a los gritos del transporte actual.
Pablo Tomassi y Andrea Natale escuchan con atención: vinieron desde Agronomía para entretenerse pero también para aprender. “Soy docente y bibliotecaria, así que me interesaba conocerlo para llevar el contenido a mis clases”, explica ella.
Pablo y Andrea se sacan selfies. Cuentan que se sumaron al paseo para entretenerse, pero también para aprender. Foto Juano Tesone
Dos asientos de madera más atrás, Nicolás y Leandro llegaron desde Lanús para “volver a un pasado que nunca vivimos”, cuenta el primero, que a sus 19 quiere estudiar Ingeniería Ferroviaria. “Somos fanáticos de los trenes y su historia. Creemos que debería volver el tranvía, como se ven en varios países de Europa. Atraería al turismo”, suma el segundo.
El paseo de dos kilómetros y 15 minutos termina donde empezó. Se bajan todos menos Malena, de seis años. La madre no logra despegarla del coche. Guadalupe va en auxilio. “Ahora van a venir otros nenes a pasear”, le explica, paciente. Sólo funciona cuando le prometen que el próximo fin de semana podrá volver a viajar, en espacio y tiempo.
El paseo en tranvía dura 15 minutos. Foto Juano Tesone
Días y horarios
El tranvía de la Asociación Amigos del Tranvía y Biblioteca Popular Federico Lacroze sale los sábados de 15 a 18 y los domingos de 10 a 13 y de 15 a 18, cada 20 minutos aproximadamente.
Parte de la esquina de Emilio Mitre y José Bonifacio, en Caballito. La entrada es libre y gratuita.