Otras dos veces ya había estado en la final, a esto nada más. Este lunes, en La Usina del Arte, Valeria Gamper (35) cumplió con el refrán: su tercera fue la vencida y se coronó la mejor sommelier de la Argentina.
“Concentrando”, advertía todavía el martes al mediodía su estado de WhatsApp. “Lo tengo que cambiar”, dice a Clarín un rato antes de meterse a dar clases en el Centro Argentino de Vinos y Espirituosas (CAVE). En los últimos días, Gamper se desconectó del mundo para seguir repasando, catando, entrenando en vistas a la final que compartió con Stefanie Paiva y Andrea Donadi. Sólo hubo alguien de quien no se desconectó: Nerea, su hija de tres años y medio. Más allá del festejo de la noche anterior, igual se despertó temprano para llevarla al jardín.
A los 18, Gamper creyó que su destino era la hotelería, pero hizo un curso de bartender que le abrió un mundo. “Dije: ‘Tengo que dedicarme a la gastronomía’. Cuando empecé con las prácticas, nada de front desk ni de house keeping. ¡Y me lo dieron de cabeza porque nadie quería ser camarera! Pero yo era feliz”, recuerda. Comenzó trabajando eventualmente en el área de banquetes del Four Seasons y quedó fija en el viejo restaurante del hotel, Le Mistral: “Tomaba un vino cada seis meses, no entendía nada de lo que era. Y me di cuenta de que quería ser sommelier”.
Valeria Gamper, ganadora del concurso de mejor sommelier del país. (Gentileza: Asociación Argentina de Sommeliers)
En 2010 se recibió en CAVE y siguió trabajando en restaurantes, hasta que decidió ser mamá y dejó el servicio para enfocarse en el área comercial. Fue brand ambassador de bodegas, viajó mucho, pero por Nerea otra vez reconfiguró su plan de carrera y apostó a la docencia: también enseña en el IAG.
“Hay muchas maneras de difundir el vino y a mí me encanta hacerlo desde cualquier ámbito. Me gusta escribir así que también quiero empezar a hacerlo”, anticipa sobre el futuro, que en dos años la encontrará compitiendo otra vez en los Panamericanos de Sommellerie (aún sin sede) por una plaza para el Mundial.
Valeria Gamper, ganadora del concurso de mejor sommelier del país, con las otras finalistas y el presidente de la AAS, Matías Prezioso. (Gentileza: Asociación Argentina de Sommeliers)
En las pruebas de estas competencias, al igual que en el campeonato nacional que organiza la Asociación Argentina de Sommeliers y ganó Gamper, el nivel de exigencia es alto. Un sommelier, por ejemplo, tiene que maridar platos o degustar una copa y describir hasta de qué lugar es ese vino.
“Sí, tenés que entrenar un montón, catar un montón… Pero tenés que tener mucha teoría para poder conectar todo esto”, afirma. Y hay que conocer no sólo de vinos: “En los últimos años se sumaron cata de aceites, de tés, chocolates, trufas, crus de café… Cada vez estudiás más y cada vez sabés menos”. Mamá full time, puede cuando tiene un sábado libre lo puede dedicar completo a estudiar, pero si no optimiza el tiempo entrenando con aplicaciones, escuchando podcasts o viendo videos de YouTube.
“Pero en las competencias nunca sabés si llegás o no, porque podés hacer un muy buen papel, y por un punto pasa otro”, admite. Esta vez, el título volvió a estar en manos femeninas después de la victoria de Martín Bruno en 2017, la única edición –de las ocho que tuvo el concurso– en que ganó un hombre. ¿Esto significa que el de la sommellerie es un mundo dominado por las mujeres?
“Esto pasa solo en Argentina. En otros lados no es así, es muy machista el ambiente. Nosotros somos la excepción a la regla.No sé por qué somos más mujeres, si tendrá que ver con nuestra exigencia”, cuenta Gamber y recuerda que más de una vez, en el restaurante, “cuando el comensal pedía vino e iba yo, bajita y con mis hebillas, se quedaban esperando a un gordo viejo de nariz prominente. Por suerte, eso está cambiando”.
El jurado, evaluando la presentación de Gamper en la Usina del Arte. (Gentileza: Asociación Argentina de Sommeliers)
También, dice, está cambiando la percepción de la gente sobre el trabajo del sommelier, que el consumidor «está más abierto a escuchar y a probar”, y que se están tirando mitos, como que “el sommelier le quería vender el vino más caro”.
Pero el mundo del vino, cree Gamper, tiene que seguir derribando barreras, y una es la que de algún modo los mismos sommeliers contribuyeron a levantar. “Hay muchos referentes que simplifican y hacen llegar el mensaje re fácil, pero otros lo complejizan demasiado y el consumidor se aleja, y se va a la cerveza. Estamos fallando, y como sommelier me incluyo. Hablamos de oler piedras, de las calicatas (NdR: los pozos que se hacen para estudiar el perfil del suelo), pero a la tía Norma, como digo yo, ¿qué le importa la calicata? Sólo quiere tomar un vino rico”, dice en el único momento de la charla en que se pone vehemente.
¿Y qué es un rico vino? Según Gamper, la apreciación es absolutamente personal y no depende del precio de la botella. “No hay que saber cocinar para apreciar un buen plato: lo comés y está buenísimo. Con el vino es lo mismo”, plantea.
Bruno, el anterior campeón, había plantado bandera al defender el vino con soda. Gamper no lo acompaña –”porque siento que se diluye– pero sí hace otra defensa que puede sumar detractores: del hielo. “Sí, prefiero tomar toda la vida un vino con hielo que un vino que no esté con temperatura. Obvio que depende de qué botella. Pero que cada uno tome el vino como quiera”.
Fuente: Clarín