¿Cómo vamos a hacer para tener a los chicos en cuarentena y sin clases?, se preguntó Jimena Vigil, madre de dos hijos en edad escolar, una y otra vez durante las semanas previas a las vacaciones de invierno. Ella y su marido trabajan ocho horas por día. Al no estar habilitadas las colonia de vacaciones, lugar al que solían llevar a sus hijos en esta época del año, a Vigil le preocupa que sus hijos -Jazmín, de nueve años, y Joaquín, de cinco- vayan a pasar gran parte del receso invernal mirando una pantalla. Hasta se le ocurrió proponerle al colegio que organice una colonia propia, pero este se negó. «Estamos dispuestos a sacarlos a hacer la hora de salida recreativa siempre que sea posible, pero después tenemos que volver a trabajar y dejarlos solos, encerrados en el departamento», se lamenta.
En estas vacaciones de invierno no habrá teatros, cines ni excursiones. Tampoco visitas a la casa de los abuelos ni colonias. A diferencia de lo que se esperaba a principios de la cuarentena, como una vuelta a clases en junio, el receso invernal de la ciudad de Buenos Aires (CABA), que empieza mañana y se extiende hasta el 31 de julio, llegó antes de que los niños hayan podido volver a las aulas. En estos últimos cuatro meses ellos no pudieron ver a sus amigos, y tampoco podrán hacerlo durante las próximas dos semanas sin clases, como era de costumbre en esta época del año.
Aún así, sus vacaciones coincidirán con un aumento de las salidas recreativas junto a sus padres: a partir de pasado mañana, los menores de 16 años podrán pasear una hora por día los martes, jueves, sábados y domingos. La actividad volverá a extenderse la semana siguiente, con salidas todos los días.
Hoy, de hecho, al amparo de la temperatura amigable, ya se vio a muchas familias con chicos disfrutar de la víspera de las vacaciones al aire libre en distintos barrios de la Capital y el conurbano.
Para los especialistas, el cambio de hábitos propio de las vacaciones, que implica el relajamiento de las rutinas y los horarios, es necesario para el bienestar de los alumnos que cursaron de manera virtual durante este año. Pero dadas las circunstancias ligadas a la cuarentena, muchos padres, especialmente aquellos con horarios estrictos de trabajo, consideran que el cese de la actividad escolar es una complicación.
«Cuando me dicen que están felices porque llegan las vacaciones, yo les pregunto: «pero, ¿qué piensan que van a poder hacer?». Me encantaría proponerles algo distinto, pero no sé si voy a poder», dice Josefina Antelo. Ella y su marido son profesionales de la salud, trabajan tiempo completo y tienen tres hijos de 12, 10 y 8 años. A Antelo le preocupa que sus hijos pasen dos semanas sin actividades planeadas y sin poder organizarles salidas divertidas, como solía hacer.
Para la psicóloga infantil, maestra y madre Sabrina Niño, una de las claves para mantener el entusiasmo durante este receso invernal es intentar hacerlo parecer lo más «normal» posible. «Uno siempre tiene proyectos para sus vacaciones. También hay que planear estas. No tiene que ser nada estrambótico, sino algo simple que le de a los chicos una zanahoria a la cual perseguir», explica.
En su caso, ella y sus dos hijas, de seis y ocho años, están organizando una pijamada con carpa y película en el living de su departamento, en Villa Devoto. Según Niño, el receso de las actividades escolares y de los horarios estrictos es necesario y recomienda a los padres que intenten que sus hijos rompan esas estructuras para que logren sentirse en vacaciones, a pesar de la cuarentena.
Hace unos días, Niño escribió una publicación con recomendaciones para que los padres de sus pacientes apliquen durante las vacaciones. La psicóloga aconseja que los padres le fomenten las salidas recreativas a sus hijos, sin inculcarles miedo. «En este contexto, es muy común que los chicos desarrollen lo que se conoce como Síndrome de la Cabaña: como me quedo en adentro y adentro tengo confort y cuidado, el afuera implica un peligro, la enfermedad. Eso hace que muchos, cuando les proponen salir, digan que prefieren quedarse. Pero si no enfrentan ese miedo al afuera, la situación empeora», explica.
«Las chicas buscan volver a la normalidad -afirma Tamara Costanzo, madre de dos hijas de nueve y cuatro años-. La primera vez que hicimos las salidas les pregunté a dónde querían ir y me dijeron que querían pasar por el colegio». A diferencia de muchas otras madres, Costanzo estuvo esperando con ansias la llegada de las vacaciones de invierno. Ella es fotógrafa social. Trabaja, más que nada, en eventos. Es por eso por lo que cuenta con bastante tiempo libre desde que empezó la cuarentena. Para ella, el receso de invierno significa una pausa a la incómoda rutina de las clases por zoom y los cuadernillos de actividades de sus hijas. Ellas dependían significativamente de la atención de alguno de sus padres para poder llevar a cabo sus deberes, cuenta.
«Acá, en nuestra zona de Saavedra, hay muchas plazoletas. En estas vacaciones voy a aprovechar que estoy con poco laburo para poder dedicarle mi tiempo a mis hijas, salir a pasear y jugar con ellas. Las chicas lo necesitan y yo también», acepta.
Fuente: La Nación