La pandemia no dejó sector sin afectar, pero los efectos que produjo mundialmente en la cultura fueron devastadores: de acuerdo con un extenso informe de la UNESCO publicado en París el martes, aunque su elaboración comenzó dos años antes, con el inicio de la crisis del covid-19, se perdieron 10 millones de empleos, se precarizaron muchos otros, y la veloz transformación digital a través de la cual la cultura tuvo un crecimiento más amplio que el de otros sectores, convirtió el trabajo de numerosos artistas, como los músicos, en no sustentable. El informe detalla diferentes actividades en el campo cultural, como los museos que debieron permanecer cerrados, pero hace especial hincapié en la música.
“Ha surgido una paradoja básica”, señala en el informe el subdirector general de la UNESCO, Ernesto Ottone, “según la cual ha aumentado el consumo global de la gente y su dependencia de los contenidos culturales, pero al mismo tiempo, aquellos que producen las artes y la cultura tienen cada vez más dificultades para trabajar”. El informe del organismo de la ONU especializado en la educación, la ciencia y la cultura, titulado “Reformular las políticas para la creatividad” (“Re-Shaping Policies for Creativity”), reabrió el debate sobre empresas como Spotify, que después del caso de Neil Young está en la mira en todo el mundo, al señalar que así como nunca ha sido más fácil acceder a la cultura digitalmente, también nunca ha sido tan difícil para los artistas cobrar por su trabajo. La pandemia ha acelerado esta tendencia, ya que por un lado el aumento de los ingresos por todas las formas de streaming desde marzo de 2020 ha compensado la pérdida de ingresos en el sector presencial (ya sea en recitales, salas de cine y otros espectáculos públicos), ese dinero no ha llegado a quienes han perdido sus ingresos, esto es, los artistas mismos, el sector creativo.
En el informe, Ottone agrega que es urgente “replantearnos cómo construir un entorno de trabajo sustentable e inclusivo para los profesionales de la cultura y el arte que desempeñan un papel vital para la sociedad, en todo el mundo”. Esto es, que si los artistas se ven progresivamente obligados a cambiar de trabajo para sobrevivir, como viene ocurriendo desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020, las empresas que utilizan sus obras tampoco tendrán en el futuro material nuevo del cual alimentar la demanda.
De ese modo, el informe pide a los gobiernos que equiparen la protección laboral de los artistas y los profesionales de la cultura con la de los trabajadores en general, y sugiere un salario mínimo para los trabajadores de la cultura, así como mejores pensiones y subsidios de enfermedad para los autónomos.
“Inclusive en los países que cuentan con regímenes de seguridad social diseñados para los trabajadores autónomos o por cuenta propia (que constituyen una gran parte de la mano de obra de la economía creativa), una proporción significativa de estos trabajadores a menudo no tienen derecho a ellos”, señaló.
Desde que comenzó la pandemia, “las multinacionales de la red consolidaron su posición, y las desigualdades en el acceso a Internet se hicieron más significativas”, se asegura, y a continuación: “para la mayoría de los artistas, el entorno digital no proporciona suficientes ingresos para mantener una carrera profesional. Es necesario actuar para acortar la brecha de valor del streaming”, es decir, la disparidad entre el valor que las plataformas extraen de los contenidos y los ingresos generados por quienes crean e invierten en la creación.
El informe calcula que el valor bruto mundial de las industrias culturales y creativas se redujo en 750.000 millones de dólares en 2020, y que los ingresos de esas industrias se redujeron entre un 20% y un 40% en el mundo.
El informe pone como ejemplo el caso de Zimbabue, donde un tercio de la población accede a la música a través de servicios de streaming, pero casi el 70 por ciento de los músicos asegura que no obtienen ingresos del streaming. El informe cita a Deedo, una plataforma panafricana de streaming de música creada en 2017, que tiene más de 12 millones de canciones y es accesible en seis países africanos, además de Francia y el Reino Unido. “En cuatro años”, dice “Deedo no sólo se ha convertido en un actor clave en la industria musical africana, sino que también ha aumentado la visibilidad de los artistas africanos, al tiempo que ofrece un compromiso social a través de su iniciativa ‘Una canción, un alma’ (que dona 5% de cada suscripción a la organización benéfica que el usuario elija.”)
La UNESCO también señala que la igualdad de género es “una perspectiva lejana”, a pesar de que las trabajadoras representen 48,1% de los sectores de la cultura y el entretenimiento.
“Los datos sugieren que las mujeres siguen estando poco representadas en los puestos de liderazgo, tienen menos acceso a la financiación pública y su trabajo es menos visible y reconocido que el de sus homólogos masculinos”, para concluir que la pandemia puede haber afectado de forma desproporcionada a las mujeres artistas y profesionales de la cultura.
Otro aspecto abordado en el informe es de las cuotas de contenido nacional, señalando que un número creciente de países, como Canadá, Australia y Sudáfrica, están estudiando cómo hacer que los servicios de streaming se responsabilicen de proporcionar contenido local. Luego de que la Unión Europea dirigiera una nota a sus Estados miembros en la que estipulaba que los servicios de streaming como Netflix deben garantizar al menos un 30% de contenido europeo en sus catálogos, tanto Francia como España han avanzado con cuotas aún más altas. Desde luego, los efectos no son iguales ni por especialidad (como la música o el cine) ni por territorio. En nuestro país, algunos actores, guionistas y realizadores manifestaron que las empresas de streaming fueron las únicas que les permitieron continuar trabajando durante la pandemia, que provocó el cierre de las salas de cine.
Fuente: Ámbito