En la madrugada del 28 de junio de 1966, las Fuerzas Armadas desalojaron por la fuerza a Arturo Illia de la Casa Rosada.El golpe de Estado terminó con la gestión del presidente electo, que solo pudo gobernar durante dos años y ocho meses. A los militares que fueron a derrocarlo, Illia los llamó “salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada para tomar la casa de Gobierno”. Varias décadas después, el abogado y escritor Agustín Barletti eligió la peculiar definición “Salteadores nocturnos” para titular su novela histórica dedicada a la vida y la trayectoria política de Illia.
Publicada originalmente en 1998, ahora salió una segunda edición por la editorial De los cuatro vientos, corregida y aumentada con nuevos materiales como documentación desclasificada (por ejemplo, cables de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires enviados a Washington entre 1963 y 1966) y archivos de texto y sonoros del propio Illia.
Doctor en derecho constitucional graduado en la Sorbona (París), Barletti (Buenos Aires,1961) es editor del Suplemento Transporte&Cargo del diario El Cronista. Ha publicado los librosHazaña en Gibraltar (2012), Malvinas, entre brazadas y memorias (2019) y Periodismo especializado (2019). En diálogo con LA NACION, el autor contó qué lo llevó a narrar la vida de Illia y cuáles fueron los hallazgos más relevantes de su investigación.
“La familia Illia y la mía eran amigas y desde mi infancia tengo recuerdos con el gran demócrata. A principios de los años ‘80, siendo estudiante de Derecho, tuve la oportunidad de disfrutar varios encuentros cara a cara con Illia donde relató hechos poco conocidos de su vida. Luego de su fallecimiento, en 1983, me propuse escribir su historia y comencé a recopilar miles de documentos junto a horas y horas de grabaciones, tanto de su propia voz como de sus allegados, sobre todo de Emma Illia, su hija, a quien agradezco el valioso aporte. Sin embargo, había algo que me frenaba a la hora de ponerme a escribir”, recordó. “La incógnita se develó cuando comprendí que estaba acopiando material para escribir una biografía ortodoxa que terminaría bostezando en los estantes de las bibliotecas. Intenté, entonces, dar una pátina literaria a las descripciones, las escenas y los diálogos, aunque debo avisar que la gran mayoría de los personajes y acontecimientos narrados son reales y están documentados por distintas fuentes. La vida de Illia fue una aventura de pasión y de amor por el país, y así habría de reflejarla. Por eso decidí desprenderme de ataduras y rigideces; cambié el foco de análisis, y me consagré a trasladar esta novela de vida al papel y la tinta de una vida novelada”.
-Dice en la introducción que, entre la primera edición del libro, en 1998, y la actual, la figura de Illia creció. Cita encuestas que lo ubican entre las personas y los gobernantes más honestos. ¿A qué cree que se debe ese “crecimiento” de la imagen, dado que siempre se lo consideró uno de los pocos políticos honestos y austeros del país?
-El tiempo transcurrido, y las tragedias que vivió la Argentina luego del golpe de Estado del 28 de junio de 1966 que lo derrocó, acrecentaron su figura. Arturo Umberto Illia es el espejo en donde todos los políticos debieran mirarse. Fue honesto, pero también un gran administrador. Durante los mil días que duró su presidencia el PBI creció al 10 por ciento anual, el presupuesto para educación (24 por ciento) fue el más alto de la historia del país, casi sin inflación bajó el gasto público, redujo la deuda externa, consiguió en la ONU el triunfo diplomático más importante en la cuestión Malvinas, promulgó la Ley del Salario Mínimo Vital y Móvil, y en 1964 se convirtió en el primer jefe de Estado de Occidente en comerciar con China. Junto a su colega trasandino Eduardo Frei avanzó en la creación de una Federación Argentino Chilena con capital en la ciudad de Córdoba. En el subconsciente de los argentinos yace una idea: si un día fuimos capaces de elegir a un gobernante honesto y eficiente, podemos aspirar nuevamente a tener otro.
-¿Por qué cree que Illia quedó en la historia argentina con el mote de “tortuga”, más allá de la caricatura política de los medios de la época, y no se le reconocen sus logros personales como investigador científico y otros de su vida fuera de la política?
-El mote de “tortuga” fue parte de una campaña de prensa que generó el ambiente propicio para su derrocamiento. Luego, la zoología política nos mostraría que también existen los “cangrejos”, que ni siquiera van para adelante. Illia fue un hombre reservado y misterioso. No tuvo Secretario de Prensa porque consideraba demagógica la publicidad de los actos de gobierno. Lo mismo con su vida y sus logros que nunca quiso difundir masivamente. Este libro intenta sacar a la luz el perfil de un hombre que sigue envuelto en un nebuloso desconocimiento.
-¿Cuáles son los hechos de la vida de Illia menos conocidos por el público común?
-Pocos saben que vivió en Europa entre 1933 y 1934 y presenció el naciente fascismo al asistir a los actos públicos de Hitler y Mussolini. Hasta durmió un par de noches en un calabozo en Berlín por negarse a saludar con el brazo en alto a una patrulla de las SS. Luego, palpó de cerca las monumentales democracias de los países nórdicos y concluyó, por simple comparación, en las ventajas del sistema republicano. Casi nadie conoce que unos años más tarde, fue enviado al norte argentino a negociar con oscuros traficantes la compra de armas de rezago de la guerra chaco-paraguaya para defender al gobernador cordobés Amadeo Sabatini. Se lo conoce como médico rural cuando en realidad fue un investigador de primer orden que junto a Salvador Mazza cambió la teoría vigente hasta los años 30 respecto de la lucha contra el mal de Chagas.
Gran jugador de póker, amante del yoga, del budismo, y del pacifismo ghandiano, Illia también era un ávido lector, con sólidos conocimientos en filosofía, artes, historia universal y cultura general. Todos estos temas están desarrollados en esta novela histórica.
-¿Podría explicar la frase que da título al libro?
-A los militares que fueron a derrocarlo les dijo que no representaban las Fuerzas Armadas y que eran “salteadores nocturnos que, como los bandidos, aparecen de madrugada para tomar la Casa de Gobierno”. De forma premonitoria les anticipó: “Sus hijos se avergonzarán de lo que están haciendo; y mañana los señalarán por haber producido horas tristes en el país”. Años más tarde, la mayoría de los que participaron en el golpe expresaron públicamente su arrepentimiento.
Fuente: Natalia Blanc, La Nación