La Matemática siempre le resultó fácil. En el Colegio Nacional Buenos Aires, donde hizo el secundario, recuerda que muchos de sus compañeros sufrían la materia. A ella, en cambio, le divertía, y se la pasaba ayudándolos. “Para ese entonces, pensaba estudiar Educación pero en un test vocacional salió otra cosa. Me metí en la Facultad de Exactas de la UBA sin demasiada idea. Fue la mejor decisión”, le dice hoy a Clarín Alicia Dickenstein, la matemática argentina que este jueves ganó el premio L’Oreal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”.
Su CV tiene 24 páginas. Pero ella se presenta como “Alicia, una matemática que hace docencia e investigación”. Es doctora en Ciencias Matemáticas, investigadora superior del Conicet y especialista en Geometría Algebraica. Es profesora titular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y forma parte de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Argentina y la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
Este jueves, además, en el Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia, se transformó en la referente de América Latina galardonada por la Fundación L’Oreal y la Unesco con el prestigioso Premio Internacional “Por las Mujeres en la Ciencia”. Es la séptima argentina en 23 años en ser distinguida por su trayectoria.
Se formó en la escuela pública: desde la Primaria N° 16, Distrito Escolar II, de Sarmiento y Pueyrredón, en Once, hasta el doctorado en Exactas de la UBA. Tiene 66 años recién cumplidos. Está casada. Es mamá de dos y abuela de cuatro.
La Matemática le apasiona. Para ella, es mucho más que aprender fórmulas de memoria. “Es tratar de entender las relaciones entre los objetos para poder predecir comportamientos futuros. La abstracción, necesaria en el proceso, también está en el arte. Picasso dibuja una línea y en esa línea vemos una paloma completa. Lo mismo pasa en mi materia”, explica Dickenstein quien, además, publicó cuatro libros para chicos con la intención de fomentar el interés de las Ciencias Exactas desde la infancia.
Alicia Dickenstein es la séptima argentina en 23 años en ser distinguida con este premio. Foto: Fundación L’Oreal
A los 22 años, terminó la licenciatura en Matemática. Además de las Ciencias Exactas, le gustaba cantar y ese mismo año conoció en un coro a su actual marido. A sus 23, se casaron. Hacia la mitad del doctorado nació su primera hija y, al año de defender la tesis, llegó el varón. A sus 30, entró como investigadora asistente al Conicet.
Hoy se dedica a la Geometría Algebraica. “La aplico al estudio de las redes de señalización celular. Con la ayuda de la Matemática logro predecir el comportamiento de reacciones bioquímicas dentro de las células”, cuenta.
También utiliza estas herramientas para “predecir las singularidades de superficies o trayectorias”. “Las funciones son múltiples. Sirven, por ejemplo, para calcular la trayectoria de un brazo robótico que interviene en operaciones quirúrgicas”, sostiene.
Dice que gracias a las ciencias duras recorrió más de 30 países y hoy tiene amigos en varias partes del globo. “Nunca imaginé que iba a entenderme con gente de culturas diferentes con la Matemática como lenguaje común”, señala.
Habla de “brecha de género” y dice que recién de grande empezó a prestar atención a ciertos obstáculos con los que se había encontrado en su camino académico pero que, por suerte, no llegaron a frenarla.
Se acuerda de un profesor de renombre que una vez se cruzó cuando dejaba a su nena en la guardería de la Facultad de Exactas. “¿Usted tiene una hija, qué hace acá estudiando? Vaya a su casa a cuidarla”, le dijo. Alicia no hizo caso.
Cuenta que, con los años, la situación de las mujeres en la ciencia fue cambiando “para bien”, que la discriminación más obvia hoy no se permite y hasta se repudia pero que las mujeres siguen estando en desventaja.
“Ojalá mi experiencia y la distinción L’Oreal-Unesco ayuden a revertir esta realidad. Se necesitan más mujeres en la ciencia, espero motivar a chicas y jóvenes a estudiar Matemática u otra carrera científica. Es importante que sepan que hay un lugar para ellas y que pueden llegar muy lejos”, cierra Dickenstein.
Fuente: Clarín