En la tumba yace una espada con empuñadura de bronce, otra hoja larga a la que le falta el puño, un cuchillo envainado, tres broches, una cadena, una hoz, y las piezas de un esqueleto en avanzado grado de descomposición. Pero esa colección de artículos funerarios y esos huesos parecen escapar a las nociones tradicionales de género en Occidente. La espada sugiere que la persona enterrada podría ser un hombre, pero las joyas y la hoz parecen indicar que se trata del cuerpo de una mujer. Además, esta persona, que vivió entre los años 1050 y 1300 de nuestra era, parece haber sido importante: fue enterrada vestida con las que por entonces seguramente eran costosas pieles de animal y sobre una suerte de edredón de plumas.
Poco se sabe de esa persona. Los investigadores no están seguros de si se trata de un líder o un combatiente, cómo fue su vida o cómo se percibía a sí misma. Pero según un reciente estudio de investigadores finlandeses y alemanes, habla de una persona con cuerpo de varón y cierto grado de riqueza o importancia, enterrada con vestimenta tradicionalmente femenina. Y eso despierta curiosidad e interrogantes sobre la fluidez de géneros en plena edad media. Para los especialistas, es posible que se haya tratado de una persona no binaria, que no era estrictamente hombre ni mujer.
Aunque gran parte de la arqueología y del mundo en general se siguen ajustando a una idea de género binaria, los investigadores de diversas áreas han demostrado hasta el cansancio que no todos nos identificamos con es clasificación rígida de masculino-femenino. “Y siempre fue así”, dice la autora Dianna E. Anderson. “Ser no binario no es un invento del siglo XXI. Tal vez recién ahora hayamos empezado a emplear esos términos, pero es simplemente ponerle palabras a un tema que estuvo dando vueltas desde siempre”.
Los géneros y las representaciones de los géneros que escapan a la idea estricta de hombre y mujer siempre han sido reconocidos, y a veces celebrados. El faraón egipcio Hatshepsut aparece inicialmente representado como una mujer y en imágenes más tardías, con un cuerpo musculoso y barba postiza. Y también está el caso de la persona nacida en Rhode Island, Estados Unidos, bautizada Jemima Wilkinson y que luego de una experiencia cercana a la muerte se hizo llamar Public Universal Friend y se dedicó a la prédica religiosa, cuyos primeros registros datan de 1776.
Tras las primeras excavaciones de 1968 en la reserva arqueológica de Suontaka Vesitorninmaki, en Hattula, Finlandia, los investigadores interpretaron el contenido de la tumba como posible evidencia de guerreras mujeres en la Finlandia medieval. La conflictiva presencia de objetos era tan desconcertante que algunos especialistas recurrieron a teorías actualmente desestimadas, como que tal vez en esa tumba habían sido enterradas inicialmente dos personas.
Pero un nuevo estudio publicado el mes pasado en el European Journal of Archaeology tal vez haya resuelto el misterio. Los cromosomas del cuerpo eran probablemente XXY, lo que indicaría que la persona tenía cuerpo de hombre y tenía síndrome de Klinefelter, aunque uno de los autores del estudio señala que el ADN estaba en muy mal estado de conservación. Los hombres nacidos con síndrome de Klinefelter tienen un cromosoma X más, lo que puede producir niveles muy bajos de testosterona, infertilidad y otros trastornos médicos.
La identidad de género no puede deducirse de los cromosomas de una persona, pero las diferencias genéticas pueden afectar la apariencia de una persona, y a su vez la forma en que es percibida. La mezcla de artículos tradicionalmente masculinos y femeninos junto a los restos de esa persona obligó a interrogarse sobre su género. “Muy probablemente esta persona tenía aspecto de hombre, pero se vestía con ropas de mujer, y no hay manera de saber cómo se identificaba o percibía a sí misma”, dice Ulla Moilanen, arqueóloga de la Universidad de Turku, Finlandia.
Moilanen dice que junto al equipo de investigadores evitaron usar el término “intersexual”, porque eso puede referirse a una persona congenitalespocodefinidos,queno es la idea que intentan transmitir.
Y en cuanto a decir que los restos pertenecen a una persona no binaria, Moilanen explica: “Sé que a algunas personas ese término los enfurece, pero consideramos una manera bastante neutra de describir a este individuo”.
El pensamiento binario en los géneros y su expresión no es una experiencia unilateral en todas las culturas o períodos históricos, dice Michael Bronski, autor de A Queer History of the United States. En la realeza, los hombres siempre se adornaron con joyas y maquillaje. Los sacerdotes y religiosos eran vistos como “no masculinos”, en un sentido sagrado. Las mujeres de clase trabajadora en otro tiempo hacían labores que más tarde fueron consideradas exclusivamente masculinas.
Bronski dice que aplicar el lenguaje actual a otros tiempos y culturas no suele ser útil. En este caso, más que referirse a la persona recuperada de esa tumba como “no binaria”, un término actual, sería más adecuado hablar de sexo o género indeterminado.
La tumba de Finlandia no es el único hallazgo arqueológico que obliga a pensar el modo en que las sociedades antiguas conceptualizaban el género, dice Moilanen, pero es la primera en su tipo que se descubre en Finlandia.
Diversas investigaciones discrepan a la hora de explicar si los individuos que no encajaban claramente en el género binario eran aceptados o rechazados en esa sociedad “masculina y guerrera”, como describe el nuevo estudio a la Finlandia medieval.
Moilanen agrega que este estudio debería incentivar a los investigadores a preguntarse qué tan flexibles eran las normas de género en diversas sociedades y de qué manera se fueron flexibilizando.
Anderson remarca que el hallazgo es significativo para las personas no binarias, porque confirma que sus identidades no son tan solo una tendencia actual. “Somos una variación natural humana”, dice Anderson. “Esta es una experiencia real y genuina de nuestro género, y contamos con evidencia que data de hace siglos de que las personas no binarias siempre hemos existido”. Y señala que por cada caso documentado de una persona no binaria, probablemente haya habido incontables más que la historia no recuerda.
Fuente: La Nación