Venía de ser coronada Miss Argentina y primera princesa en el certamen para Miss Mundo 1967 en Londres, premiada con una gira mundial como modelo con campañas por Australia, Francia, Alemania, Yugoslavia y España para distintas marcas, de tomar el té con la reina Isabel y todo con tan solo 19 años… Y un día, cuando la cordobesa María del Carmen Sabaliauskas se radicó en Nueva York promediando la década del 70, sonó el teléfono de su departamento. Del otro lado escuchó la voz de Dean Martin, quien recurrió a la agencia de modelos que la tenía contratada y pidió permiso para llamarla. Además de presentarse y saludarla de manera cordial, le dijo:
-Quiero que seas la imagen de tapa de mi próximo disco. Se va a llamar “Solo tengo un corazón” (I have but one heart).Ads by
María permaneció en silencio unos instantes, luego aceptó honrada y agradeció al actor y cantante nacido en Steubenville, Ohio. Enseguida averiguó más acerca de él, que ya era un consagrado. Le agradó saber de manera inesperada que provenía de una familia sencilla, que alguna vez había sido un simple obrero en una gasolinera y que era hijo de inmigrantes italianos. Es que María Elena, su madre, también tenía esa descendencia. Le hizo recordar además que Jonas, su papá, de origen lituano, llegó a la Argentina allá por 1929 como peón de limpieza de un barco escapando de la invasión rusa.
Juan, su hermano menor, quien hoy vive en Río Cuarto, Córdoba, describe que ese detalle de interesarse por los orígenes de Dean Martin la llevó en aquel momento a rememorar su infancia. “Estaba muy agradecida y emocionada. Es que nosotros, si bien nacimos en Sampacho, nos criamos en Malena, un pueblo de apenas doscientos habitantes. Mi mamá trabajó como empleada en casas de familia, mi papá era ferroviario. No teníamos luz ni agua corriente. Sacábamos el agua a baldes con una bomba de mano y nos alumbrábamos con un farol a kerosene. Teníamos una fiambrera para el invierno que conservaba la carne. En verano no podíamos usarla, había que comprar todos los días porque si no los alimentos se echaban a perder. Mi hermana era chiquita, tenía ocho años cuando le decía al querido ‘Viejo Orellana’ cuando miraba al cielo y se entretenía viendo pasar los aviones a chorro: ‘Yo un día voy a aprender a manejar y me voy a ir en uno de esos’, le confiaba al ‘Viejo Orellana’ con su inocencia de niña. Lo bueno es que no se quedó en palabras, con el tiempo lo logró”, resume Juan.
De Córdoba al mundo
María del Carmen llegó a Buenos Aires a los 17 años. Vivía en la calle Camargo en Villa Crespo, en una pieza de un segundo piso de la vivienda de un lituano, paisano del padre, y compartía el baño que estaba en la planta baja. Lo único que le importaba era estudiar, como cuando vivía en Malena y en el mismo colegio cursaba el bachiller a la mañana y el comercial en el turno tarde.
Ya instalada en capital estudió Derecho en la Universidad de El Salvador y se sumó al staff de modelos de Jean Cartier para solventar sus estudios. Medía 1,75 metros y sus medidas eran 90-65-95. Primero fue Miss Córdoba, luego Miss Argentina coronada en Mar del Plata, y logró llegar a primera princesa en Londres en el concurso para Miss Mundo 1967, apenas detrás de la peruana Madelaine Hartog-Bel.
Cuando se instaló en los Estados Unidos se inscribió en la Universidad de Columbia para continuar con su carrera de abogacía. Y se enamoró de la astronomía y la aviación. Por eso obtuvo su título como piloto comercial y privado y la habilitación psicofísica y el certificado de radio-operador en menos de un año.
“Le pusieron una víbora en el simulador de vuelo para que se asustara”
Regresó a Buenos Aires intentando cumplir otro sueño: ser piloto de Aerolíneas Argentinas, que había llamado a concurso para tal fin. Cuando se presentó intentaron ignorarla. Como contaba con 1568 horas de vuelo realizadas como capitán o copiloto en los Estados Unidos no bajó los brazos y logró una entrevista con el presidente de la empresa, quien le dijo que “el público argentino no estaba preparado para innovaciones”.
“Recuerdo que estaba Basilio Lami Dozo en la Fuerza Aérea y no la quería como piloto en Aerolíneas. Cómo habrá sido la resistencia para que llegara una mujer que en el simulador de vuelo le pusieron una víbora para que se asustara y renunciara a su propósito. ¿Sabés qué dijo mi hermanita? ‘A mí no me van a jorobar con una culebrita de cuarta’. Jajaja, se dieron cuenta de que no la iban a poder apartar y no les quedó otra que contratarla”, detalla Juan Sabaliauskas. Así llegó a convertirse en la primera mujer piloto de línea aérea en nuestro país.
Su hermano agrega respecto al carácter de María: “Era dura y disciplinada; yo más soñador. Cuando la eligieron Miss Argentina fui con un amigo desde Lanús donde yo vivía a visitarla para festejar después de ver el concurso por la televisión. Legamos a las dos de la mañana y nos retó: ‘Qué hacen acá a esta hora que mañana hay que ir a trabajar y yo tengo examen y mucho que estudiar’, repetía mientras intentábamos abrazarla. Estaba recién consagrada y en lugar de festejar se puso a releer sus apuntes y libros, increíble”.
Amor y muerte
Luego volvió a los Estados Unidos donde seguía capacitándose. Ya hablaba cinco idiomas. Fue a vivir a Albuquerque en Nueva México y conoció a Jeff Swan, fotógrafo de profesión, de quien se enamoró. Se casaron pero no tuvieron hijos. En esas tierras María se reencontró con una gran amiga, Shakira Baksh –mujer del actor Michael Cane-, quien fuera elegida segunda princesa en aquel concurso para Miss Mundo 1967 en Inglaterra -cuando ella resultó primera princesa-. Otro de sus objetivos fue poder llevar a sus padres a vivir con ella a los Estados Unidos y pese a las dificultades pudo concretarlo.
En 2011 no pudo superar una enfermedad cardíaca, problema de salud que padecía gran parte de su familia, y murió. Jeff, su marido, arrojó parte de sus cenizas desde el aire, a bordo de un avión, en California. Luego viajó hasta Córdoba para entregarle el resto a Juan, hermano de su amada María, apasionado escritor que contará la historia familiar en un libro que promete conmovedor.
Cuando se reencontraron en Malena, ambos se abrazaron fuerte, miraron al cielo como lo hacía María del Carmen de niña, soltaron alguna que otra lágrima y coincidieron: “Acá estamos unidos. Sabemos que nos estás observando. Gracias por ser una apasionada y brindarnos tanto amor”.
Fuente: Miguel Braillard, La Nación.