Todo lo que hay detrás del beso “no consentido” de Blancanieves

En tiempo de feminismo. José Emilio Burucúa, Mauricio Kartun, Diana Maffía y Rafael Spregelburd rechazan la “cancelación” pero analizan la demanda.

Le tocó a Blancanieves, por estos días, salir de su universo de ensueño y enfrentar una encendida polémica a causa del famoso beso que le da el príncipe para salvarla de la maldición de la madrastra, mientras ella está inconsciente.

Eso, en la versión de Disney, porque no es el que figura en el cuento original de los hermanos Grimm, publicado en el siglo XIX: fue un añadido que la factoría de Walt añadió ya en su película de 1937 y que le valió a su fundador un Oscar Honorífico, en 1939.

Ahora, el beso es cuestionado: la reapertura de Disneyland en California, que en uno de sus espectáculos culminaba con la ya famosa escena del beso, revivió un debate latente, en tiempos del Me too.

A través de los años. Blancanieves, en la producción de Walt Disney de 1937. Foto AP

A través de los años. Blancanieves, en la producción de Walt Disney de 1937. Foto AP

“La besa mientras ella duerme y, por ende, no puede ser amor verdadero si solo una persona sabe que está sucediendo. Enseñar eso a los niños no está bien”, plantearon Julie Tremaine y Katie Dowd, dos periodistas del San Francisco Chronicle y autoras del artículo que encendió la polémica.

Desde esta óptica, el beso podría ser interpretado, más que como un gesto amoroso, como una forma de intromisión e, incluso, violencia. Sobre ese argumento se montaron quienes pidieron su cancelación, por tratarse de “un acto no consentido”.  

En tiempos de reivindicaciones feministas, claro, el debate tuvo su eco y lectores de todas partes salieron a cuestionar el hecho de que el personaje masculino selle los labios de la joven en estado de inconsciencia.

Las críticas cobraron tanta fuerza que incluso uno de los históricos de Disney, Jim Shull, con más de 30 años en la compañía, salió esta semana en Twitter en defensa de la empresa.

“A la gente, por supuesto, se le permite que no le guste la historia, pero el equipo hizo un trabajo espectacular”, argumentó. En la versión original, el personaje se salva porque expulsa el trozo de manzana de su boca.

¿Es atendible, finalmente, el cuestionamiento al beso, entonces? ¿Y qué ocurre con otras ficciones infantiles o relatos clásicos que pudieran contener mensajes interpretados como misóginos o incluso violentos? ¿Es viable pedir su corrección o cancelación, o cabe respetarlos tal cual son? Que opinen los que saben.  

Burucúa: interpretaciones

“Las interpretaciones de lectura hay que aceptarlas, por supuesto, y van variando a lo largo de la historia, pero eso no implica que las ficciones pierdan valor, además hay un núcleo duro que se resiste”, analiza José Emilio Burucúa, ensayista e historiador del arte.

“Por ejemplo, nosotros ya no podemos leer Edipo Rey pasando por alto la visión freudiana, antes se leía de otro modo –grafica-, pero el núcleo de la historia es el mismo: lo que hace de esa trama algo poético. Y su valor se revela en su extraordinaria plasticidad, ensu fenomenal disponibilidad para las relecturas; en la manera en que podemos leerla como una lección para la existencia. Después, cada uno puede interpretar lo que quiera, en cualquier momento».

La imagen conocida. Blancanieves, y los siete enanitos, en la versión de Walt Disney de 1937. Foto AFP

La imagen conocida. Blancanieves, y los siete enanitos, en la versión de Walt Disney de 1937. Foto AFP

El estudioso se pregunta: «en este caso ¿qué es lo que piden aquellas que cuestionan? ¿La prohibición? ¿cómo vamos a llegar a ese extremo, incluso en la versión de Disney? Si hay señalamientos, bienvenidos sean: incluso si consideran que hay cierta monstruosidad en algún final. ¿No quieren darlo a leer en las escuelas, quieren cambiar el matiz de un espectáculo? Que lo hagan. ¿Tienen una interpretación moral diferente? Bienvenida. Pero el relato sigue teniendo el mismo valor que antes y hay que respetarlo tal como es; las interpretaciones seguirán variando en el tiempo.”  

Burucúa también subraya que el cuento original, nacido de las tradiciones que recogieron los hermanos Grimm, es un clásico que seguirá circulando, interpretándose, leyéndose, vendiéndose y «todo lo demás, es coyuntura».

Porque «No pueden censurarlo, ni éste relato ni ninguno» argumenta. «Con este criterio, ¡prohibamos las novelas victorianas porque las mujeres eran sumisas! Es una locura –dice-, yo quiero saber cómo vivían entonces, cómo entendían las relaciones. Puedo contrastar una visión con el presente, pero no cancelar el pasado, eso es absurdo”.

“Los relatos se respetan tal cual son: puedo contrastar una visión con el presente pero no cancelar el pasado, eso es absurdo.”

"Los relatos se respetan tal cual son: puedo contrastar una visión con el presente pero no cancelar el pasado, eso es absurdo."

José Emilio Burucúa

ENSAYISTA E HISTORIADOR DEL ARTE

Piensa que “incluso, el ‘beso no consentido’ puede estar hablándonos del ideal romántico de los años 30, 40 o 50 en Hollywood, ¿por qué deberíamos cancelarlo? Además, también se podría hacer una lectura muy feminista de este cuento: Blancanieves consigue superar a su madrastra y sus hermanastras y el príncipe es bastante pavote»

Para Burucúa, «el núcleo es la lucha por el amor del padre, el tema de la envidia, de modo que el beso es lo de menos: el núcleo duro se sostiene, y tiene que ver con problemáticas universales».

Y destaca a una figura: «El leñador, que no mata a Blancanieves y engaña a la madrastra –a quien le entrega vísceras de un animal muerto-, representa a aquel que además preserva su humanidad frente al despotismo y la crueldad; es un relato maravilloso”, concluye.

Kartun: razones atendibles

El dramaturgo y director teatral Mauricio Kartunotra voz autorizada, también recuerda que las interpretaciones que le caben a obras de la literatura y el arte se van resignificando a lo largo de la historia. Pero considera que las reacciones del feminismo son atendibles.

“Que se resalten hoy determinados valores, que se reaccione ante otros, permite sacar a esas obras de su sopor estético, de su rigidez de museo –plantea-. Es darle un sentido a su presencia hoy como testimonio nada menos que de la evolución de las costumbres».

Según Kartun, «la moral no es otra cosa que la ciencia de las costumbres. Poder observarlas en el recorrido de una evolución que trae nuevos derechos es darnos la chance de entender desde niños su condición dialéctica. Y la necesidad de esa rebeldía imprescindible en cada uno, que es la que minuto a minuto se levanta en la historia contra formas injustas y cuestiona sus tesis en busca de nuevas síntesis”, introduce.

“Que se resalten hoy determinados valores y se reaccione ante otros, permite sacar a esas obras de su sopor estético”

"Que se resalten hoy determinados valores y se reaccione ante otros, permite sacar a esas obras de su sopor estético"

Mauricio Kartun

DRAMATURGO Y DIRECTOR DE TEATRO

Según el dramaturgo, uno de los más reconocidos a nivel nacional, “las sociedades tienen una inteligencia narrativa a la que deben acudir a cada momento para encontrar respuestas al presente: «para eso están las narraciones, para permitir entender desde su mito, no para moralizar desde el ejemplo de sus viejas costumbres.”

Pero, dice, “lo horroroso es justamente esa cancelación que la saca de circulación, que la niega, que borra el pasado tal como fue y le miente al presente una condición inamovible. Que sugiere a nuestra inteligencia narrativa que las cosas siempre fueron iguales, que no hubo luchas para evolucionar. Ese es el horror de cualquier cancelación artística por el estilo.»

Los clásicos. piensa Kartun, «deben ser vistos en su contexto histórico. Otra cosa muy diferente es si hago hoy, por ejemplo, una versión de El mercader de Venecia trasladada al presente, sin referencia en absoluto a su original: naturalmente la mirada sobre el usurero Shylock resultaría allí un acto de oscuro antisemitismo. Porque dejaría de ser el relato de lo que fue -la prohibición a las tribus judías de toda actividad comercial o profesional que les dejaba entre las pocas chances la de traficar moneda- para simular un relato de lo que es hoy».

En ese caso, dice, «es necesaria, naturalmente, la adaptación-. Quien adapta lo hace, justamente, instalando su punto de vista en el contexto del sistema de costumbres vigente. Y en este caso no hay cancelación porque lo que se toma de aquel relato es su mito eterno y no sus detalles temporales.”

Maffía: la oportunidad de pensar

Doctora en Filosofía e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Diana Maffía también se suma al debate: “Es verdad que los cuentos clásicos tienen siempre aspectos moralizadores, premios y castigos, modelos de heroísmo y de protagonismo que no sólo son lesivos  para la igualdad entre varones y mujeres sino que naturalizan muchas otras desigualdades. Pero la censura me parece un gesto violento, que sólo se justifica en casos extremos ante situaciones de riesgo cierto grave”. 

Para la pensadora, chicas y chicos «no son sujetos pasivos, y es importante siempre acompañar la lectura con una mirada lúdica, imaginativa, crítica de su parte. El cuento es una oportunidad para el diálogo y la reflexión».

Pensar, por ejemplo, «muchos estereotipos en esos cuentos: el binarismo, la blancura como belleza, la heterosexualidad como modelo amoroso, la riqueza y la pobreza como fatalidad. Todo eso puede ser puesto en cuestión, imaginar cómo sería de otra manera, qué pasaría si fuera el príncipe el que está dormido… Encuentro eso mucho más provechoso que la censura», plantea.

“El estereotipo de que el varón es activo y la mujer pasiva lleva a considerar que sólo la voluntad de él cuenta y nosotras sólo ‘esperamos el príncipe azul’.”

"El estereotipo de que el varón es activo y la mujer pasiva lleva a considerar que sólo la voluntad de él cuenta y nosotras sólo ‘esperamos el príncipe azul’."

Diana Maffía

DOCTORA EN FILOSOFÍA E INVESTIGADORA

La autora subraya, de todos modos, que “dicho esto, hay un problema muy grave al que apunta la propuesta y es el de ignorar el consentimiento en un vínculo sexual: el estereotipo de que el varón es activo y la mujer pasiva, lleva a considerar que sólo la voluntad de él cuenta y nosotras sólo ‘esperamos el príncipe azul’».

«Ese modelo de amor romántico como única expectativa -dice Maffía- hace de las mujeres personas vulnerables, cuyo éxito o fracaso se juega en lo íntimo y en ‘ser elegidas’. Pero, además, establece un campo de conquista -y los términos bélicos ligados a lo amoroso son elocuentes- donde sólo cuenta la voluntad activa del varón.»

Según Maffía, «los varones no son educados emocionalmente para ser receptivos y empáticos con los sentimientos y expresiones de aceptación o rechazo de las mujeres. Unos cuantos signos de ‘levantar la barrera’ alcanzan; es así en el abordaje de la seducción o en la evaluación de una violación en un juzgado penal, y esto requiere cambios de sentido muy persistentes, para que se tome en cuenta la voluntad de las mujeres. Tomarse en serio que dos personas libres deben prestar su consentimiento en todas las instancias”.

 Spregelburd: un error grosero

“Me parece algo ridículo el debate, recuerdo haber visto algún meme hace poco y era muy elocuente: ‘si se preocupaban por un beso no consentido, esperen a darse cuenta de que…para el príncipe Blancanieves está muerta’”, dice divertido Por su parte, Rafael Spregelburd, dramaturgo, director y actor: 

“La versión del cuento de Disney: habla de cómo las industrias culturales meten mano de manera reiterada sobre estas ficciones clásicas.”

"La versión del cuento de Disney: habla de cómo las industrias culturales meten mano de manera reiterada sobre estas ficciones clásicas."

Rafael Spregelburd

DRAMATURGO, DIRECTOR TEATRAL Y ACTOR

Y agrega: “lo que creo es que la corrección o la anulación de las ficciones del pasado es un error grosero: son una fuente de información extraordinaria sobre cómo se vivía, qué se consideraba ‘normal’ y ‘moral’ en una sociedad en un momento determinado, y cualquier corrección sobre eso me parece una peligrosa intervención sobre la memoria, más que una voluntad de ser justos con el presente».

Por otro lado, dice, «hay algo muy curioso en la versión del cuento de Disney: habla de cómo las industrias culturales meten mano de manera reiterada sobre estas ficciones clásicas, lo que hace que se desdibuje en un punto la mirada autoral”.

Otros relatos y películas cuestionadas

A lo largo de los últimos años, otras novelas para adultos, tanto clásicas como modernas suscitaron relecturas críticas, entre ellas Lolita, de Vladimir Nabokov, que narra la relación entre un pedófilo y una menor.

“Está escrita de tal modo que consigue hacernos olvidar que está mal violar niñas”, decía la escritora Laura Freixas en el diario español El País. Y también marcaba que “todas las mujeres mayores que aparecen en el texto, especialmente si tienen poder, resultan ridículas y odiosas”.

Otro clásico de la literatura como Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, también fue vivamente criticado por el hecho de que su protagonista femenina confía toda su felicidad en la esperanza de casarse con el galán de turno.

E incluso en el terreno del cine, hay películas de éxito actualmente señaladas por su sesgo machista, entre ellas, El irlandés, de Martin Scorsese, fue criticada porque el personaje de Anna Paquin solo pronunciaba seis palabras.

Érase una vez en Hollywood, de Quentin Tarantino, fue señalada por la violencia que en ella se ejercía sobre un par de mujeres. Y Richard Jewel, de Clint Eastwood, por mostrar a una mujer periodista acostarse con una fuente a cambio de información.

Al francés Michel Houllebecq llegaron a decirle que su novela Serotonina(2019) había sido “escrita con el pene”.

Las controversias muchas veces apuntaladas por el movimiento feminista, exceden a Blancanieves, un relato, que se cree, en el origen pudo estar basado en la historia real de la de princesa alemana María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, aunque otros apuntan a la figura de Margarethe Von Waldek, una joven alemana que jugaba desde pequeña con siete niños que trabajaban en las minas y habían envejecido de manera prematura.

Fuente: La Nación