En una valija de 4 kilos que rueda muy pegada al cuerpo del investigador Mario Guzman, casi como si fuera una extensión de su propio brazo, viaja por el mundo una de las joyas de la robótica de estos tiempos. El cerebro de Sophia, la humanoide más famosa del mundo.
Un prodigio que, al llegar a destino, se ensambla a un cuerpo metálico y le da forma a un robot de casi 1,70 metro de altura que puede moderar una conferencia de prensa, hacer una obra de arte digital, dar los resultados de comicios electorales, responder preguntas y mirar directo a los ojos de cualquier persona que le hable.
El realismo de su rostro, capaz de imitar 62 gestos humanos, recrea uno de los escenarios repetidos de la ciencia-ficción: la empatía hombre-máquina.
Sophia conquista a todos los públicos y hasta logró que un país, Arabia Saudita, le otorgara ciudadanía. También brilló en el ciclo 60 Minutes e hizo un dueto con Jimmy Fallon en el célebre The Tonight Show.
Y en el mundo de la moda elogiaron su sonrisa de dientes sintéticos. Fue tapa de las revistas Elle (Brasil) y Cosmopolitan y se presentó en la Semana de la Moda, en Nueva York. En las redes, gana seguidores en su cuenta @RealSophiaRobot y, además, incursionó con éxito en el arte digital. Una de sus obras, en colaboración con otro artista, se vendió en casi 700 mil dólares.
Sophia: a imagen y semejanza del ser humano.
¿Es sólo un robot famoso o llegó para inaugurar una nueva era? Para averiguarlo, Viva entrevistó a su creador, David Hanson, fundador de Hanson Robotics, la empresa de ingeniería robótica, con sede en Asia, que se dedica a desarrollarla, y a Mario Guzman, quien durante dos años (antes de la pandemia) se encargaba de programarla, ponerla en funcionamiento y llevarla a presentaciones en distintos países.
Podemos enseñarles a los robots, del mismo modo en que aprenden las personas, a comprender y entender la condición humana.David Hanson
De la escudería Disney
Pasada la medianoche de Hong Kong, después de un día de reuniones, evaluaciones y, seguramente, tormentas de ideas, David Hanson se asoma por Zoom al mediodía argentino. No suele dar entrevistas directas a todos los medios, pero le interesó hablar con Viva por su “importancia regional”.
Con 51 años, de jopo prolijamente recortado, tiene el aspecto juvenil al que parecen aferrados las nuevas estrellas del star system tecnológico: Elon Musk, Mark Zuckerberg o Jack Dorsey (cofundador de Twitter), por citar algunos.
Se puede advertir que está rodeado por una decoración minimalista y muestra, pese a su hora local, un gran entusiasmo por contar qué espera de Sophia, su creación, de aquí a 10 años.
“Para derrotar al mejor jugador de ajedrez del mundo y para muchas otras funciones, la inteligencia artificial (IA) hoy está preparada. Pero en lo que hace a una auténtica inteligencia creativa, la IA no aprende del mundo como lo hacen los seres humanos. Por eso, en diez años, Sophia podría tener una capacidad muy fuerte, pero restringida, tal vez con la capacidad general de un niño. Y no creo que vaya a ser el único ejemplo de IA. Habrá muchos. Al mencionarte esto, no necesariamente estoy haciendo una predicción. No sé cuándo se producirán los avances que ayudarán en el progreso de Sophia. Podrían transcurrir diez o quince años. O tal vez cincuenta o cien, nadie lo sabe”, dice Hanson.
Sophia ha sido programada para desarrollar tareas artísticas.
Y agrega: “De lo que sí estoy seguro es de que por medio de herramientas humanas con las que contamos hoy, podemos enseñarles a los robots, del mismo modo en que aprenden las personas, a comprender y entender la condición humana, aunque eso no necesariamente signifique que lograrán saber todo lo que pensamos”.
Nacido en Dallas, Estados Unidos, Hanson estudió en la Universidad del Norte de Texas y en la Escuela de Diseño de Rhode Island. Está formado como diseñador e investigador robótico.
Eso lo llevó primero a trabajar en Disney para hacer animatronics de algunos de los personajes de sus parques. Se especializó en esa tarea y luego siguió el camino de la investigación. Por eso hay mucho de ciencia, pero también de arte en su concepción de la robótica. Tal vez allí está la clave de la exitosa Sophia: es un robot, una androide, pero se ve como algo más. Algo agradable.
Muchos proyectos robóticos de hoy no están diseñados para hacer a los robots más humanos. Son parecidos en su arquitectura cerebral, pero no en su forma y entonces no aprenden del mundo como lo harían las personas.
David HansonPlay VideoWill Smith intenta seducir a la humanoide Sophia
Bienvenida Audrey Hepburn
En 2013, Hanson logró fusionar sus ideas estéticas con la formación estrictamente robótica del investigador Ben Groetzel y juntos le dieron forma a Sophia, inspirados en la actriz Audrey Hepburn y en Nefertiti, la legendaria reina de Egipto. Una especie de mujer cálida, pero con carácter. Se ve bien, pero lo que marca la gran diferencia con otros robots como ella, considerados sociales, es su mente artificial.
Sophia está dotada de una tecnología que le permite aprender. No es el primer robot con esa capacidad, pero sí el que tiene mecanismos más sofisticados para hacerlo. Estrategias que están en continuo desarrollo y evolución.
¿Sin límites? Responde Hanson: “Ella aprende, para aprender no hay límites, pero quienes le enseñan son humanos. Y a menudo nosotros, como seres humanos, tenemos que evaluar una situación sin necesariamente estar involucrados. Por ejemplo, tenemos que entender el fanatismo y el racismo para poder rechazarlos, para poder lidiar con situaciones difíciles en el mundo. Mi esperanza es poder enseñarle a Sophia la bondad para que pueda advertir la diferencia entre las personas que son bondadosas y las que no, y así pueda elegir bien”.
Este «autorretrato» de Sophia se vendió en casi 700 mil dólares.
“Muchos proyectos robóticos de hoy no están diseñados para hacer a los robots más humanos . Son parecidos a los hombres y mujeres en su arquitectura cerebral, pero no en su forma y entonces no aprenden del mundo como lo harían las personas, no atraviesan las etapas de desarrollo como lo haría un humano. Siento que al desarrollar a Sophia con su aspecto humanoide, ella puede empezar a ayudar a la sociedad hoy mismo”, explica Hanson.
S.O.S Sophia
Ayudar a la humanidad, entonces, es una de las tareas que podría cumplir Sophia en un mundo futurista. ¿Pero de qué forma?
“Sus capacidades pueden tener aplicaciones en terapias, servicios, en el campo artístico… Además, Sophia es sólo uno de muchos robots que hemos desarrollado en Hanson Robotics. Su hermana mayor, Alice, que es lo que se conoce como Robot FACE (Facial Automation for Conveying Emotions, Automatización facial para transmitir emociones), desarrollado por la Universidad de Pisa, en Italia, es un ejemplo del uso de estos robots en este tipo de investigaciones. Sophia ya es útil para esas aplicaciones y lo seguirá siendo en el futuro: puede ayudarnos a entender mejor a los humanos y a los robots”, dice Hanson.
“En Pisa –continúa el creador de Sophia–, Alice ha ayudado en el estudio de las terapias para el autismo. Y su hermano Zeno ha prestado servicios también en muchos estudios similares. El robot Grace, otra de sus hermanas, además, colabora en los estudios de atención sanitaria para los ancianos”.
David Hanson, creador de Sophia.
“Efectivamente, los humanoides están evolucionando de la mano del avance de diversas tecnologías como el procesamiento de imagen, la inteligencia artificial y músculos artificiales, entre otros tópicos”, comenta Gonzalo Zabala, experto argentino en Robótica, autor del libro Robots o el sueño eterno de las máquinas inteligentes (Sigo Veintiuno Editores).
Y ensaya lo que vislumbra de la relación humano-robot en el futuro. “Estos desarrollos se enmarcan en lo que se conoce como robots sociales. Esa diferenciación se hace porque, desde el punto de vista funcional, aún no son demasiado útiles para cumplir diversas tareas. El ser humano tampoco lo es. Es decir, desde el punto de vista mecánico, el humano es bueno para hacer un montón de cosas, pero no es muy bueno para ninguna. Las ruedas son mejores que las piernas en terrenos llanos. Las pinzas de los brazos robóticos tienen más fuerza y seguramente serán más versátiles que las manos y los dedos humanos. Por lo tanto, en relación al cumplimiento de diversas tareas, los robots especializados en ellas, como las aspiradoras, lavarropas, vehículos, brazos robóticos y dispositivos industriales, son más efectivos”, comenta.
Y rescata a los robots como Sophia: “El desarrollo de humanoides, en este momento, está orientado a las funciones sociales como el espectáculo, la recepción, la provisión de información, de compañía. Sophia, finalmente, es un caso de este tipo”.
El laboratorio de Hanson Robotics en plena acción.
A tu servicio
En el sitio de Hanson Robotics, hay una enumeración detallada de lo que puede y podría hacer Sophia. Aseguran que puede ayudar en la medicina y en la educación, y también en la investigación de Inteligencia artificial (IA). El deseo de sus creadores es: “Un futuro, en el que la IA y los humanos vivan y trabajen juntos en amistad y simbiosis para hacer del mundo un lugar mejor”.
El investigador y profesor Mario Guzman es una de esas personas que ya son parte del universo de Sophia. Mexicano, pero afincado en la Argentina, ahora en el barrio de Núñez, vive aquí desde 2005, cuando decidió venir al país para estudiar Letras en la UBA.
Luego obtuvo una Maestría en Estética de las Artes Electrónicas, en la UNTREF. Y se quedó. Hoy, entre varias actividades, y su labor remota en Hanson Robotics, da clases en esa universidad en la materia Pensamiento no-lineal: lenguajes, obras y código.
Antes de la pandemia, estuvo codo a codo con Sophia. Viajaba con la robot para asistirla en sus movimientos y presentaciones. Llevaba su cabeza de 4 kilos en una valija a la que no perdía de vista y hasta pasaba momentos complicados cuando enfrentaba los controles de aduana.
“En ese tiempo, mi trabajo consistía en llevarla, programarla, repararla y asistirla, tanto en su funcionamiento como al público para generar una experiencia fluida y memorable. Además de esas tareas, también diseñaba interacciones, proponía mejoras para el software o la interfaz”, cuenta Mario Guzman.
“Viajamos por 45 países, recorrimos 1.230.987 de kilómetros, conocimos presidentes, príncipes, reyes, ministros, inventores, leyendas de la música y del mundo de Internet”, enumera con precisión. Entre esas celebrities se encuentran el creador de la WWW, Tim Berners-Lee, el cantante de U2, Bono Vox, y el actor Will Smith, sólo por citar algunos.
Después de tantas exposiciones, charlas, entrevistas y exposiciones, podría decirse que la relación entre Guzman y Sophia ahora es artística. Y les va muy bien.
“En este momento ayudo a la robot en sus exploraciones artísticas a partir de distintos procesos relacionados con Maching Learning (N. de la R.: esa disciplina que trata sobre la posibilidad de que las máquinas aprendan). Por ejemplo, participé en las presentaciones discursivas de su última obra NFT (archivos únicos, basados en el blockchain, la tecnología de las criptomonedas)”, dice el experto.
La obra NFT fue un verdadero suceso hace dos meses cuando se vendió en 688.888 dólares. Se trata de un proyecto inédito, porque es la primera realizada en colaboración entre inteligencia artificial (Sophia) y un artista humano, el italiano Andrea Bonaceto. Se llama Sophia Instantiation y es un archivo de video de 12 segundos que muestra la evolución del trabajo de la robot con el artista digital.
David Hanson anticipa que, en julio, la robot tendrá su propia muestra de arte. Es decir, continuará con sus obras digitales, una especialidad en la que el récord es del artista (humano) Beeple, quien puso en venta su primer tuit y lo subastó, en Christie’s, en 69 millones de dólares.
Sophia de cuerpo entero: mide 1.70.
El River-Boca de la Robótica
En el mundo de los robots sociales, donde Sophia se está destacando, hay también otros jugadores. El japonés Hiroshi Ishiguro , una de las mentes brillantes del mundo de la Robótica, es el creador de Erica, una robot que tiene un aspecto tan realista que hasta protagonizó una película.
Si hay dos equipos fuertes compitiendo por la gran Copa de los Robots Sociales, son los de Hanson y los de Ishiguro. Sus creaciones no dejan de sorprender por su realismo y habilidades. Ishiguro hasta se animó a desarrollar un androide que tiene exactamente su propia apariencia, una especie de clon cibernético. Hanson prefiere seguir un camino menos provocador.
“Tengo la esperanza de que robots como Sophia beneficien al mundo de la ciencia robótica, pero también sirvan para mejorar la vida de la gente e impulsen a los chicos a que sigan la carrera de Robótica e investiguen sobre inteligencia artificial. La combinación de seres humanos e IA trabajando juntos puede ser más provechoso que trabajar de manera independiente. Eso, además, puede ayudar a que las personas se unan. La idea de hacer esto como forma artística, de crear esta interfaz de aspecto humano, es poder re-humanizar la experiencia de interactuar con nuestras tecnologías”, comenta Hanson, a una hora en la que en Hong Kong, desde donde conversa con Viva, ya casi no hay persianas abiertas.
Y entonces, ¿alguna vez habrá en las casas un robot como hoy hay una computadora?
Asegura Hanson: “Estamos rediseñando la arquitectura de un nuevo producto, Little Sophia. Una versión de Sophia que es expresiva y camina. Tiene unos 30 centímetros de altura, múltiples expresiones y es totalmente programable. También esperamos relanzar al Profesor Einstein (un robot con una cabeza que emula la del gran físico). Por ahora, otros robots tipo Sophia no tienen plena capacidad para ser útiles y son muy caros. La IA tiene que evolucionar aún más para que sea útil en el hogar. También tenemos que mejorar su tecnología de fabricación para reducir su costo. Pero, con el tiempo, creo que van a ser buenos en las casas”.
Fuente: Clarín