El Titanic se hundió el 14 de abril de 1912. En ese entonces llevaba a 2.240 personas a bordo, de las cuales solo se salvaron 705. La tragedia se volvió famosa por la película de James Cameron, pero mucho antes que ella, los relatos de algunos sobrevivientes dieron cuenta de los errores que cometió la tripulación. Ese fue el caso de Frank Winnold Prentice, quien reveló la verdad de cómo se pudo haber rescatado a más personas de la catástrofe.
En 1979, Frank concedió una entrevista al medio británico BBC, en la que habló sobre sus recuerdos en el entonces transatlántico más grande y lujoso de la época. Con 23 años, el hombre ingresó como parte de la tripulación y asistió a los viajeros en todo momento, incluso durante el final del Titanic.
Al adentrarse en las sensaciones de aquella noche, el hombre, que ya tenía 90 años, describió el impacto del barco con el iceberg. Según recordó, fue un choque en seco y no golpeó a la masa de hielo como se retrató en el film. Por un instante todo se detuvo y cuando el Titanic siguió su paso, la mayoría especuló con que no había daños.
Horas más tarde, se tomó conciencia de lo sucedido y el caos cobró intensidad. Fue allí cuando se cometió el error más grave, en términos de Prentice, porque los primeros botes salvavidas se lanzaron al agua con pocas personas, ya que temían que se hundieran por el peso. Fue así que las mujeres y los niños que alcanzaron a subirse a estos transportes, se alejaron del buque a medida que este se sumergía.
Prentice se quedó hasta lo último, cuando solo quedaban dos botes salvavidas y una muchedumbre de gente que intentaba escapar como sea. Allí se encontró con dos de sus compañeros, Kieran y Ricks. Y los tres debatieron por un lugar en la canoa, lo cierto es que los tres terminaron por no subir.
Entre el desastre, perdió a Kieran y en cuanto a Ricks, lo acompañó hasta su muerte mientras ambos flotaban en el agua helada. Para Prentice el cálculo fue equívoco y, desde su perspectiva, en lugar de a 705, pudieron salvar a 1178 personas.
Cuando los barcos salvavidas regresaron por los sobrevivientes, muchos de ellos ya estaban congelados. En su lugar, Prentice aguantó lo más que pudo, gracias a un chaleco que una mujer le cedió y un tapado. El bote número cuatro lo rescató, que se quedó cerca del Titanic para esta labor.
En la memoria del hombre persistió hasta sus últimos días aquella tragedia, en la que su reloj de bolsillo se detuvo las 2.20 de la madrugada, cuando se dio inicio al horror.
Cuando Frank Winnold Prentice llegó a Nueva York, de inmediato regresó a su Inglaterra natal, donde se alistó para trabajar en el Olympic, el buque hermano del Titanic, solo que más chico. Allí se desempeñó como marino mercante e incluso participó en la Primera Guerra Mundial. Se mantuvo activo en el mar hasta 1920.
Gracias a la fama que ganó por ser un sobreviviente del Titanic, dio múltiples charlas y entrevistas. A principios de la década del 80, participó del documental Titanic: A Question of Murder, donde afirmó que pudo oler el hielo mucho antes de que el barco colisionara con el iceberg. El hombre murió el 19 de mayo de 1982, a la edad de 93 años.
Fuente: La Nación