Sergio De Loof: “Soy el Almodóvar argentino”

Rey del under en los 90, fue artífice de espacios como El Dorado, Morocco, Bolivia y Ave Porco. Hoy se lo homenajea en el Museo de Arte Moderno.

Antes de encenderse el grabador, el entrevistado saca una hoja para enumerar todos los tópicos de los que quiere hablar en la nota. Inédito. Y así lo expone:

Tema 1: Fenómeno del arte y la moda, un panorama del año ‘89 (“¿Podríamos aburrir a los lectores con historias viejas?”, pregunta).

Tema 2: La teoría de los mundos paralelos, de por qué no soy famoso.

Tema 3: Hice un reality show en Río de Janeiro y se estrena en el BAFICI (“Es que el que lo filmó me pidió que le haga prensa, quiere que ponga nombre y apellido”).

Tema 4: Para debatir: Ya no quedan lugares de vanguardia (después de lo que pasó en Cromañón).

Tema 5: TV basura (“No, no, no, de eso mejor no hablemos”).

Tema 6: Por qué no uso celular (“Ah, ¡además, tampoco tengo Netflix!”).

Tema 7: Mamá. (“Haceme hablar de mamá, que murió, así lloro en un momento de la nota, ¿qué decís?”).

Tema 8: Proyectos: el museo de los ‘80 (“Es un delirio que tengo hace mucho”).

Con ustedes, Sergio De Loof. Un personaje disparatado, un outsider de la moda, un provocador. Se lo podría rebautizar como Sergio “Del Off”: el artista que hizo toda su carrera por fuera del circuito comercial. Desde los márgenes, se autoproclamó “el Rey del under” durante los años ‘90 y fue artífice de espacios excéntricos como Morocco, Ave Porco, El Dorado y Club Caniche, donde sus principales estrellas eran gays, lesbianas y travestis.

Introdujo una nueva estética en la noche porteña, que continuaba el linaje de la de los ‘80, ésa en la que brillaron figuras como Omar Chabán, Batato Barea y Geniol en Café Einstein, Cemento y el Parakultural.

La muestra de De Loof es en el Moderno: San Juan 350, CABA. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

Hoy, con los pies en el siglo XXI, confiesa que ve a dos chicos besándose en la calle y se emociona. “Me voy a ir de un mundo mucho mejor del que me encontré al llegar”, se enorgullece. “Y creo que hice lo más que pude por que sea así.”

Diseñador de moda, videasta, fotógrafo, estilista, escenógrafo y pintor, actualmente está presentando una muestra (¿Sentiste hablar de mí?) en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (“el Moderno”, ex MAMBA), en la que le rinde tributo a todos los bares/boliches/restaurantes que montó.

Hay 9 salas que recrean la atmósfera de los espacios que moldeó a su gusto, con cuadros, videos (material restaurado de las películas en que actuó), paredes recicladas, vestuarios y cuadernos con anotaciones personales.

“Me dijeron que gasté más que Marta Minujín”, se ríe De Loof, sentado en un sillón con un vaso de whisky en la mano, en un descanso del montaje de la muestra (que está abierta hasta abril). La propuesta llegó por parte Victoria Noorthoorn, directora del lugar, que un día lo llamó y le dijo: “Quiero que el mundo te conozca”.

¿Para quién pensaste la muestra?

 Aparte de dedicársela a la gente que me odia, se la dedico a la gente que me quiere. Le quiero ofrecer un lugar de placer, un lugar que se sientan bien (¡me voy a poner a llorar!), como si uno de ellos hubiera logrado algo de esto. Yo soy uno de ellos, que podría no ser nadie. Tengo la suerte de tener ciertas ideas divertidas o no-sé-qué, pero para mí lo más lindo sería que fuera una fiesta para la gente.

¿Quiénes son “ellos”? ¿Sería la gente del under?

Me refiero a las personas que no son críticos de arte, ni otros artistas que me celan. Tengo un nombre, tengo apellido, soy de clase media, no terminé la secundaria: soy como cualquier persona. No tengo títulos, no soy curador de museo. Soy autodidacta, hice la calle y llegué acá. La gente se fascina con que pueden ser ellos los que llegaron acá, se ponen felices y lo comparten conmigo. Yo siempre hice moda para pobres y feos.

No tengo títulos. Soy autodidacta. Siempre hice moda para pobres y feos.

Sergio De Loof

ARTISTA

En una entrevista con el polémico bloggero Rodrigo Cañete dijiste que esta muestra era una “venganza”. ¿Por qué?

Uy, Cañete, ¡No me hagas hablar de eso! Esta exposición llega después de varios años en los que no produje tanto. Hace poco vi un discurso de Lucrecia Martel en el que se largó a llorar como cinco veces hablando de Almodóvar. ¿Y sabés qué me pasó a mí? Me puse a llorar también, pero pensé: yo me siento el Almodóvar argentino. No hice cine, pero ocupé ese lugar. Las peores travestis, las más horribles, de esas que se inyectan aceite de avión en las tetas, eran guardarropas mías. Las primeras drag queens, los pobres, los heroinómanos… Estábamos todos ahí en El DoradoNo hubo otra persona acá tan Almodóvar como yo. Que lo discutan, que digan que soy un agrandado, pero él fue para España lo que yo fui para Argentina. Gran titular para la nota, ¿no?

Veremos… Otra teoría tuya: que te anticipaste a la estética de Palermo Soho. ¿Cómo es eso?

 Palermo Soho lo inventé yo. En 1989 abrí Bar Bolivia y le puse ese nombre porque era como ponerle “Cucaracha” o “Rata”, como decir algo horrible. Era un lugar punk, todo colorinche, pero divertido a la vez. No recuerdo bien cómo me animé a ese nombre en esos años.

A los 57 años, Sergio De Loof logró la primera retrospectiva de su obra en Buenos Aires. Sergio de Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

A los 57 años, Sergio De Loof logró la primera retrospectiva de su obra en Buenos Aires. Sergio de Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

¡Ahora se llama así un local de ropa!

Y ahora está re-de moda, pero en ‘89 era una lo-cu-ra. Yo quería llamar la atención, como con todo lo que hago. Para mí, Palermo Soho son los chetos de San Isidro que caminaban hacia la avenida Corrientes y no llegaron, ni llegarán nunca. Por eso se establecieron en Palermo y pusieron ahí disquerías, librerías y bares. En un momento había una moda de que los chetos consumían vanguardia, pero ya no. ¡Si no, yo estaría lleno de trabajo!

Made in Lanús

De Loof se define como “una negrita de Remedios de Escalada”. Tiene 57 años y dos documentales que le rinden culto a su figura de pionero. Uno de sus máximos sueños fue haberle dado la mano al diseñador francés Jean-Paul Gaultier.

Fanático de Madonna y el arte kitsch, creó lo que él llamó “Trash Rococó”– es decir, un barroco basura– y lo implementó en una serie de desfiles que alguien calificaría de “bizarros”, hechos con materiales que rescataba del cottolengo Don Orione. Una charla con él es un viaje en el tiempo que incluye anécdotas con nombres tan disímiles como Humberto Tortonese, Santiago Artemis y Fernando Trocca.

Una obra de Sergio de Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

Una obra de Sergio de Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

Bar Bolivia fue su primera criatura. Surgió como respuesta al Parakultural (“Una noche fui y vi que todos vomitaban vino de cartón”) y Cemento (“Eramos 12 amigos, no teníamos un mango y Chabán no nos dejaba entrar”).

La hiperinflación alfonsinista se morfaba las billeteras de la gente y su propuesta fue un lugar de comida barata, vino en damajuana y cigarrillos Achalay de regalo. Quedaba en San Telmo (“San Telmo Soho”, se mofa hoy) y coqueteaba con estéticas barriales y latinoamericanas en épocas de pizza con champán.

Más adelante, organizó desfiles performáticos –Latina Winter by Cottolengo Fashion (1989), Encantadores vestidos (1990), Cualquier Chanel (1994) – y ayudó a abrir más espacios estrafalarios como El Dorado (1991), Morocco (1993) y Ave Porco (1994). Así se ganó la corona de “Rey del under”, aunque hoy a la distancia tenga sus reparos: “No me atrevo a decir que el Rey soy yo porque hubo muchos unders, no puedo no respetar a tipos anteriores a mí como Omar Chabán o Sergio Aisenstein: el mío fue un under de suetercito verde chicle”.

Una escena de la pelicula que filmó con Sebastián Orgambide en 1990 .

Una escena de la pelicula que filmó con Sebastián Orgambide en 1990 .

Revista disco

En 1997 cofundó la revista Wipe, que se conseguía en discotecas y tenía el tamaño ideal para guardarse en el bolsillo y seguir bailando. Con tres colegas se repartían la cantidad de páginas para escribir/diseñar lo que quisieran en ellas, con la banca del RRPP Javier Luquez. Allí nuestro protagonista podía tomar una foto de una gaviota e intervenirla con su lista de compras del supermercado (“queso, paleta, fósforos, pan lactal, patys”) o imponer el slogan “- MAL”, parodiando a la película +Bien de Eduardo Capilla.

¿Un pionero de los memes? “Nos auspiciaban marcas como Carolina Herrera y nunca nadie me puso una censura: yo podía hacer cualquier cosa, que la plata aparecía igual. Nos tomaban como artistas, nosotros sentíamos que éramos la Factory de Andy Warhol.”

En la muestra del MAMBA se exhiben todos los números de la revista (que todavía sigue funcionando digitalmente en la web) y diarios personales de Sergio, donde suelta frases y pensamientos como “¡Qué porquería el mundo del arte!”, que hoy suele postear frenéticamente en su muro de Facebook, lleno de signos de exclamación/indignación. ¿Le llegó al Rey del under su consagración “mainstream” y estatal?

La curadora de la exposición, Lucrecia Palacios, explica el trabajo que le tomó hallar videos, fotos y obras de las épocas pre-Internet y celular. “Hicimos dos muestras al mismo tiempo”, dice. “Acá está toda la trayectoria de Sergio; hay un relato antológico en relación a su vida con la moda, los boliches, los desfiles y la revista Wipe, pero también funciona como una gran obra de arte suya, porque fuimos pensando con él cómo tenía que ser cada una de las nueve salas. Un montón de cosas que hoy se hicieron hegemónicas, Sergio las trabajaba desde mitad de los ‘90 y la muestra da cuenta de eso. Hizo visibles muchas experiencias de esa época, empoderando un montón de disidencias corporales y sexuales. Fue un precursor.”

Paladar aristocrático + gusto popular: ésa es la formula de De Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

Paladar aristocrático + gusto popular: ésa es la formula de De Loof. /Martin Bonetto y Esteban Leyba.

Al artista, la convocatoria del museo porteño no le creó ningún tipo de conflicto moral como “militante del underground”. “Mientras no me sienta una prostituta, estoy bien. Y acá no me siento así. No me estoy prostituyendo; yo me estoy cogiendo al museo”, piensa.

¿Cuál será su próxima locura? Algo ya tiene en mente. “De acá me van a echar en unos meses, pero en el futuro me gustaría hacer un Museo De Loof permanente, como el de los Nenúfares de Monet en París, ¿me entendés? Que los turistas puedan ir a un museo del under de los ‘80 y yo esté ahí cremada… ¡o momificada!”, sueña, tratándose como una mujer póstuma.

Fuente: Clarín