No importa en qué rincón del país vivan ni a qué escuela vayan. En los centros urbanos, los y las adolescentes de distintos contextos socioeconómicos coinciden en que la educación secundaria está en crisis y es fundamental transformarla.
Estudian por obligación y no por interés; no le ven sentido a gran parte de lo que aprenden y resumen su preocupación en una frase: «Es nuestro futuro el que está en juego». Las cifras oficiales así lo reflejan: hoy, la mitad de los estudiantes secundarios no egresan en tiempo y forma.
En ese contexto y en el marco del mes de la educación, LA NACION convocó a alumnos de escuelas públicas y privadas de la Ciudad y el conurbano para conocer sus reclamos y propuestas para mejorar la educación. Una de las principales demandas -así lo evidencia las pruebas Aprender 2017- es la necesidad de que se aborden contenidos que consideran claves: desde la Educación Sexual Integral (ESI) hasta cuestiones vinculadas con el medioambiente, la formación en habilidades digitales, la preparación para el mundo laboral, la participación ciudadana y temáticas de actualidad que los interpelan.
«La escuela no puede ser una burbuja: tiene que estar en consonancia con lo que pasa en la sociedad y abrir espacios de debate para que los jóvenes podamos formar nuestras propias opiniones», Valentino Grizutti (18 años), Colegio Julio A. Roca N° 8 de 10 de la Ciudad.
Por otro lado, los estudiantes consideran que los métodos de enseñanza son obsoletos, con planes de estudio demasiado rígidos y que no contemplan sus individualidades. Piden hacer hincapié en un aprendizaje participativo y por proyectos; así como llegar al conocimiento desde la práctica, el pensamiento crítico, la reflexión y el debate. Además, exigen que su voz sea escuchada y poder participar de los espacios de toma de decisiones de aquellos temas que les incumben.
«La ESI es fundamental, porque es algo que nos sirve a todos: tendría que darse en todas las materias y los profesores deberían tratarla desde distintos puntos de vista. Algunas veces se toca cuando nosotros les preguntamos algo a los profesores, pero también nos gusta debatir»,Tamara Olivera (18 años), Secundaria N° 3, General San Martín.
«Solamente el 6% de los jóvenes participan de los centros de estudiantes: aunque hay una ley, no todos los directores los promueven y hay pocos. Estos espacios deberían ser un muy buen ensayo para la participación ciudadana», asegura Marcela Browne, coordinadora del área de educación de Fundación SES.
«Hay un interés de los pibes y las pibas de poder involucrarse en los centros de estudiantes y en la política juvenil en general. Me parece que hoy no tenemos los espacios institucionales como para poder participar en las decisiones que se toman en cada escuela. ¿Cómo puede ser que podamos votar a los 16, pero no participar de decisiones como a dónde se va a dirigir un subsidio que recibió la escuela?», Bruno Pellegrino (18), Esc. Técnica N°5, Avellaneda.
Pero eso no es todo. Los y las jóvenes hacen énfasis en las dificultades de acceso a la educación: el talón de Aquiles del abandono, la sobreedad y la repitencia. Un relevamiento realizado por la Fundación SES muestra cómo la falta de guardarías para los que son madres y padres, así como la necesidad de insertarse tempranamente en el mercado laboral o cuestiones vinculadas con infraestructura escolar, son algunas de las problemáticas.
«En mi colegio hay muchos problemas de infraestructura. Durante años tuvimos que usar baños químicos, porque las cloacas estaban tapadas. Este año, además, se desató un problema con el gas: no tenemos en ninguno de los pisos. En invierno, hace tanto frío que tenemos que llevar frazadas. En verano, hay chicos que se desmayan por el calor. Ningún chico debería sufrir estas condiciones para poder estudiar»,Zoe Olivares (17), Secundaria N° 15, Quilmes.
«La escuela debería ser el segundo hogar, un lugar que los incentive a quedarse, pero eso no está ocurriendo: la falta de infraestructura y mantenimiento es expulsor de los chicos», opina Marcelo Miniati, director ejecutivo de Cimientos. Un mayor acompañamiento durante las trayectorias educativas, es para él otra de las necesidades.
«Hay estudios que dicen que lo más importante para que una persona pueda estudiar es la salud mental, el autocontrol, y hoy eso no se trata en la escuela. ¿Cómo puede ser que aprender el teorema de Pitágoras sea más importante que tratar la depresión? Es frecuente el suicidio en adolescentes y es un tema del que no se habla. Lo mismo pasa con los trastornos de la alimentación», Catalina Carrau (17), Colegio Manuel Belgrano, CABA.
Los especialistas consultados coinciden en que, aunque en los últimos años hubo avances significativos en la transformación de la secundaria, queda un largo camino por recorrer. «Hay un punto clave que los estudiantes reclaman muchísimo, que es darle un sentido a la secundaria: hoy no lo están encontrando», resume Manuel Álvarez Trongé, presidente de Educar2050.
«Pasamos demasiado tiempo aprendiendo formas de decir algo de maneras muy sofisticadas para que parezca respetable y digno de ser escuchado, en vez de aprender contenidos que realmente valgan la pena. Nuestro sistema busca más uniformar que nutrirse de las diferencias. Lo que más vamos a necesitar es creatividad y pensamiento crítico», Yael Crupnicoff (17), Colegio Martín Buber, CABA.
Alberto Croce, director ejecutivo de la Fundación Voz, aporta: «No estamos escuchando casi nada a los jóvenes. Cuando se va a llevar adelante una política pública vinculada a la secundaria, los funcionarios llaman a los académicos y a los sindicatos, por ejemplo, pero es muy raro que convoquen a los estudiantes».
«En agosto se hizo el Primer Foro Federal de Centros de Estudiantes Secundarios y se planteó la conformación de una mesa federal a nivel nacional. Nuestros objetivos son: que todos los alumnos puedan acceder a la educación gratuita, que se cumpla la ley de centros de estudiantes y poder participar de las decisiones de políticas públicas vinculadas con la juventud y la educación», Melina Almirón de los Santos (16), Esc. Técnica N°4, Berazategui.
Salir a la comunidad
Salir de los muros de la escuela es otro de los desafíos de la secundaria: «La desconexión con el territorio es aún muy grande. Aquellas instituciones que lograron romper un poco eso son las que trabajan los aprendizajes en servicios, donde hay más articulación con la comunidad. Los alumnos piden una escuela comprometida con su entorno», dice Croce.
Un método de enseñanza demasiado expositivo, de conocimientos que se transmitiste de forma vertical, sin dar participación a los estudiantes, se contrapone a la necesidad de ir hacia metodologías más participativas, como el aprendizaje por proyectos y los debates.
«Los chicos tienen distintas formas de aprender. Yo, por ejemplo, me distraigo mucho y una profesora me explica usando dibujos, de forma más gráfica, a través de la computadora o el celular, por ejemplo. Creo que todos los profesores deberían fijarse más en la forma en que enseñan, y buscar métodos que se centren en las individualidades de cada alumno», Nahuel González (17), Esc. Técnica N°1, Santos Lugares.
Álvarez Trongé subraya que una de las mayores críticas de los estudiantes se vincula a la currícula: «Es un sistema muy enciclopedista que te enseña 12 o 14 materias. Si vos tenés que estudiar, por ejemplo, el ADN de la medusa, los jóvenes se preguntan ‘¿qué hago acá?’. Sobre todo porque pueden sacar el celular y tener esa información en un minuto».
El desafío es que la currícula se adapte a las capacidades, necesidades y talentos de los chicos. «Necesitan un buen docente, pero también un buen facilitador de esos conocimientos que hoy se distribuyen en forma distinta: ya no es como antes, que se subía a una tarima y era el tipo que tenía todo el saber», asegura el presidente de Educar 2050.
«Me gustaría que no nos juzguen tanto por cómo nos vestimos o cómo tenemos el pelo y que entiendan que algunos necesitan más atención que otros: en nuestro curso somos 40 y es difícil centrarse en cada uno. Debería pensarse en un futuro más próximo, no tanto en ‘el futuro de la educación’», Josefina Prati (17), Colegio Manuel Belgrano, CABA.
Que despierten su pasión, que los entusiasmen, es otro reclamo de los y las adolescentes. Para Cora Steinberg, especialista en educación de Unicef, los chicos tienen muchísimo conocimiento al alcance de la mano y el gran desafío de la docencia es poder acompañarlos a aprender a lo largo de la vida, generando condiciones de motivación y captando la diversidad de intereses que hay en un aula. «Eso requiere que los docentes estén acompañados de otra manera por las escuelas y revisar fuertemente su formación», sostiene.
«Desde que estoy en la secundaria, el sistema fue siempre el mismo: viene el profesor, escribe en el pizarrón, toma examen y uno tiene que aprobar. Los alumnos se aburren y los docentes deberían buscar la manera de que eso no ocurra. Hay docentes que se quedaron con métodos de enseñanza viejos y otros que incorporan unos más dinámicos y también la tecnología», Nahuel Soares (19), Secundaria N°3, San Martín.
Poder reflexionar sobre cuestiones vinculadas con la filosofía, la ética y la actualidad es otro pedido estudiantil. «Quieren profundizar sobre las preguntas más profundas: para ellos, la vida es aquello que sucede mientras estudian el ADN de la medusa», concluye Álvarez Trongé.
«Solamente un profesor que esté apasionado por su materia va a poder conectar sus contenidos con la realidad, y los alumnos entenderán que lo que aprenden tiene relevancia para su vida y su futuro. Para llegar al conocimiento verdadero, hay que desarrollar el pensamiento crítico y emocional», Joaquín Rotili (17), Colegio Saint Mary, San Fernando.
Fuente: María Ayuso, La Nación