La pandemia trajo consigo cambios y preocupaciones. El distanciamiento físico se transformó en una de las condiciones sine qua non para combatir la propagación del coronavirus. La ausencia de contacto desafía los deseos de interacción de las personas, pero también puede resultar perjudicial por una razón hormonal: la falta de segregación de la oxitocina, una sustancia química conocida como la hormona de la felicidad. ¿Su falta podría tener un costo psicológico y derivar en sentimientos de ansiedad, soledad, miedo y hasta depresión?
“Se trata de una hormona proteica que se fabrica en el núcleo del hipotálamo, la zona del cerebro que controla el estado de ánimo y el apetito, y viaja hacia la hipófisis para ser almacenada y liberada en función de ciertos estímulos como una actividad solidaria o placentera, ejercicios aeróbicos, una relación sexual o un simple abrazo. Participa del nacimiento (facilita las contracciones uterinas) y de la lactancia y funciona como antídoto para contrarrestar el impacto del estrés”, explica Laura Maffei, especialista en endocrinología clínica.
En medio de nuevas medidas restrictivas para enfrentar la segunda ola, que limitaron entre otras cosas las reuniones, expertos consultados por Clarín aseguran que el intercambio social, en cualquiera de sus formas, es vital para nuestro bienestar. De hecho, tres años atrás, en el Reino Unido se creó un Ministerio de la Soledad con el objeto de abordar la problemática como un asunto de estado.
En la misma línea, una de las investigaciones longitudinales más completas de la historia (“Estudio de desarrollo de adultos de Harvard”, dirigida por Robert Waldinger y practicada años tras año en 724 ciudadanos de Boston) demostró que las buenas relaciones con el otro nos hacen más felices y saludables y que la soledad es un mal contemporáneo mundial que no distingue edades.
“Cinco segundos de contacto físico, como un beso, caricia o palmadita en el hombro, estimulan la producción de oxitocina y en 20 segundos la sensación de bienestar queda activada durante un período de tiempo prolongado. En esta época de pandemia, quienes viven solos pueden reemplazar la falta de contacto físico escuchando la música que les gusta o cantando durante 20 minutos lo cual genera la misma oxitocina que un abrazo”, describe Celia Antonini, psicóloga especialista en depresión y escritora.
Alerta: cuándo se detecta falta de oxitocina
Los vínculos afectivos están atravesados por dimensiones culturales, históricas, emocionales y espirituales. Según el estudio de Paul Zak, profesor de ciencias económicas, psicología y gestión de Claremont Graduate University en California, la distancia social, producto del aislamiento de la cuarentena, produce un déficit de la oxitocina. Su falta puede acarrear la predisposición de la persona a la depresión o la falta de empatía, además de afectar a sus relaciones sociales.
“Esta hormona se puede medir en sangre, pero exclusivamente a nivel de investigación para comprender conductas tanto en animales como en seres humanos. Generalmente, bajos niveles se correlacionan con dificultades en los vínculos. Deriva en un comportamiento menos sociable, más regulado por el cortisol, con tendencia a la depresión”, señala Maffei.
En el consultorio de Antonini, todos los pacientes fueron afectados por la pandemia: “Aumentaron los síntomas de quienes padecían una patología previa y se desataron señales de ansiedad, angustia, nerviosismo, pérdida del incentivo, dejadez u otros cambios en el estado anímico en quienes no presentaban ninguna alteración. Los más afectados son chicos y adultos mayores».
¿Qué podemos hacer ?
Distanciamiento social no es aislamiento. “Sin embargo, impacta negativamente en la conducta y emociones si no logramos controlar el estrés crónico que provoca. Cuando los estresores se activan de forma intensa y prolongada, el impacto es negativo. El nivel y duración del estrés depende de la percepción que cada persona tenga de la realidad. Tenemos herramientas para controlar situaciones nuevas e impredecibles, generando un equilibrio entre el cortisol, la hormona del estrés, y la oxitocina», subraya Maffei.
La experta destaca que no tenemos que perder de vista que todo el entorno está atravesando la misma situación y, entonces, buscar formas de conservar las interacciones para aumentar los niveles de oxitocina. «Quienes gestionan mejor el estrés, gozarán de comportamientos más saludables”, remara.
Antonini también aconseja mantener la interacción con otras personas, como apoyarse en tecnologías que proporcionen un simulacro visual –Zoom, Skype y FaceTime– mientras se practica el distanciamiento social. “Hoy podés verte a través de una pantalla. El contacto virtual hace que las personas no se sientan tan solas ni caigan en la tristeza. Se puede hacer una videollamada, hablar con el vecino o el portero del edificio. Lo importante es que la gente pueda compartir sus sentimientos, manejar lazos sociales o estar atentos a los demás con acciones de solidaridad”, puntualiza.
La distancia y los más chicos
Un capítulo aparte merecen los niños, niñas y adolescentes, y cómo impacta en ellos el distanciamiento. “La oxitocina está vinculada al apego, sobre todo en etapas de temprana edad. La pandemia afectó a los vínculos afectivos, pero hay que considerar que el contacto es cultural. No es lo mismo en la sociedad argentina que en la japonesa», plantea Pablo Richly, director de CESAL – Centro de Salud Cerebral.
La capacidad de adaptación, entonces, dependerá de los recursos comunitarios. Pero en los chicos es más difícil esta compensación en la no presencialidad. Por ejemplo, en un adolescente que juega en Internet y chatea en línea impacta menos que en un niño de tres años acostumbrado a sociabilizar por medio del contacto.
“Los niños necesitan una docena de abrazos diarios para crecer sanamente porque generan una reacción positiva a nivel emocional, ayudando al buen funcionamiento cerebral”, define Antonini. Marisa Russomando, especialista en crianza y familia agrega: “El distanciamiento corporal, que no deja de ser afectivo, genera consecuencias en los chicos porque al acariciarlos o tomarlos de la mano les estamos facilitando la construcción de la identidad como un ser singular”.
Tristeza vs. depresión
La psicología define a la emoción como un sentimiento instantáneo de alta intensidad con expresión física y rostro propio. “La tristeza es la emoción que si se sostiene en el tiempo genera un estado de ánimo que puede llegar a la depresión», señala Marcelo Suárez, especialista en clínica médica y experto en conductas saludables. Richy destaca que se trata de un fenómeno con muchas teorías, pero pocas explicaciones y que puede generar ansiedad, angustia vinculada con el miedo a no poder estar o encontrarse con el otro.
Antonini define a la patología como un trastorno que hace que uno vea la vida negativamente y que aquello que le generaba placer deje de gustarle. “El sujeto pierde el deseo y es dominado por pensamientos negros. Se diagnostica cuando pasa más de 15 días corridos con un estado anímico caído y se cura en el 80 % de los casos si se sigue un tratamiento”, sostiene.
La señora Dalloway, un personaje profético y solitario de la escritora Virginia Woolf recita: “La comunicación es salud; la comunicación es felicidad”. Socialización a distancia, en tiempos de pandemia. “Irónicamente, las mismas tecnologías que a menudo culpamos por destrozar nuestro tejido social podrían ser ahora nuestra oportunidad de mantenerlo unido”, dijo alguna vez el psicólogo de Stanford Jamil Zaki.
Fuente: Clarín