El modelo de Clementina era 50 mil veces más grande que una computadora actual. Demoraba dos horas en encenderse y solía recalentarse
Cuando la instalaron a fines de 1960, debieron acondicionar el segundo piso del Pabellón I de Ciudad Universitaria, el único que por entonces estaba construido. Demoraron cerca de siete meses en armar un verdadero armatoste de 18 metros de largo, de dos metros de altura, cuyo encendido demoraba dos horas, gracias a cinco racks de energía que por sus dimensiones ocupaban una habitación lindera. A esa computadora Mercury -de fabricación británica-, que carecía de monitor y teclado y que usaba un complicado sistema de tarjetas perforadas, se la llamó Clementina. Su nombre no fue fruto de un capricho, sino que referenciaba a “Oh my Darling Clementine”, una canción norteamericana de 1863 que cuenta el drama de una hija de un minero que se ahoga y a la que no pudieron salvar. Esa melodía vino con los programas de muestra y la máquina la ejecutaba a través de una serie interminable de pitidos emitidos por un parlante.
Más allá de la rica historia que esta rudimentaria computadora encierra, la Universidad de Buenos Aires, en el año de su bicentenario, lanzó una joven Clementina, esta vez personificada en una chatbot de preguntas y respuestas rápidas, orientado a sistematizar y simplificar la información institucional. Esos 18 metros se resumen en un click en la nueva web de la universidad.
Esta plataforma digital de preguntas y respuestas automáticas permite a los que desean ingresar a la UBA acceder a toda la información sobre las 13 facultades y seis colegios, los trámites a distancia, los campus virtuales, la historia de la Universidad, las acciones del Bicentenario y todo lo relacionado al mundo universitario. A solo un click y posicionándose con el mouse en la opción deseada es posible resolver consultas en forma inmediata. Para la Clementina de la década del 60 esta acción le hubiese resultado un poco más trabajosa, ya que debía auxiliarse con los 14 gabinetes que conformaban su procesador más otros cuatro gabinetes cilíndricos magnéticos.
En la nueva página web, por su parte, se podrán encontrar las últimas noticias de la Universidad, la oferta académica y todo lo que hay que saber sobre la oferta de becas, inscripciones y trámites. El nuevo sitio contará con la identidad visual celebratoria del Bicentenario. “Clementina se enmarca en un importante esfuerzo que está haciendo la universidad de experiencia digital, para que en este bicentenario sigamos innovando en el campo tecnológico”, dijo el rector Alberto Barbieri.
La Noche de los Bastones Largos, durante el gobierno de facto de Onganía, significó un atraso en la educación universitaria, un freno a la investigación y el ocaso de Clementina
La vieja Clementina, en la que Manuel Sadosky y el rector de entonces, Risieri Frondizi, tuvieron mucho que ver para que uno de los 19 ejemplares fabricados llegasen al país, estuvo diez años prestando servicio a distintas dependencias del Estado y fue de suma utilidad en el campo de la investigación. Marcó el origen del Instituto de Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y en 1963 comenzó la carrera de Computador Científico, la primera en América Latina. El perfograboverificador era un extraño trabajo pero que asomaba como el futuro que se venía. Desde el estudio de la trayectoria del cometa Halley, pasando por el procesamiento de estadísticas y resolviendo cuestiones lingüísticas o de las ciencias económicas, todo se experimentó. A tal punto que a partir de su funcionamiento los investigadores de la facultad crearon el COMIC, el primer lenguaje de computación nacional, que reemplazó el Autocode, el sistema original de la máquina.
La nueva Clementina se suma a otros avances de la UBA en la mejora de los procesos internos, como el expediente electrónico, la firma digital, los trámites a distancia y la digitalización de los títulos para reducir los tiempos de tramitación.
Clementina no fue ajena a lo que sufrió la universidad durante la dictadura de Onganía. Luego del golpe de 1966 y después de la trágica Noche de los Bastones Largos, se terminó el presupuesto para la adquisición de piezas que se descomponían. Y cuando en 1971 se llamó a una licitación para adquirir una nueva, la voluntad política de entonces fue mucho más poderosa que los 18 metros de largo de la computadora que terminó desarmada, y solo la voluntad de algunos lograron rescatar algunas piezas. Ahora, la nueva Clementina no vino para competir con su ilustre antepasado, sino para dar respuestas acorde a la constante renovación tecnológica, donde con un click es posible acceder a un mundo que en 1960, en Argentina, ya se percibía cercano.
Fuente: Infobae