Mientras transcurre la cuarentena obligatoria por el coronavirus, Ricardo Darín se refirió a este momento histórico que atraviesa la humanidad y profundizó en cómo la crisis generada por la pandemia impacta en el escenario artístico, en el mundo del entretenimiento y también a nivel social. Además, compartió un mensaje para los empresarios.
“Nos toca ser en este momento uno de esos colectivos que no son considerados actividades esenciales. Es entendible, comprensible por otra parte, pero es controversial” señaló el actor de 60 años en una entrevista con History Channel, conducida por el historiador mexicano Alejandro Rosas. «Para la humanidad es un momento bisagra que muy pocas veces nos ha tocado vivir en carne propia, donde todos tenemos los pies parados en el mismo plato. Es una lluvia que nos está mojando a todos”, agregó. Y les pidió a los empresarios “que tomen clara consciencia de que son los que realmente pueden mover la aguja y producir un cambio importante”.
—¿Cómo ves a la comunidad artística frente a esta pandemia y frente a este encierro que ya lleva más de 50 días?
—Durante mucho tiempo la pregunta que circuló fue ‘¿cuál es la función del arte?’, y con este confinamiento hemos tenido la oportunidad de entender hasta qué punto la realización de películas y series, eventos artísticos musicales, conciertos y demás ayudan a la comunidad internacional a tener contacto con algo más allá de lo que nos sugiere este encierro. A que se nos abra un poco la cabeza, que nuestro corazón esté latiendo, que estemos en contacto con otras historias y lo que para mí es uno de los servicios más grandes que ofrece el arte en este sentido, que es reconocer que en las historias de los demás contadas por otras personas nos vemos reflejados. Nos toca paradójicamente ser en este momento probablemente uno de esos colectivos que no son considerados actividades esenciales. Es entendible, pero es controversial. Porque lo que pasa es que tenemos un stock de cantidad de series y de películas y manifestaciones artísticas que nos permiten suprimir nuestra actividad este momento, más allá de lo que significa económicamente. Yo tengo 60 años y nunca tuve la oportunidad de comprobar la importancia, más allá de la comunicación social y de la representatividad social, como en este caso del encierro.
—Viene una crisis mundial económica importante. ¿Creés que bajo esa circunstancia el entretenimiento, las artes y la cultura van a ser sacrificables o más bien podrían ayudarnos como sociedad a pasarla menos mal?
—Las dos cosas. Creo que a la hora de tener que elegir y tomar una determinación para preservar la salud de su gente, las distintas administraciones y los funcionarios probablemente coloquen a nuestra actividad en los últimos lugares de reapertura. Pero al mismo tiempo es esencial. Nuestro colectivo, el de los actores en particular, realmente se ve muy dolorido por este encierro. No nos olvidemos que cuando hablamos de actores, normalmente la injusticia que cometemos es focalizar sobre aquellos que son muy conocidos, pero esa es la punta del iceberg. Nos estamos olvidando de la gran cantidad de actores, muchos de ellos con grandísimo talento, que trabajan en elencos de comedias nacionales o municipales, en giras teatrales, ni hablar de la cantidad de programas de televisión, de ficción y demás, que se ven golpeados por este parate y eso es muy duro. Lamentablemente, creo que vamos a ser de los últimos porque la premisa fundamental es el distanciamiento social, y en los cines, teatros, conciertos, en los lugares que normalmente concitan la atención de la gente, se reúnen más de 500 personas bajo un mismo techo. Va a ser difícil que las artes estén en la primera línea de apertura.
—Junto a esta angustia, la risa también ha estado presente. ¿Tenemos que acudir a la comedia como una manera de tratar de relajarnos y hacer catarsis?
—Hay dos aspectos importantísimos de lo que acabás de decir. Una de las cosas que tuve oportunidad de leer es que el sistema inmunológico de cada individuo se nutre en gran medida de su estado de ánimo, o sea de su posibilidad de reír. Este es un aspecto que contribuye muchísimo al estado general de una persona. Y, por otra parte, el humor no terminó de transitar una de las pruebas más duras que ha atravesado, que tiene que ver con la necesaria, ineludible y tan justa lucha por los derechos de la mujer, el feminismo, que a nivel internacional ha establecido nuevas normas y pautas de conducta. Aquellas cosas que antes nos podían llegar a causar gracia, hoy en día están absolutamente vedadas, están tachadas. Así que el humor una vez más se ve atravesado por una gran prueba, cosa que yo venero, porque soy del humor inteligente. Me gusta reírme de mí mismo, nunca me gustó reírme del otro. Lo que ocurre a veces es que la exageración en el humor pretende precisamente señalar la injusticia. Eso lo hace mucho el humor negro, el humor ácido, el humor áspero. Utiliza una herramienta que, de acuerdo con cómo sea manejada, quién la lleve adelante, puede tener altura o puede ser muy baja. Yo creo que vamos a tener que redoblar esfuerzos para que el humor tenga el destino que persigue.
—¿Te has reído mucho en estos días de cuarentena?
—Tengo días. Esto es lo que nos está produciendo entre otras cosas este aislamiento, una irregularidad en nuestro estado de ánimo. Yo soy un privilegiado y no tengo derecho a quejarme prácticamente. Pero no puedo dejar de pensar en todas aquellas personas que están obligadas a tener un confinamiento, pero que al mismo tiempo están sufriendo una gran crisis económica y están angustiados por ver cómo van a salir de esta situación. Yo tengo la gran suerte de tener a mi mujer, Florencia, que tiene un gran sentido del humor y permanentemente me está buscando porque, como nos conocemos en profundidad, estamos tratando de no desentendernos de aquellas pequeñas o grandes oportunidades que tenemos de reírnos a carcajadas. Hay un ejercicio que los actores hacemos antes de subir al escenario para aflojar los músculos faciales y la bisagra de la mandíbula, que es reírnos a carcajadas obligatoriamente. Parece una locura, pero funciona. Y yo muchas veces lo propongo en esas familias en donde de golpe hay muchos integrantes, proponer la carcajada. Porque la carcajada es contagiosa y eso libera mucha energía y nos eleva mucho el ánimo. Hay mucha necesidad de reírnos en este momento.
—¿Te has puesto a pensar en una forma distinta de ejercer tu profesión actoral o replantear nuevamente la manera de hacer cine?
—Sí, sí. Estamos obligados a pensar en todas las opciones y posibilidades futuras. Los guionistas, los escritores, los autores que suelen estar acostumbrados más al confinamiento que nosotros, deben estar creando historias. Lo que cuesta mucho es imaginar un rodaje, por ejemplo, un set de cine, cómo va a ser la dinámica del trabajo. Pero seguramente le vamos a encontrar la vuelta. Estoy seguro que esto es un momento bisagra, y no solo para el arte escénico, para todos. Para la humanidad es un momento bisagra, porque tenemos los pies parados todos en el mismo plato. Es un sentimiento de fraternización como pocas veces vi. Es casi probablemente una última oportunidad que tengamos de demostrar cierto atisbo de generosidad social, ya que venimos de tantas décadas en las que nos han inculcado y nos han obligado a pensar en el individualismo, ¿no? Estamos obligados a pensar en todos y, probablemente, ese sea uno de los pocos aspectos positivos que tiene este desastre.
—¿Qué les dirías a toda la gente de Latinoamérica que están pendientes de lo que está sucediendo?
—Más que al ciudadano común, quiero abrazar a la gente que se siente más vulnerable y más frágil en esta situación. Y me gustaría dirigirme a los que viven una situación de privilegio. Este es el momento, y probablemente no tengamos muchos más, de demostrar hasta qué punto somos seres humanos y no animales que repetimos conductas que sabemos que están equivocadas. Me quiero dirigir a los empresarios, a la gente a la que valoro y respeto, pero que están obligados a cuidar sus empresas y a bregar por la producción y demás. Por favor, con una mano en el corazón piensen en los más vulnerables, en los más frágiles, en la gente que menos tiene, que lamentablemente cada vez es más en este mundo. Quiero pedirles que por favor tomen clara consciencia de que son los que realmente pueden mover la aguja, que son los que pueden producir un cambio importante. El planeta nos está demostrando que cuanto menor es la intervención del ser humano, mayores posibilidades tiene de recuperar sus fuentes naturales. Tomen consciencia, que lo hagan por sus hijos y por sus nietos, que, en definitiva, todos estamos metidos en la misma sopa. A ellos sí me dirijo y les pido que por favor piensen en eso.
Fuente: Infobae