Si algo salía bien o la persona se sentía contenta, te decían que estaba un kilo y dos pancitos. Cuando algo causaba gracia, era ¡un plato! Si se disparaba un conflicto, ¡se armó la Gorda! Y las madres avisaban del frío con el clásico: «¡Hace un tornillo!». Las frases que acompañaron las infancias de los años 70 y 80 hoy no tienen sentido porque el lenguaje evoluciona de la mano de modas, de la tecnología, y de la juventud. Dos expertos analizan la vida útil de aquellas expresiones que todos decían y explican por qué desaparecen.
“Uno recibe de su comunidad lingüística o de varias y habla en ellas. Tenemos una capacidad de adquirir lo que nuestra comunidad habla. Esto no quiere decir que no podamos ser creadores, pero somos creadores desde lo que ya está”, puntualiza Alejandro Raiter, profesor titular de Sociolingüística en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en un correo.
“El dialecto o las formas lingüísticas propias de una comunidad son conformadas por los hablantes, mal que le peses a la RAE”, dice el profesor Raiter.
El académico, que forma parte de un equipo de especialistas que buscan desentrañar los secretos del uso que hacemos del idioma, explica que los hablantes no son todos iguales “en el sentido de la influencia: por ejemplo, los medios o aquellos lugares de saber, de poder o de prestigio. Así se impone, por ejemplo CEO para hablar de patrón, gerente o mandamás”, pone por caso. De este modo, “el dialecto o las formas lingüísticas propias de una comunidad son conformadas por los hablantes. La variación y el cambio lingüístico son permanentes, mal que le pese a la RAE o la Academia Argentina de la Lengua o lo que sea”, agrega.
!Qué plato!, me caigo y me levanto
Hace tiempo, el escritor Daniel Balmaceda contó, a través de su cuenta de Twitter, que la frase ¡Qué plato!la inventaron Carlitos Balá, Alberto Locati y Jorge Marchesini para un programa que auspiciaba el bazar El Emporio de la Loza.
Del mismo modo, aquello de ¡me caigo y me levanto! como sinónimo de sorpresa y desazón salió del libro de Julio Cortázar La vuelta al día en ochenta mundos.
Por su parte, gastar algo ¡a rolete!, es decir, demasiado, dicen que viene del francés roullette que viene de rueda recuperando la imagen de algo que gira y gira sin fin.
«El éxito de ciertas frases o palabras, quizás, puede vincularse con un «efecto de verdad» que rompe con el verosímil, con el estereotipo”, explica la semióloga Claudia López Barros.
Rollinga no es wachiturro
La semióloga Claudia López Barros es docente e investigadora en la UBA y dice sobre estas frases de ayer pero no de siempre: “Cuando los individuos hablamos ponemos en juego las competencias culturales que cada quien posee. Esas competencias son variables de acuerdo a la formación, la región en que se vive, el estilo al que se adscribe y el estilo de época. No existe un habla homogénea, no habla igual un santiagueño que un rosarino, ni un rollinga que un hipster o un wachiturro”.
López Barros se desempeña, además, en el ámbito de la consultoría comunicacional en opinión pública y opina por correo a Clarín queno existe el lenguaje sin adornos: “No podemos escapar de las figuras retóricas que utilizamos cada día, como metáforas, metonimias, hipérbole (exageración) y otras. El éxito de ciertas frases o palabras, quizás, puede vincularse con un «efecto de verdad» que rompe con el verosímil, con el estereotipo”, explica.
Un kilo y dos pancitos, en un periquete
Lo de “un kilo y dos pancitos” viene del tiempo en el cualquier familia compraba a diario un kilo de pan, de manera que esos “dos pancitos” eran un plus, algo que hablaba de una mejora.
Por otro lado, hacer algo “en un periquete”, según un antiguo documento de la Real Academia Española, viene de repiquete, ese sonido rápido e intenso de las campanitas por ejemplo.
De tal manera, que si no sale en un periquete, bien se puede decir al demorado: «¡Andá a freír mondongo!», que aunque no sea un insulto, tiene toda la intención de mandar a esa persona a… bueno, usted ya sabe.
A la especialista en análisis del discurso López Barros, le parece que algunas de esas palabras o frases muestran una faceta lúdica “que puede reforzarse en la reiteración y que hay un cierto goce en su uso”, dice. Y anota: “Algunas de ellas son más globales, como los universales de aprobación y desaprobación, que tenemos en el uso diario de las redes sociales”.
A la especialista en análisis del discurso López Barros, le parece que algunas de esas palabras o frases muestran una faceta lúdica “que puede reforzarse en la reiteración y que hay un cierto goce en su uso”, dice
Y hablando de redes sociales, el académico Alejandro Raiter aporta un dato relevante: “El grupo innovador más importante en la Argentina es el que forman los jóvenes de entre 15 y 22 años. Luego, le sigue el universo vinculado a la computación y las tecnologías: te lo uasapeo, mensajeo, me clavás el visto, dale print bolú”, ejemplifica.
Monzón, pipí cucú
Para hablar algo refinado se decía que era pipí cucú y la historia de esta expresión no tiene desperdicio: eran los primeros años 70 y el campeón mundial de box Carlos Monzón recibía homenajes por todas partes. Uno de sus celebradores fue el alcalde de París Valery Giscard d´Estaing que con los años sería presidente de Francia. El mandatario galo tenía preparada otra plaqueta para saludar al púgil argentino y el representante de Monzón, Tito Lectoure, le había pedido que simplemente dijera «muchas gracias» en francés: «merci beaucoup»(pronunciado mergsí bocú). El periodista Ernesto Cherquis Bialo recordaba que Monzón, aterrorizado por tener que hablar un idioma que desconocía, hizo su mejor esfuerzo pero el agradecimiento pasó de «merci beaucoup» a «pipí cucú». «El galicismo acriollado a las trompadas no le pasó inadvertido al actor Alberto Olmedo, que comenzó a calificar de pipí cucú a personas, objetos o situaciones dignos de elogio», decía el periodista.
–¿Por qué aparecen frases nuevas todo el tiempo, Raiter?
–En general, porque una forma lingüística previa ya no expresa lo que expresaba. Lo que marcan los diccionarios sobre el uso real y el figurado es una boludez. En una comunidad, la distinción literal-figurado no existe, es un problema de los lingüistas. La forma actual ponele varió junto con la forma supongamos, dale que sí y otras. Cuando estas dejan de expresar ese significado de «esto no es cierto o no lo acepto pero igual sigo argumentando o exponiendo», aparece otra que recupera esos significados perdidos.
Se armó la Gorda y no quieren más Lola
Cuando alguien “no quiere más Lola”, abandona y ese irse puede ser en sentido figurado o literal: morirse. La frase toma el nombre de una galleta sin sal creada por la empresa Bagley en 1875 que formaba parte de la dieta hospitalaria en aquellos inicios del siglo XX, de manera que alguien que se moría, “no quiere más Lola”. En cambio, si¡se armó la Gorda! hay flor de lío y la expresión viene de la Revolución Española de 1868 en Sevilla, en contra del Reinado de Isabel II, con el fin de instaurar una república. La revuelta fue conocida como “La gorda”.
Si fueron tan útiles y expresivas hace años, ¿por qué desaparecieron? López Barros tiene una hipótesis y la comparte con Clarín: “Una de las razones de la vigencia o la muerte de algunas frases tiene que ver con las maneras de pensar que van variando en el tiempo y aquellas que se mantienen. También hay expresiones que provienen de los medios, que son retomadas en el lenguaje coloquial, que hoy transitan una y mil veces las distintas redes sociales.
«¡No entiendo lo que dicen!». Las frases más escuchadas en los 80 hoy no significan nada.
En ese mismo sentido, el profesor Raiter trae un caso actual: el boludo. “Como el uso del vos se ha extendido frente al usted, ¿cómo marcamos la familiaridad? En general, con el boluda/boludo. Hace cuarenta años, podía ser un insulto, pero ahora es un vocativo para indicar confianza”.
El académico rescata de su infancia las frases “el buey solo bien se lame (cuando una mina te dejaba), a papá mono con bananas de plástico (cuando querían engañarte)” y deja una invitación: “Leete ahora Rayuela, publicada en los 60, como ejemplo del español de Buenos Aires y contáme…”.
Por su parte, López Barros confiesa que no se acuerda demasiadas “tal vez porque cuando las digo en casa, me las perdonan…”, pero consultó con sus hijos adolescentes y estas dos no las acertaron: Chau Pinelay ¡a la marosca! Mientras tanto, ustedes lector y lectora, repasen la lista con las nuevas generaciones y, si no lo entienden, no “armen ningún Tole Tole».
Diccionario fetén fetén
- Un kilo y dos pancitos: algo que está muy bien.
- ¡Hace un tornillo!: hace muchísimo frío.
- ¡Qué plato!: qué divertido.
- ¡Me caigo y me levanto!: no lo puedo creer.
- En un periquete: ya mismo.
- Sanseacabó: definitivamente, se terminó.
- Que te garúe finito: despedida de alguien a quien nos se aprecia demasiado.
- ¡Agarrate Catalina!: para advertir de un peligro extremo.
- Le arrimó el bochín: intenta acercarse o incluso seducirlo/a.
- Tirame las agujas: decime qué hora es.
- Andar de capa caída: ir triste o decaido.
- ¡Ah la flauta!: para señalar una gran sorpresa o impacto.
- Pipí cucú: muy refinado.
- Se armó el Tole Tole: hay una gran confusión entre varias personas.
- Agarrar para el lado de los tomates: entender equivocadamente algo.
Fuente: Débora Campos, Clarín.