Psicoanalista y best seller, Gabriel Rolón no ha parado de alimentar el cariño con el público desde hace años. Su último libro, editado por Planeta, se llama La felicidad y trata precisamente de eso a partir de reflexiones, experiencias propias y citas ajenas. ¿Es fácil de conseguir? ¿Puede durar para siempre? ¿Por qué pesa más la tristeza? Sobre un tema así de grande, Rolón charló en esta entrevista.
–¿Por qué meterse con algo como la felicidad, que parece tan sencilla de explicar y sin embargo –su libro lo deja claro–, no lo es para nada?
–Es un término de definición muy compleja, sino imposible. Tenés que pelearte con tus prejuicios acerca de qué es la felicidad y analizar cómo la han pensado quienes la pensaron: desde Sócrates y Platón, todos se lo cuestionaron en algún momento. Es un tema difícil para un psicoanalista que está siempre rodeado de gente que sufre: nadie paga para contarte lo feliz que está. Fue una deriva por distintos pensamientos y frases hechas del tipo “la felicidad está en la niñez”. El libro parte de la duda y llega a preguntas y poquitas afirmaciones.
–¿Cuáles, por ejemplo?
–Si sostenemos la idealización de la felicidad como un estado perfecto donde nada me duele, nada me hiere, todo es placer y completud, es muy difícil de alcanzar. Si existe alguna forma de la felicidad, va a tener que abrazar de alguna manera nuestra historia, nuestras pérdidas, nuestros valores, nuestros sueños incumplidos o saber que muchos deseos se frustrarán. Y hay que salirse de conceptos engañosos y saber que la felicidad, por ejemplo, no es el éxito.
–Y están las frases hechas como “la plata no hace la felicidad”…
–Se decía eso, es verdad. No es tener todo lo que se quiere, esa posibilidad imposible. Ni Elon Musk tiene todo lo que quiere. La felicidad tampoco es el disfrute o la euforia. El libro invita a repensar y a cuestionar todos estos preconceptos que tenemos acerca de qué debería pasar para ser felices. Albert Camus decía que el ser humano muere y no es feliz y que el único tema real de la filosofía era descubrir por qué la gente no se suicidaba. La vida es tan difícil, tan llena de pérdidas, de sobresaltos, de frustraciones, de amores perdidos, de seres amados que se han ido, que las preguntas son si puede ser feliz un ser humano o si existe la felicidad para alguien que sabe que muere.
–¿O sea que la felicidad son momentos?
–Lo que me gusta más que pensar un momento en que fuimos felices, es un momento en el que estamos siendo felices. No sirve de nada pensar qué feliz fui con mi mujer cuando me enamoré de ella si hoy no soy feliz con ella. Lo que sirve es que me despierto cada mañana la miro y soy feliz de saber que está allí, a 20 centímetros. Esa sorpresa de que lo amado no se haya ido aún en un mundo tan cruel. Uno puede decir “qué feliz fui en la salida del viernes”, pero si no estoy siendo feliz en la del sábado, esa felicidad antigua lejos de hacerme bien, me hace mal: me ancla en algo que ya está perdido. Si la felicidad existe en algún lado es aquí y para que exista tiene que ser presente y para eso tenemos que estar en un estado de apertura y receptividad que permita acoger esos momentos. Un error es querer eternizarla: nada es eterno en la vida, por qué iba a serlo la felicidad. Abrazar la felicidad es renunciar a quererla para siempre.
–¿Es más fácil distinguir la tristeza?
–Lord Byron dijo que el dolor es más fuerte que la felicidad, por eso el recuerdo de un momento feliz es un poco doloroso y el recuerdo de un momento doloroso duele para siempre. En la tristeza, los sentidos están tan avasallados por el dolor, por la angustia, que se nota mucho más fácil. La felicidad te pasa desapercibida, no la disfrutás y no fuiste feliz. Te das cuenta después: tuviste la oportunidad de ser feliz y lo dejaste pasar. Y es porque en esos estados uno se relaja. Por eso creo que la felicidad es la sensación que también se experimenta cuando te das cuenta de que aquí y ahora estás siendo feliz. En el libro, acuño un neologismo que es el de “faltacidad”, la capacidad de ser feliz a pesar de lo que falta. Debo abrazar esas faltas que determinan la persona que soy para vivir un momento que, con esa faltas incluidas, sea de felicidad.
–El concepto mismo ha cambiado…
–Se lo llevó por delante el disfrute, que es más innoble. Hoy se nos incita a disfrutar y no hay tiempo para nada. El disfrute no es la felicidad. Hoy la cultura intenta privarnos del legítimo derecho a pelear para ser felices, por la obligación de disfrutar. La cultura que vivimos armó un mundo para que consumamos, por eso necesita el disfrute, porque si ya no disfrutás con algo, cambiás de serie, de teléfono. La felicidad, en cambio, requiere de cierta preparación: es la construcción que un ser humano debe ser capaz de realizar para que el placer, el disfrute y esas cosas tengan un sentido diferente al que tienen hoy.
Fuente: El País (Uruguay), La Nación.