Fue una pregunta casual. Sabine Hossenfelder estaba en un taxi con un joven y cuando le dijo que ella era física, él le dijo: “Un chamán me dijo que mi abuela todavía está viva debido a la mecánica cuántica. ¿Es cierto?”. Era la persona ideal para preguntarle algo así. La científica, que ahora trabaja en el Centro de Filosofía Matemática de la Universidad de Múnich, Alemania, se la pasa buscando respuestas a ese tipo de preguntas.
“Esto es lo que me interesó en la física desde el principio: todas esas grandes preguntas que son difíciles de responder”, le dijo a BBC Mundo. “20 años después todavía no tengo las respuestas, pero si me hacés una pregunta, puedo darte una respuesta muy larga”. Esas respuestas las plasma en artículos de prensa y en libros como Perdidos en las matemáticas (2018) y Existential Physics: A scientist’s guide to life’s biggest questions (en español sería “Física existencial: una guía de una científica para las grandes preguntas de la vida”, 2022).
Además, se hizo conocida a través de su blog BackRe(Action)y su popular canal en YouTube. Cientos de miles la siguen, en su opinión porque “nos atraen los misterios”. “Creo que detrás de esa atracción está el deseo de entender cómo encajamos en este universo, qué nos dicen esas leyes fundamentales que usamos en física al respecto”, apunta. “No responden exactamente a todas las grandes preguntas, pero nos dan una pista de lo que es posible y lo que no lo es”. Pero volvamos a esa pregunta… ¿era cierto lo que había dicho el chamán?
Relatividad
“Realmente no sabía qué decir, porque la mecánica cuántica en sí no tiene mucho que ver con la vida después de la muerte”, señala. “Pero, después de pensarlo un rato, llegué a la conclusión de que no era completamente falso. Si dejás de lado la mecánica cuántica, es cierto que nuestras teorías del espacio y el tiempo, que se remontan principalmente a Albert Einstein, nos dicen algo sobre la realidad del pasado, y también del futuro, aunque el futuro es más complicado debido a esa mecánica cuántica”. Siguiendo ese hilo, llegó a una respuesta a la peculiar pregunta.
“Lo que Einstein nos enseñó, aunque creo que fue una sorpresa para él mismo que esto fuera una consecuencia de su teoría, es que fundamentalmente no se puede hablar de la existencia de este momento presente sin reconocer también la existencia del pasado exactamente de la misma manera”. Probablemente lo notaste: el presente es un instante entre el pasado y el futuro. Si te pregunto qué estás haciendo en este momento, me contestarás que estás leyendo este artículo, pero esa respuesta ya tiene un poco de pasado.
“Todo lo que experimentás, todo lo que ves, lo ves como era una pequeña cantidad de tiempo en el pasado”, detalla Hossenfelder. El “ahora” es elusivo. Además, “lo que llamamos este momento presente puede ser el futuro o el pasado de otra persona. Einstein llamó a esa noción independencia del observador”.
El tren de Einstein
Para comprenderla mejor, recordemos uno de los famosos experimentos mentales de Einstein. En el momento en el que lo imaginó dos corrientes chocaban: los newtonianos alegaban que al medir la velocidad de la luz, sería diferente dependiendo de cómo te movieras; los maxwellianos argüían que la velocidad de la luz siempre era igual. Einstein se enfocó en un elemento clave de la velocidad: el tiempo. Y se dio cuenta de que una declaración sobre el tiempo era una cuestión sobre lo que es simultáneo.
Por ejemplo, si decís que el tren llega a las 7.05, eso simplemente significa que llega a la plataforma simultáneamente con el reloj que marca las 7.05. Pensó que esa noción de que las cosas suceden en el mismo momento dependía de cómo te estabas moviendo. Y eso significaba que el flujo del tiempo podía no ser el mismo para todos. Se imaginó a un hombre parado en la plataforma de una estación de tren. De repente, dos rayos caen a cada lado de él, a exactamente la misma distancia. La luz de cada uno llega a sus ojos precisamente en el mismo momento. Para él, los dos rayos cayeron simultáneamente.
Pero, en ese momento preciso, está pasando un tren que viaja a cerca de la velocidad de la luz en el que va una mujer. A medida que la luz emana de los rayos, el tren se mueve hacia uno y se aleja del otro. La luz del rayo frontal, hacia el que está viajando, llega primero a los ojos de ella pues la distancia es más corta. A diferencia del hombre en la plataforma, para la mujer transcurrió tiempo entre los dos rayos: uno cayó antes que el otro.
Si la velocidad de la luz es constante -y lo es-, ¿quién tiene razón? Ninguno y ambos. Los dos tienen una perspectiva igualmente válida. “Todos los observadores tienen los mismos derechos, por decirlo así: tu realidad no es más real que la mía”, observa la física.
El pasado presente
Esa imposibilidad de definir una noción del ahora en la que todos estemos de acuerdo se llama la “relatividad de la simultaneidad”. “Einstein dijo que tenemos que tratar el tiempo como una dimensión, e ideó una entidad llamada espacio-tiempo”, explica. “Una vez lo hacés, no podés introducir un momento específico del ahora, porque no funciona para todos los observadores”.
Siguiendo esa lógica, si no existe una noción inequívoca para definir lo que sucede ahora, señala Hossenfelder, entonces cada momento podría ser ahora para alguien. Eso incluiría todos los momentos de tu pasado y de tu futuro. “Eso da lugar a la conclusión de que el pasado existe de la misma manera que el presente”. Lo que nos llevaría a pensar que el pasado en el que tu tatarabuela está viva existe de la misma manera que nuestro presente.
“Por supuesto que si querés hablar con tu tatarabuela, nada de esto te va a ayudar… aún no sabemos cómo hacer algo así”. Y esas últimas palabras nos llamaron la atención: ¿qué quería decir con “aún”?
Las leyes
“En este punto tengo que admitir que lo siguiente son cosas que yo creo, que me parecen interesantes, pero pueden o no ser correctas”. En todo caso, nos intrigó, particularmente teniendo en cuenta que sus reflexiones se derivan del estudio de la física fundamental. “Si lo pensás, cuando alguien muere, en cierto sentido sigue existiendo. Lo qué sucede es que toda la información que compuso su personalidad -las conexiones particulares de los átomos, las sinapsis en su cerebro y demás-, se descompone, se desmorona. Pero sabemos, por la forma en la que funcionan las leyes fundamentales de la naturaleza, que esta información no es destruida”.
“Lo único que sucede es que se difunde en correlaciones sutiles en los restos del cuerpo, se enreda con otras partículas, se dispersa por todo el planeta Tierra y, a largo plazo, en todo el universo”. Entonces: la información sigue ahí, pero, a efectos prácticos, es imposible de recuperar. Sin embargo, se pregunta Hossenfelder, ¿quién sabe qué va a pasar en mil millones de años?
“El universo va a permanecer por algún tiempo, por lo que hay potencial para el desarrollo tecnológico”, indica Hossenfelder. “Aunque la información que constituye a una persona ya no está en un solo lugar y por eso no podemos hablar con ella, quizás alguien descubrirá cómo hacerlo. O algo puede cambiar en la naturaleza de los humanos; tal vez habrá algunas conciencias cósmicas que también se extenderán, y esa información volverá a ser accesible”.
“Yo sé que suena loco, y confieso que me queda difícil encontrarle un sentido intuitivo, pero según lo que sabemos sobre cómo funcionan nuestras teorías actuales, parece que nuestra existencia trasciende el paso del tiempo. Hay algo atemporal en la información que nos compone a nosotros y a todo en el universo”.
Como escribió Einstein: “Para nosotros, los físicos creyentes, la distinción entre pasado, presente y futuro solo tiene el significado de una ilusión, aunque persistente”.
*Por Dalia Ventura
Fuente: BBC Mundo, La Nación.