Desde 1995 a la actualidad, se han detectados unos 4.000 exoplanetas, repartidos en 2.868 sistemas planetarios, de los cuales, un 35% podría ser rico en agua. El problema es que al quedar ocultos por el potente resplandor de sus estrellas, es muy complejo percibir los detalles de su composición y la probabilidad de poseer satélites naturales desde la Tierra. Por primera vez, utilizando la técnica de interferometría óptica, se logró la observación directa de un mundo que está a 129 años luz de nuestro Sistema Solar.
Este logro se consiguió mediante el instrumento GRAVITY, ubicado en el Very Large Telescope Interferometer (VLTI), en Chile. Los astrónomos de la Agencia Espacial Europea (ESA) pudieron medir la posición del exoplaneta HR8799e y registrar su espectro con una precisión sin precedentes. Los resultados fueron publicados en la revista Astronomy and Astrophysics.
Vista aérea del VLTI con túneles superpuestos.
Este novedoso método de búsqueda reveló una compleja atmósfera exoplanetaria con nubes de hierro y silicatos que se arremolinaban en una tormenta en todo el planeta. La técnica presenta posibilidades únicas para caracterizar muchos de los exoplanetas conocidos en la actualidad.
Habitualmente, para detectar un exoplaneta, se observan otras estrellas y se registra la cantidad de luz que proviene de ellas. Cuando un astro pasa por delante de otro más grande, bloqueando en cierta medida su visión, produce un pequeño eclipse que los astrónomos denominan tránsito. Midiendo cómo cambia la luz de la estrella a lo largo del tiempo, es posible determinar si hay un planeta o varios, cuanto tarda en completar una órbita, la distancia que lo separa de la estrella anfitriona y su masa.
Ahora, por primera vez se empleó la interferometría óptica para observar en forma directa las características de un exoplaneta. Proporcionó un espectro diez veces más detallado que los exámenes anteriores. Las mediciones del equipo pudieron determinar que la composición de la atmósfera de HR8799 contenía algunas sorpresas.
El equipo divulgó que cuando estas nubes de polvo de hierro y silicato se combinan con el exceso de monóxido de carbono, la atmósfera del HR8799e se transforma en una tormenta enorme y violenta. Lo que podría indicar la dinámica atmosférica de un exoplaneta gigante en su nacimiento, sometido a complejos procesos físicos y químicos.
«Nuestro análisis mostró que HR8799e tiene una atmósfera que contiene mucho más monóxido de carbono que metano, algo que no se espera del equilibrio químico”, explica Sylvestre Lacour, investigador líder del Centro Nacional de Investigación Científica en el Observatoire de Paris y el Instituto Max Planck para Física Extraterrestre.
El exoplaneta HR8799e fue descubierto en 2010 en órbita de la joven estrella que se encuentra a unos 129 años luz de la Tierra, en la constelación de Pegaso. Con una edad estimada de 30 millones años, este mundo extra solar de tipo superjúpiter, es más joven y masivo que cualquier planeta que orbite alrededor del Sol.
Este exoplaneta bebé es lo suficientemente joven como para dar a los científicos una ventana a la formación de planetas y sistemas planetarios. Es completamente inhóspito ya que la energía sobrante de su formación y un poderoso efecto invernadero calientan HR8799e a una temperatura hostil de aproximadamente 1.000° C.
Este gráfico muestra la constelación de Pegaso, que representa un caballo alado de la mitología griega.
La interferometría óptica -una técnica que consiste en combinar la luz u otras ondas electromagnéticas provenientes de diferentes receptores- permitió que Gravity fuera capaz de combinar la luz de las 4 unidades de 8 metros del VLT para formar una imagen común y trabajar como si se tratase de un único telescopio de mayor tamaño.
Esta combinación proveyó a los científicos una herramienta para desarrollar un sistema de imágenes lo suficientemente sensible como para desentrañar la luz del planeta y su estrella anfitriona. Un solo telescopio tendría que tener un diámetro de espejo de 100 metros para brindar el mismo nivel de detalle.
Fuente: Marcelo Bellucci, Clarín