POSADAS.- ¿Cómo serán las celebraciones de la Navidad en tiempo de Covid-19? Con esa expectativa, que crece a medida que se acerca el 24 de diciembre, ayer comenzó en la localidad misionera de Leandro N. Alem, a 90 kilómetros de esta ciudad, la 25ª edición de la Fiesta Nacional de la Navidad del Litoral, que reúne cada año a miles de visitantes de la Argentina y países limítrofes.
Como otros eventos que convocan a una gran cantidad de público, estuvo muy cerca de cancelarse debido al coronavirus. Pero los organizadores adaptaron el evento todo lo necesario: los números en vivo, como la presencia de artistas de renombre internacional o el espectacular desfile de carrozas, serán reemplazados por el streaming.
Hasta el viernes, un ejército de voluntarios -algunos de los cuales trabajan desde hace 12 meses en la confección de guirnaldas o el reciclado de botellas de plástico- se dedicaron a colocar los adornos navideños por una de las avenidas principales de esta pintoresca localidad en un tramo de 12 cuadras.
Ese escenario reemplaza en esta edición al predio permanente de cinco hectáreas en el que se desarrolla la fiesta, que se hace desde 1995. Si habilitaban el predio, debían limitar el número de asistentes a 500 personas por día. En Alem prevén que, a pesar de todo, llegarán miles en cada jornada de los fines de semana, hasta Reyes.
La Navidad en Misiones, a pesar del intenso calor, tiene una influencia claramente Europea. Alem es una localidad de unos 40.000 habitantes que se creó espontáneamente a partir del asentamiento de inmigrantes alemanes, polacos, suecos o ucranianos atraídos por la disponibilidad de tierras fiscales y la fiebre del oro verde, como se llamó al auge del cultivo de yerba mate en la primera mitad del siglo XX. Las costumbres de esos países se mezclaron con las características de una región signada por la influencia criolla, guaraní, brasileña y paraguaya.
«Acá convergen una multiplicidad de cultos cristianos que superan la treintena de denominaciones. La idea original de esta celebración era reunir a todos los credos, en torno a uno de los hechos más trascendentales que tiene el calendario litúrgico», explicó a la nacion Marcelo Dacher, documentalista premiado con el Martín Fierro y organizador de la celebración desde hace diez años.
Por eso, en estas fiestas se pueden degustar platos típicos de la cocina alemana o ucraniana, como el knackwurst mit (salchicha con chucrut y ensalada de papa) o el strudel de manzana, que conviven con el chipá, la torta paraguaya o el mbeyú. Todo, con cerveza artesanal.
La síntesis de este cruce de culturas está en el Papá Noel del Litoral, que tiene la misma barba, pero adapta su atuendo a los calores del lugar: un sombrero de paja de ala ancha, típico de esta región para soportar los rigores del sol y pantalones cortos. Todo esto sin dejar de lado el toque europeo, que se manifiesta en la casa y la fábrica de juguetes de Papá Noel. Este año, Papá Noel sumará el inevitable barbijo y quedará como testimonio de un 2020 para el recuerdo.
El evento fue creciendo año a año y en 2013 logró el ansiado estatus de fiesta nacional por la resolución 508
2013 del Ministerio de Turismo de la Nación, tras un exhaustivo análisis de la convocatoria y la jerarquía de sus espectáculos y su oferta cultural y gastronómica.
Más austera
Este año, por la pandemia, la presencia de artistas -como el Chaqueño, Jairo, Valeria Lynch, Soledad o Los Nocheros, Patricia Sosa o Chango Spaciuk- será reemplazado por algunas presentaciones vía streaming y una selección de los mejores momentos de los últimos 10 años de shows, que serán compartidos por las redes sociales.
«Será una celebración especial por todo este año marcado por el coronavirus. Para realizarla, tuvimos que adaptar la celebración a las normas sanitarias. Este año más que nunca es importante rescatar el espíritu de la Navidad, de comunión y solidaridad. Será una fiesta más austera, pero trabajamos para sorprender a los que nos visiten», afirmó Dacher.
Como sucede en la trastienda del Carnaval de Río de Janeiro, las guirnaldas, campanas, regalos, carrozas, vestuario y demás decoraciones alegóricas a la Navidad se empezaron a hacer hace casi 12 meses, apenas finalizada la versión 2019.
La fiesta tiene su propia «fábrica de sueños en unos enormes galpones donde están los talleres permanentes, que trabajan casi todo el año y tienen secciones de costura, herrería artística, electricidad, pintura, carpintería y decoración.
Ahí se hace de todo: desde inmensas esculturas, hasta coronas y pinos navideños hechos a partir de botellas recicladas. Se calcula que en los últimos diez años llevan recicladas 600.000 botellas de plástico.
«Participa una parte importante de la comunidad en los talleres permanentes, que además este año se dedicaron a hacer barbijos y sábanas que fueron donados al Hospital Samic de Alem», agregó Dacher.
Graciela Haupt, jefa del taller permanente de la fiesta, explicó: «Este año no pudimos recibir a mucha gente que habitualmente colabora con nosotros, pero están ayudando desde sus casas, haciendo manualidades o trabajando con material descartable para realizar adornos nuevos. La crisis económica nos obligó a ser más austeros, pero igual tratamos de sorprender a la gente».
Una de las características es que esta preparación de la Navidad es una actividad que reúne a toda la familia: niños, jóvenes, adultos; de diferentes escuelas, barrios, clubes, iglesias y, sobre todo, de distintos estratos económicos de Alem. «Aparece la magia de la Navidad para unir a una comunidad sin grietas o divisiones de ningún tipo», afirman sus organizadores.
Además de los adornos, en los talleres se confeccionan los vestuarios y las carrozas. En total son unas 30 las que participan del desfile anual, aunque este año no se realizará por el Covid.
Fuente: La Nacion