Las fiestas, que marcarán la culminación de un año inédito, no serán la excepción. Si bien aún es prematuro hacer un pronóstico acerca de cómo será la situación epidemiológica en el país, los especialistas señalan que se deberán tener en cuenta algunos lineamientos para que las celebraciones no impliquen un aumento del riesgo de contagio.
Las mesas de fin de año tendrán una impronta diferente, inimaginable hasta hace poco tiempo. Los hábitos deberán cambiar, pese a que se trata de fechas que, hasta la llegada del coronavirus, invitaban al acercamiento. De las reuniones multitudinarias habrá que pasar a encuentros controlados. Si la casa es pequeña, sería esperable que solo estén los convivientes. Una persona por cada cuatro metros cuadrados es una referencia prudente.
Al momento de elegir la locación, los familiares que tengan un patio, jardín o terraza deberán ser la primera opción. Si esa posibilidad no existe, será importante mantener los espacios bien ventilados formando corredores de aire y con menos cantidad de comensales para mantener la distancia social necesaria. Se recomendará usar barbijo hasta la hora de cenar y utilizar vajilla descartable.
Para los que tienen familia en el interior, se desaconsejarán los traslados, aunque se espera que cada provincia tenga un protocolo específico para recibir visitantes, como una prueba de PCR negativo para poder ingresar.
Según Martín Stryjewski, jefe de internación de Cemic y miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), hay dos factores que se contraponen. Con el advenimiento del verano, el aumento de la humedad y la tendencia a permanecer en espacios abiertos o bien ventilados, debería disminuir la transmisión del virus. Sin embargo, es posible que el calor, luego de tantos meses de aislamiento, genere más movimiento y que esto perpetúe los contagios. ¿Qué factores se impondrán? Aún no se sabe.
«No tuvimos un pico como sí tuvo Italia. Lo que tenemos, como refiere un colega, es un amesetamiento agotador. Como regla general, los virus respiratorios se propagan mejor en invierno. La gente que pueda festejar afuera, que lo haga, sentándose separados, usando el tapaboca hasta el momento de la comida, evitando los besos y abrazos. Los que festejen adentro deberán ventilar los ambientes y disminuir la cantidad de invitados», señala Stryjewski.
Jorge Aliaga, exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y asesor del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, sostiene que, en diciembre, salvo que haya un pico de contagios, la Argentina no alcanzará la inmunidad de rebaño, por lo que habrá que mantener la guardia bien alta.
Aliaga segura que la evolución de la pandemia dependerá del comportamiento de la sociedad, aunque admite que las fiestas de fin de año aún no son un tema de discusión y preocupación, como sí lo son las vacaciones de verano.
«En los meses que faltan para llegar a las fiestas de fin de año, la situación puede cambiar de muchas maneras, pero me parece que estaremos lejos de que la sociedad alcance una inmunidad de rebaño, aunque, tal vez, si los contagios se descontrolan como pasó en algunos barrios populares, para fin de año sí la alcancemos. Pero si se crece a esa velocidad, va a colapsar el sistema de salud. Espero que no lleguemos a fin de año con esa cantidad de casos», reflexiona Aliaga.Estaremos lejos de que la sociedad alcance una inmunidad de rebaño.
El especialista señala que la Argentina tiene un crecimiento exponencial de contagios y el sistema de salud se va saturando sin que la gente tome real conciencia y adopte medidas aún más extremas de cuidado. En cambio, sostiene que los países que sufrieron un colapso sanitario, por el mero impacto que generaron las imágenes de los hospitales desbordados, pasaron a tener una actitud de mucha cautela frente al virus.
Ricardo Teijeiro, infectólogo y miembro de la SADI, espera que, en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, la situación esté «bastante controlada», pero advierte que es «imposible descartar un aumento de los casos». El especialista adelanta un tema clave vinculado con los movimientos que suelen producirse durante los festejos: «Habría que armar protocolos para controlar los traslados entre las provincias», afirma.
Teijeiro también señala al comportamiento social como una de las claves para poder celebrar con cierta tranquilidad. «Es importante cuidarse antes y durante las fiestas. Si empezamos a compartir los vasos, se va a complicar». Su principal preocupación apunta a los grupos de riesgo. Es imprescindible atender la situación de los mayores y, pese a que esas noches se asocian a la unión, la distancia se impone como la única manera de protegerlos.Si empezamos a compartir los vasos, se va a complicar.
Un nuevo comienzo
Luego de un año atípico y de grandes pérdidas humanas y económicas, las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, representan la posibilidad de crear, en el plano de la fantasía, un nuevo comienzo, según explica Jorge Catelli, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires. «Tienen el efecto simbólico de poner una marca en un continuum de tiempo», agrega.
El 2020 fue una suerte de paréntesis en la vida de todos los habitantes del planeta y los efectos en las fiestas no serán menores. «Son momentos de balance…en un año con tantas situaciones hostiles, esto es muy importante», dice Catelli.
Las conmemoraciones de fin de año implican un espacio recogimiento, fundamentalmente para aquellos que perdieron a un ser querido. «Para los chicos son fechas en las que se celebra todo lo que está por venir, pero para los adultos, muchas veces, son fechas difíciles. Las fiestas también se transforman en una evocación del que ya no está, aunque tomar conciencia de lo que ocurrió también puede funcionar como una manera posible para la elaboración del duelo», concluye Catelli.Las fiestas también se transforman en una evocación del que ya no está.
Casi como una paradoja, el especialista resalta que hay ocasiones en las que celebrar la vida significa poder tomar distancia de los seres queridos para cuidarse y cuidar al otro.
Fuente: Alejandro Horvat, La Nación