Tres horas semanales de gimnasio y, el resto de la semana, sentado frente a la computadora y movilizándose en auto no son suficientes para borrar de la frente la etiqueta de sedentario. Para considerarse una persona activa, además del ejercicio físico regular, es importante sumar movimiento a la vida diaria.
Sea cual sea la rutina semanal adoptada, es fundamental incorporar hábitos que impliquen acción y que alejen a las personas de la inactividad. “Todo suma. Es muy común que una persona camine diariamente menos de mil pasos. Se supone que caminar más de 6 mil pasos mejora nuestra calidad y nuestra expectativa de vida, teniendo en cuenta que la inactividad física se asocia con más de 35 enfermedades prevenibles”, advirtió el médico deportólogo Alejandro García.
Problemáticas habituales, como la obesidad, la hipertensión, el cáncer, la diabetes, la insulinorresistencia, la enfermedad metabólica, la artritis, el Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, la osteoporosis, la ansiedad y la depresión se vinculan con la inactividad física. “No son enfermedades raras, sino las más comunes en nuestra sociedad y están aumentando a valores pandémicos”, apuntó.
El médico ofreció un listado de hábitos saludables que invitan a tomar distancia del sedentarismo en la vida cotidiana y que se vuelven imprescindibles, más allá de las rutinas formales de ejercicios que se practiquen semanalmente.
- Dejar el auto más lejos de casa y del trabajo.
- Subirse al colectivo una parada después y bajarse unas paradas antes.
- Dejar el auto lejos del destino y alquilar un servicio de bicicletas.
- Bajarse del ascensor algunos pisos antes y terminar de subir por la escalera.
- No usar el ascensor para bajar los pisos.
- Usar el servicio detake away en lugar del de delivery.
- Evitar el taxi y reemplazarlo por una caminata ligera.
- Si hay un perro en la casa, reservar más tiempo del día para compartir una caminata más extensa.
Además, el profesional explicó que el hecho de activar el metabolismo contribuye a mejorar la salud, la calidad de vida, las capacidades físicas, el estado de ánimo y el sistema hormonal e inmunológico. “Hay varias estrategias que no involucran el ejercicio tal cual lo conocemos. Entre ellas, están las pausas activas, que se pueden hacer pasadas aproximadamente dos horas de inactividad y que duran un lapso de entre 10 y 15 minutos”, señaló García.
Variadas, las pausas activas pueden realizarse de distintas formas, como bailar o hacer estiramientos. “No importa lo que hagamos, sino que nos movamos durante un lapso de 10 a 15 minutos. Lógicamente, lo ideal sería que en cada pausa le dedicáramos un tiempo a nuestras diferentes capacidades. Así, al final del día nos habremos ocupado de todas”, indicó el profesional. Según García, los más osados pueden subir y bajar escaleras, si viven en un edificio. “El límite acá es la imaginación de cada uno”, afirmó.
Otra estrategia que recomendó es distribuir pequeños períodos de tiempo durante el día, de no más de 5 minutos cada uno. A lo largo del día, el resultado será mucho más grande de lo que se venía haciendo hasta ese momento.
“Lo importante es tratar de buscar excusas para movernos y entender que el cuerpo no está diseñado para la inactividad. La inactividad nos enferma a largo plazo, nos hace frágiles y vulnerables y nos quita capacidades físicas. Con lo cual, nos volvemos socialmente dependientes”, concluyó.
Fuente: Malú Pandolfo, La Nación