Los cambios sociales motorizan modas y moldean tendencias. La ley de identidad de género (2012); las luchas feministas que llevaron, entre otras cosas, a la sanción de la ley de acceso a la interrupción del embarazo (2021); la revalorización de los pueblos originarios y la toma de conciencia respecto de la relevancia del cambio climático fueron parte de las transformaciones que posibilitaron que cada vez más familias elijan nombres que tradicionalmente no se encontraban dentro del catálogo de opciones. Actualmente, denominaciones como Cai, Akira, Lihuen, Sur y Geo son parte del abanico de posibilidades.
“Hay dogmas y mandatos que hoy están rotos o no son contemplados. Hubo muchas aperturas. El nombre es un atributo de la personalidad que mutó y se fue flexibilizando, hasta que entró en vigencia en 2015 el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación a través del que se plasmaron muchos cambios sociales”, explicó Facundo Bargalló, director general del Registro Civil porteño, quien precisó que las características del nombre propio son las de obligatoriedad, inmutabilidad, unidad, indisponibilidad, irrenunciabilidad e imprescriptibilidad.
Y sumó como ejemplo: “Antes del nuevo Código Civil, los hijos debían llevar apellido del padre en primer lugar y se podía adicionar el de la madre. Hoy el orden y la composición la eligen ambos”.
Inti, Índigo, Malu y Alex son algunas de las denominaciones que comenzaron a surgir en los últimos años, tanto para varones como para mujeres, en la Capital. A partir de la puesta en agenda de las batallas por decidir sobre cómo llamarse en función de la autopercepción de cada persona, muchos padres y madres priorizaron no determinar el género de su bebé y optaron por un nombre que no denote ninguna preferencia.
Es el caso de Martina, de 32, y Lautaro, de 25. En 2022, cuando se enteraron de que estaban esperando un bebé, comenzaron a pensar cómo llamarlo. Luego de una búsqueda en internet y de algunas ideas, se decidieron por Malú (en este caso, con tilde). El nombre les gustó no solo por cómo sonaba, sino porque en hawaiano esa palabra significa paz. Para ese momento, la decisión definitiva aun no estaba tomada.
La confirmación de su elección llegó cuando se dieron cuenta de que el nombre Malú no se correspondía con ningún género. Esta neutralidad hizo que les gustara aun más y optaran por llamar así a su bebé.
“Generalmente, cuando me preguntan su nombre y les respondo ‘Malú’, las personas me repreguntan como si no entendieran, porque les suena raro. Piensan que es un diminutivo o una combinación de un nombre compuesto, como María Luz”, contó Martina y precisó que es muy habitual que la gente consulte el género de su bebé y ella responda: “Por ahora es varón, pero después él podrá elegir”.
La relevancia de los nombres sin género tomó protagonismo durante 2022, después de que los cantantes Evaluna Montaner y Camilo Echeverry decidieran no indagar sobre el sexo de su bebé y solo especificar que se llamaría Índigo. En el programa norteamericano Al rojo vivo, detallaron que no hicieron ecografías para saber el sexo de su hijo y precisaron que lo criarían como una persona no binaria.
A partir de información solicitada al Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas de la Ciudad, se pudo identificar que tanto Malu como Índigo fueron nombres que comenzaron a crecer a partir de 2020. Si bien su utilización es muy baja en relación con nombres más populares como Sofía, para mujer, o Bautista, para varón, cuatro familias eligieron llamar a sus bebés Malu en 2022; mientras que, durante ese año, seis optaron por Índigo.
“Podríamos decir que los avances sociales en cuanto a identidad de género son indicadores de algo más grande y genuino. El movimiento social de género o antipatriarcal logró que la política tomara su agenda debido a la gran adhesión de esas luchas por parte de las nuevas generaciones, principalmente los considerados millennials y centennials. Aquellos que hoy se convirtieron en padres tomaron la decisión de inscribir a sus hijos a partir de esos logros sociales”, reflexionó en diálogo con LA NACIÓN Alejandro Artopoulos, sociólogo y profesor de las universidades San Andrés (Udesa) y de Buenos Aires (UBA).
Respecto del crecimiento de los nombres como Lihuen, Quimey, Eluney y Amancay, de origen mapuche y que tampoco se corresponden con ningún género en particular, Artopoulos consideró: “Los nombres que tratan de recuperar las raíces ancestrales del país conectan dos movimientos sociales: género y verde. Esto también se nota en el cambio en los hábitos alimenticios de estas nuevas generaciones, como el vegetarianismo, el veganismo y algunas derivaciones de la militancia antiextractivista”.
La extensión
Los nombres largos son una rareza. Al considerar el total de nombres registrados entre 2015 y enero de 2023, el porcentaje de denominaciones simples –de un solo término– varió entre el 42% y el 76%. Los conformados por dos términos oscilaron entre el 23% y el 61% y los de tres, entre el 1% y el 3%.
Si bien el promedio de caracteres es de 10,2 y 10,3 caracteres para varones y mujeres, respectivamente, existen denominaciones que duplican ampliamente esta media. Chiara Stefanía del Niño de Jesús, con 28 caracteres, es el que se registró como el más largo dentro de los que se eligieron para niñas, mientras que Giovanni Vladislao Bernardino, con 27, es el que se ubicó en el mismo podio dentro de los seleccionados para niños.
Los nombres más cortos estuvieron conformados tan solo por 2 letras. Algunos ejemplos fueron las niñas inscriptas como Iz, Yu, Zi y Jo, y los niños llamados Oz, Zi y Yi.
Según el artículo 63 del Código Civil y Comercial de la Nación, “no pueden inscribirse más de tres prenombres, apellidos como prenombres, primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de hermanos vivos; ni prenombres extravagantes”.
Bargalló explicó cómo se interpreta el adjetivo “extravagantes” en los hechos: “Los límites de una denominación tienen que ver con que no sean agresivos ni estigmatizantes. Aunque no solemos rechazar nombres, si la familia así lo quisiese, puede elevar a la Justicia esa negativa”. Entonces, la extravagancia no se refiere a lo meramente inusual, raro o poco común, sino que hace referencia a los nombres que puedan provocar rechazo y dar lugar a humillaciones o burlas que perturben a la persona que lo porta.
Al analizar su composición, la media de consonantes en los nombres fue de un 54% y un 52% para varones y mujeres, respectivamente.
Sin embargo, resultan llamativos aquellos compuestos únicamente por consonantes. Para los registrados con género masculino, Fynn, Bryn, Llyr y Ty fueron algunos de los elegidos. En el caso de los femeninos, se destacaron Brynn, Lynn, Nyly, Lyz, Nyx, Lys y Sky.
Mientras que los nombres inscriptos en la ciudad de Buenos Aires entre 2015 y enero de 2023 con dicha particularidad fueron 11, los conformados 100% por vocales solo fueron dos: Io y Eu. Aioria, Alaiia y Oiivia le siguieron en cantidad, con el 83%.
Fuente: Delfina Celichini,Melanie Prokopiec, La Nación.