Los espectáculos por streaming aparecieron como una alternativa emergente para que los artistas pudieran sobrellevar la pandemia sosteniendo la experiencia de compartir el vivo con su público. Pero como tantos procesos que el coronavirus obligó a acelerar, su irrupción trajo consigo problemas que reabrieron viejos debates alrededor del reparto de la torta de ganancias y la implementación de un marco legal que acompañe esa evolución tecnológica. Algunos casos recientes en la Argentina: los shows de Ricardo Arjona y Los Fundamentalistas del Aire acondicionado.
Es cierto que el streaming en vivo no vino a reemplazar a los recitales presenciales, fuente de ingreso primordial para una banda o un solista en cualquier rincón del planeta, sino más bien a responder a una demanda propia de las cuarentenas -millones de personas en casa con ansias de consumir entretenimiento-, y a la vez, como una manera de seguir presente en el radar del público.
Pero desde el vamos, la mayoría de los streamings en vivo con una alta demanda de espectadores sufrieron inconvenientes que obligaron a ser reprogramados o cancelados. Y aquellos que lograron realizarse, dejaron a muchos asistentes virtuales afuera, por el colapso de las plataformas.
La banda del Indio, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, brindaron un show de más de tres horas. Foto: Foto: Gentileza Edgardo Kevorkian
Este fin de semana le tocó al Indio Solari y sus Fundamentalistas del Aire Acondicionado, que a raíz de las demoras en la transmisión del falso vivo de A los pájaros, grabado en Villa Epecuén, terminó liberando el show en su canal oficial de YouTube.
A la vez, la empresa organizadora, Ticketek, anunció que el espectáculo quedaba disponible hasta el 2 de mayo para quienes habían adquirido tickets.
Latinos en problemas
Algo similar ocurrió hace una semana con Hecho a la antigua, el show de Ricardo Arjonaque convocó a más de 150 mil personas -el streaming en vivo más visto en la historia de Iberoamérica- de las cuales 30 mil quedaron afuera.
Tras las quejas de los usuarios por no haber podido ingresar, la plataforma que contrató el guatemalteco decidió dejar el video disponible durante 48 horas.
Una semana después, Marc Anthony tuvo que salir a pedir disculpas porque los que habían pagado 40 dólares para ver su recital virtual no vieron ni un minuto del evento.
Hecho a la Antigua: Ricardo Arjona ofrece concierto streaming (las velas, las historias y su cuenta pendiente con la ciudad colonial). / Prensa
En todos los casos, los usuarios damnificados se hicieron oír a través de las redes sociales. Vale recordar a esa masa de indignados que hace poco menos de un año protestaba por inconvenientes técnicos en los shows virtuales de Valeria Lynch y de Bossi clandestino, el unipersonal de Martín Bossi.
Tres meses antes, esa misma plataforma había sufrido desperfectos en la transmisión de un show de Pedro Aznar, uno de los primeros artistas con capacidad de convocatoria que en plena pandemia tuvo que posponer el concierto y pedirle disculpas a su público.
“Los shows en vivo transmitidos vía streaming irrumpieron como una curiosidad, al principio de la pandemia. Pero después perdieron ese atractivo. La realidad es que el 90% de esos shows no dejaron ganancia, y una gran parte fueron a pérdida», explicó a Clarín Diego Boris, presidente del INAMU (Instituto nacional de la Música).
El músico señaló además que «hay gastos muy altos en la contratación del servicio, la entrada que se puede cobrar es muy baja y no es tanta la gente que quiere ver un show por streaming”.
Y sentenció: “El streaming no suplantó a la música en vivo presencial. Sí fue de una ayuda y también le dio visibilidad a los artistas. Pero claramente no fue una respuesta económica ante la dificultad de tocar en vivo”.
Bandalos Chinos armó una gran producción en el Movistar Arena para su transmisión por streaming. Foto Gentileza Prensa – Luisina Tessaro
Desde la perspectiva de Alejandro Varela, presidente de la productora y sello independiente S-Music, en cambio, el show por streaming guarda puntos de contacto con la presentación en vivo.
«Te puede ir bien, te puede ir mal… Si metés mucha gente te va bien, si metés poca gente perdés plata. El problema del streaming es la cantidad que podés hacer para que te de continuidad de laburo. Porque una vez que hacés un streaming después no podés volver a hacer otro en mucho tiempo», explicó.
Y agregó: «Podés ganar guita con un streaming, pero el verdadero problema es que el artista vive de sus giras, más que de un show. El streaming no suple el volumen de trabajo».
Varela admitió que el formato sirve para mantener el vínculo y visibilización del artista con sus fans, pero resaltó como un problema la cuestión tecnológica, «que todavía no está del todo aceitada para que funcionen bien».
En ese sentido, apuntó por un lado a la conectividad insuficiente que en muchos casos hace que el receptor no pueda recibir bien la señal, y por otro a las dificultades que presentan las plataformas de donde sale el streaming.
«No es sólo un problema local. Le acaba de pasar a Marc Anthony desde una plataforma americana ‘del carajo’, y es un tema en el que la industria está trabajando fuerte, en mejorar el servicio del streaming, porque evidentemente va a ser una opción de trabajo durante un tiempo», completó.
Músicos británicos contra Spotify
Pero más allá de la cuestión del streaming como un paliativo para la situación pandémica que, como a toda la sociedad, también afecta a los músicos, existe un debate de fondo en torno a la música por streaming, que atañe a artistas de los cinco continentes.
Y que retomó una enorme visibilidad este martes 20 de abril, cuando grandes figuras de la música del Reino Unido reavivaron el debate por el pago de regalías, que en el caso de la difusión a través de plataformas como Spotify, las dueñas actuales del negocio, están muy lejos de satisfacer lo que consideran justo.
Noel Gallagher, uno de los 156 artistas británicos que pusieron su firma en la carta enviada al Primer Ministro Boris Johnson. Foto EFE/Sáshenka Gutiérrez
Paul McCartney, Damon Albarn (Gorillaz y Blur), Stevie Nicks (Fleetwood Mac), Chris Martin (Coldplay), Peter Gabriel y Noel Gallagher fueron algunos de los 156 artistas que firmaron una carta dirigida al primer ministro, Boris Johnson, para pedir una reforma de las leyes del streaming.
La nota, respalda por el sindicato “Musicians Union”, insta al Ejecutivo del Reino Unido a impulsar un cambio en la normativa que fija cómo se paga a los artistas cuando sus canciones se reproducen en servicios online como Spotify.
Los músicos critican que, si bien estas plataformas ya superan al consumo de música en la radio, la ley no se ha actualizado con el cambio tecnológico y, como resultado, los creadores no disponen de los mismos beneficios en el streaming que en la radio.
La carta, firmada también por artistas como Kate Bush, Lilly Allen, The Chemical Brothers y Massive Attack, critica que «durante demasiado tiempo, los sellos discográficos, las plataformas de transmisión y otros gigantes de internet han explotado a los músicos y compositores sin recompensarlos de manera justa».
Por ello, piden «devolver el valor de la música a su lugar» mediante una actualización de la ley del copyright, de 1988, en la que tan sólo se tendrían que modificar «dos palabras» para que los artistas pudieran equilibrar las ganancias que perciben con la radio.
En el primer caso, se trata de un un 50% del total de beneficios, que se reduce a sólo un 15% en el caso de las reproducciones a través de las plataformas digitales, según sostiene la carta.
Stevie Nicks también se sumó al reclamo que apunta a modificar la ley de streaming en favor de los intérpretes. Foto Kevin Winter/Getty Images/AFP
«Los oyentes se horrorizarían al saber lo poco que ganan los artistas y músicos con la transmisión de música en línea», aseguró en un comunicado el secretario general de «Musicians’ Union», Horace Trubridge, defensor de cambiar la ley para que los ingresos «vuelvan a las manos de los artistas».
Una modificación que, lejos de limitarse a dos palabras en el texto de una ley, cambiaría de cuajo el paradigma de la distribución de la música.
Cómo es la situación en Argentina
Boris, quien además de presidir el INAMU redactó e impulsó la llamada Ley de la Música -promulgada en 2012-, explicó que durante muchos años existía un único derecho para los músicos en Argentina y en el mundo, que era el «derecho de autoría y composición».
Pero señaló que cuando se popularizaron los discos físicos, surgió el «derecho de comunicación al público». Esta norma, que se convirtió en decreto en el año 1974, habilita a que las ganancias que generan la venta de los discos se puedan gestionar colectivamente a través de la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI) -para los autores- y la Cámara Argentina de Productores de la Industria Fonográfica (CAPIF) -para los sellos discográficos y los músicos independientes.
“Ahora, cuando llega lo digital, las compañías aducen que no están incorporadas al decreto, y es así como los intérpretes no están cobrando el ‘derecho de comunicación al público‘», detalla Boris.
Y sigue: «Las agregadoras digitales -las intermediarias entre las plataformas y los autores y las discográficas- le pagan directamente a los productores fonográficos; no a los intérpretes”.
“Ahí -completa la idea- cobra relevancia el reclamo de McCartney y los artistas británicos. Ellos están diciendo que las compañías discográficas no les están pagando las regalías que antes tenían por los discos vendidos. Y los intérpretes no lo pueden cobrar de forma directa”..
Lo mismo sucede en la Argentina. “Si es que llega a cobrar algo, un artista recibe la regalía que habían pactado con la discográfica por el disco físico. Pero esa regalía era entre el 1% y el 3%, porque había gastos de fabricación, de distribución, de difusión y de todo lo relativo al formato físico, que hoy ya no existe. Por eso la queja de los artistas y no de las discográficas contra Spotify”, explica.
Para finalizar, Boris propone que una solución a este dilema legal podría ser que el streaming sea considerado como parte del “derecho comunicación al público”, para que las entidades de gestión colectiva (AADI y CAPIF) puedan recaudar mayores ingresos y distribuir desde ahí.
Sin embargo, no es muy optimista al respecto. “Uno no cree que desde las compañías grandes haya una predisposición a compartir parte de los beneficios que se generan vía agregadoras o plataformas», aclara.
Y cierra: «Si bien la torta se achicó con respecto a la venta del formato físico, las ganancias no necesariamente disminuyeron. Porque no hay gastos de fabricación o distribución, ni pérdidas por falta de ventas, y tampoco se reformularon los contratos, que estaban hechos en base a ese formato. Entonces es todo ganancia”.
Fuente: Clarín