Alos 91 años murió el destacado arquitecto y urbanista Rodolfo Livingston. Deja una huella en su profesión y un legado de obras y de libros que ha inspirado a colegas de distintas generaciones.
Livingston solía definirse como un “médico de casas” y creó la denominada “arquitectura de familia”, que básicamente consistía en un método participativo para que la obra arquitectónica reflejara las necesidades prácticas y concretas de las personas que la fueran a habitar. Fue un provocador, un docente innovador y un conferencista ameno e irónico que hablaba apasionadamente de arquitectura con un lenguaje coloquial y accesible. Ejerció un liderazgo natural en ámbitos profesionales y académicos.
Livingston murió en Mar de las Pampas, donde se encontraba de vacaciones rodeado de su familia. La noticia la dieron su esposa, Nidia Marinaro, y su hija Ana, a través de las redes sociales.
Fundó la facultad de Arquitectura de la Universidad del Nordeste, en Chaco, donde ejerció la docencia durante décadas, al igual que en los claustros de la UBA –donde se graduó– y de la Universidad Nacional de La Plata. Su visión estaba alejada del academicismo y emparentada, siempre, con la practicidad y las necesidades reales de las familias. “Muchas veces se considera que la reforma de un baño y una cocina son obras menores, pero son cruciales para la vida de una familia”, solía explicar.
Uno de sus principales libros fue Arquitectura y autoritarismo, donde describe los modelos que suelen imponerse en el diseño de casas y edificios sin atender a la calidad de vida de los habitantes.
Livingston vivió y trabajó en Cuba. Aquella experiencia lo acercó al régimen dictatorial de los hermanos Castro y marcó su trayectoria con un sesgo ideológico controvertido. Se declaró “enamorado” de Cuba, “aunque ahora le veo más los defectos”, dijo en una de las últimas entrevistas.
Cirugía de casas fue otro de sus libros más destacados, con decenas de reediciones. Su bibliografía es material de consulta en todas las facultades de Arquitectura del país. Fue padre por última vez a los 74 años. Se declaraba “un entusiasta” de la vida y transmitía esa vitalidad con una oratoria colorida y avasallante.
Dirigió el Centro Cultural Recoleta en el año 1989, durante la administración de Carlos Grosso en la ciudad de Buenos Aires. Escribió un libro titulado Memorias de un funcionario, sobre la base de esa experiencia, que duró apenas cinco meses. Ese texto es un relato irónico y humorístico sobre las penurias de la burocracia.
En 2017 fue designado personalidad destacada de la cultura y la educación de la ciudad de Buenos Aires. En 2019 se estrenó un documental de Sofía Mora, Método Livingston, que recorre la trayectoria y las ideas del urbanista.
Fue una figura de relieve internacional que nunca pasaba inadvertida. Ejerció la profesión y la docencia con pasiones equivalentes, pero además fue un actor central en el debate sobre las nuevas corrientes urbanísticas y arquitectónicas.
Nunca dejó de escribir. Además de diez libros, publicó cientos de artículos en diarios y revistas especializadas. Uno de los ejes centrales de esos textos pasa por reivindicar “la escucha, el pensamiento lateral y la creatividad” al servicio de la arquitectura.
“La academia no me quiere”, solía decir. Pero su nombre quedará, seguramente, grabado en la historia de la arquitectura argentina contemporánea.
Fuente: La Nación