«Es el momento de las mujeres, postergadas durante demasiado tiempo». No es femenina la voz que suena en el teléfono: es la de Alec Oxenford, director de arteBA, quien le cedió este año su puesto como presidente de la fundación a Amalia Amoedo, primera mujer en ocupar ese cargo. Los elogios a su sucesora, pronunciados en el Malba cuando sorprendió con el anuncio, se repiten ahora a propósito de un fenómeno llamativo: el nombramiento, en el último año y medio, de cuatro mujeres argentinas en puestos relevantes de importantes instituciones artísticas a nivel mundial.
La tendencia sumó otra protagonista esta semana con el nombramiento de Aimé Iglesias Lukin como directora y curadora en jefe de Artes Visuales de la prestigiosa Americas Society, espacio clave en la promoción del arte latinoamericano en Estados Unidos. Ese puesto fue ocupado durante quince años por Gabriela Rangel, flamante directora artística del Malba. «Toda institución debe renovarse y Americas Society requiere de una visión acorde con este principio que muy bien encarna Aimé, persona que estimo y considero hará un gran papel», dijo Rangel.
«Me parece que una de las razones por las cuales se da el fenómeno tiene que ver con que la formación en historia del arte en Argentina, especialmente la Universidad de Buenos Aires, es muy muy buena y eso se refleja a la hora de la eleccion de profesionales -observó Iglesias Lukin desde Nueva York-. Asimismo, hay una tradición muy sólida de gestión e innovación. También el arte latinoamericano está creciendo en Estados Unidos, y en el mundo hay una mirada nueva y más atención sobre otras culturas. No se qué puede particularmente aportar a la gestión el ser argentino, pero quizás la picardía porteña pueda ser un buen recurso, si es bien usada.»
El nombramiento de Iglesias Lukin es el más reciente de otros que se fueron sucediendo en los últimos meses. El más impactante fue el de Inés Katzenstein como curadora de Arte Latinoamericano del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), donde dirige además, desde el año pasado, el Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros para el estudio del arte de América Latina. «Yo sabía que era brillante, pero superó mis expectativas», dijo sobre ella el director del MoMA, Glenn D. Lowry, durante una reciente visita a Buenos Aires para promocionar la ampliación del museo.
El debut de Katzenstein en uno de los puestos más influyentes para el arte de la región en el mundo coincidió con el de Ana Longoni al frente de Actividades Públicas en el Museo Reina Sofía, en España. Y semanas atrás se anunció que Gabriela Urtiaga dejaba de ser curadora general de Artes Visuales del Centro Cultural Kirchner para ocupar el mismo puesto en el Museo de Arte Latinoamericano (Molaa) de Long Beach, California.
«El mundo del arte es bastante chico y mucha gente se conoce», señala Oxenford, que estima en «unas cuatrocientas» las personas con influencia a nivel mundial entre coleccionistas, curadores y representantes de instituciones. «Sin duda, la apuesta a Inés, que fue una excelentísima decisión -opina-, hizo que la Argentina empezara a posicionarse como un lugar natural para mirar y buscar talentos».
¿El «efecto Art Basel»?
Otro factor que según él incidió en la mayor visibilidad de la escena local fue el programa Art Basel Cities: Buenos Aires, resultado de un trabajo de cooperación entre la feria de arte más importante del mundo, el gobierno porteño y arteBA Fundación. «He trabajado con muchos argentinos; creo que hay mucho potencial en la atmósfera local. Es como Nueva York en los años 60, cuando podías hacer cualquier cosa en cualquier lado», dijo la curadora italiana Cecilia Alemani a LA NACION el año pasado, mientras preparaba su circuito de intervenciones urbanas para la Art Basel Cities Week.
«La Argentina siempre tuvo gente muy buena, lo que pasa es que ahora se prendió la luz», coincide Oxenford al referirse a la gran tradición de presencia femenina en la escena del arte local. Esto incluye por supuesto a arteBA, fundación que desde hace casi tres décadas tiene mujeres en su equipo.
«Festejo muchísimo que curadoras argentinas estén ocupando puestos claves de la escena artística internacional. Creo que esto tiene que ver con una escena local más integrada al mundo», observó Julia Converti, gerenta general de arteBA, quien definió como «bien interesante» el escenario actual.
Ese escenario incluye por lo menos a otras dos jóvenes argentinas en importantes instituciones neoyorquinas: Rosario Güiraldes, curadora del Drawing Center de Nueva York, y Solana Chehtman, directora de programas cívicos en el flamante centro cultural The Shed.
Con o sin presupuesto
«Me parece que en general todas tienen muy buena formación de la UBA y luego se perfeccionaron en el exterior. Todas son muy creativas, tienen esa capacidad un poco de nuestro país de ir hacia adelante con presupuesto o sin presupuesto. Esta singularidad, y la creatividad en diseñar programas, renueva y trae aire fresco a la escena, que es un poco burocrática quizá», señaló a LA NACION Adriana Rosenberg, presidenta de la Fundación Proa.
Ella pertenece a un largo linaje de mujeres poderosas en la escena del arte local. Además de artistas como Marta Minujín, la más popular del país, el legado femenino en la Argentina incluye a Laura Bucellato y a Victoria Noorthoorn, como directoras del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; a Teresa Anchorena y Diana Saiegh, en la gestión pública; a Ruth Benzacar, como galerista pionera, y a Alicia de Arteaga, entre las periodistas especializadas.
Imposible olvidarse de las coleccionistas Amalita Lacroze de Fortabat -fundadora de un museo propio- y de Nelly Arrieta de Blaquier, presidenta de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes y miembro de su comisión directiva durante décadas. Ni de la mítica Victoria Ocampo, intelectual y mecenas que estuvo quince años al frente del Fondo Nacional de las Artes, cuya sede se aloja hoy en su histórica casa de Palermo Chico.
«Lo importante no es la diferencia del hombre o la mujer, no se trata de competir», opinó Amoedo, nieta de Amalita. «Lo importante es que la presencia de mujeres en puestos importantes en instituciones artísticas a nivel mundial tiene que ver con el rol que la mujer fue ganando a través de su trabajo incansable, su profesionalismo y una fuerza que antes no se veía».
«Creo que ha sido una feliz coincidencia -agrega Urtiaga-. Tengo la impresión de que en un medio tan competitivo las instituciones internacionales valoran la formación interdisciplinaria, la experiencia de gestión y la flexibilidad para entender nuevos contextos».
«Creo esto es un fenómeno demasiado reciente para intentar encontrar una constante común y que cada caso es distinto. Quizás empezó antes, con Victoria Noorthoorn curando la Bienal de Lyon y Andrea Guinta como profesora en Austin y otras universidades. Ahora lo interesante del fenómeno es que sean todas mujeres», opina el mexicano Pablo León de la Barra curador de arte latinoamericano del Guggenheim de Nueva York. Para él, «la pregunta interesante sería (sin caer en celebraciones de falsos nacionalismos): ¿por qué estas mujeres brillantes están buscando y obteniendo posiciones importantes fuera de la Argentina?»
Tres años atrás, Katzenstein había opinado en LA NACION que si la Argentina quería participar con solidez de las crecientes redes de colaboración para reubicarse en el cambiante sistema del arte, debíamos dejar de ser «receptores de saberes y promesas» y «generar nuestras propias plataformas de ideas». Todo un presagio.
Fuente: Celina Chatruc, La Nación