Es un vocabulario que va desde el «beef» (palabra en inglés que expresa pelea) de la colombiana para su ex, Piqué, hasta «una loba» -las recurrentes alusiones a animales- e incluso términos inventados como «Motomami» de la española Rosalía. ¿Pero es este estilo musical creador de un lenguaje propio? ¿O son sus letras un catalizador de aquello que ya sucede en el hablar popular?
Mientras los lingüistas analizan y desmenuzan el fenómeno con genuino interés, las canciones del género urbano conquistan reproducciones de a millones en las plataformas, sus estribillos son repetidos hasta el cansancio («tú tú tú u u»), se convierten en poco tiempo en un éxito masivo y, su lenguaje («perdón que te sal-pique»), que lleva impreso el sello de viral, da cuenta de una gran popularidad gracias a lo que algunos consideran expresiones propias o «nuevas tendencias».
Pero se sabe que la lengua es un organismo siempre vivo, nunca invivo. Lo de Shakira contra su ex Gerard Piqué ya es considerado un histórico «beef», un término que se popularizó en el mundo del hip-hop en Estados Unidos para expresar conflicto o pelea y muchos otros podrían alegar que «se picó», en referencia a la aparición de un conflicto.
Desde el «hype» (emocionarse exageradamente) que proviene del término hyperbole, o el «goteo» (triunfé) de Duki hasta el nombre artístico del puertorriqueño Bad Bunny, estos ejemplos constituyen, según recientes estudios, los tres grandes recursos del lenguaje que los músicos urbanos utilizan hoy en sus letras: términos en spanglish, palabras inventadas y referencias a animales.
«Los hablantes somos permeables a todo tipo de cosas y el léxico proviene de todo tipo de orígenes. Es probable que todas estas palabras tengan una historia previa y este género musical las captura para crear su propia identidad lírica. No podemos concluir que empezamos a usar ciertas palabras porque aparecen en un género musical. Tampoco significa que los hablantes las vamos a incorporar como parte de nuestro repertorio léxico. Hay expresiones que se ponen de moda y luego se van olvidando, como ‘rompé Pepe’», dice a Télam el lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski.
¿Es novedoso que un estilo de música se haga eco de un lenguaje popular, aunque los diccionarios aún no reflejan ese fenómeno, o tal vez nunca lo hagan? A la búsqueda de comparaciones, el tango fue a principios de siglo XX la gran usina que catalizó aquella jerga rioplatense llamada lunfardo que tomaba palabras de los inmigrantes y las combinaba con otras nuevas y locales. Y así, Carlos Gardel cantaba que «hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta. Los morlacos del otario los tirás a la marchanta como juega el gato maula con el mísero ratón».
Muchos años después, en la década del 80, Charly García pedía en «Raros peinados nuevos» un poquito de amor, y aclaraba: «No quiero ‘un toco’». Hoy La Joaqui, rapera argentina de 29 años, corea que «a tu perro lo vuelvo mi gato».
Para el lingüista colombiano David Marin, «la relación entre lenguaje y sociedad es una simbiosis: una es reflejo de la otra. La lengua va adoptando nuevas palabras por cómo la sociedad percibe su entorno. Lo vimos una y otra vez con nuevos ritmos a lo largo del tiempo: el uso de palabras nuevas, de adaptaciones, de expresiones que no forman parte del castellano son sencillamente reflejo de cómo las personas necesitan expresar todo lo que estamos absorbiendo de la sociedad, cada vez más conectada, cada vez más veloz».
Justamente «la velocidad -añade Marin- es algo propio de este género musical, así como la crítica social y el desapego a algunas normas».
El amplio abanico de ejemplos vinculado a este estilo de música incluye por ejemplo, «frontear», usada por el rapero argentino Duki, que define cuando alguien ataca a otra persona, mientras que «joseando» (canción del rapero venezolano Big Soto) es un término inventado cuyo origen proviene de la palabra en inglés «hustle» que significa ajetreo, estar de un lado a otro.
Según analiza Kalinowski, integrante de la Academia Argentina de Letras, «hay un momento de vigencia de una obra artística -en el cine, la televisión, los cómics- que puede dar lugar a apariciones de palabras en las redes sociales, pero el proceso de incorporación de léxico es mucho más azaroso y también es mucho más largo. Hay un paso enorme entre que una palabra se use por influencia de una obra y que pase a formar parte de la lista disponible de un hablante para comunicarse».
En esa misma línea se expresa Marin, lingüista senior de la app Babbel, una plataforma de aprendizaje de idiomas: «Si analizamos las canciones de este género son el reflejo de lo que vivimos hoy, pero me pregunto hasta qué punto va a ser válido en el futuro. Eso no lo podemos predecir en este momento. Estas representaciones culturales expresan problemas cotidianos a través de la música, con ritmo, con rima. Eso es algo que viene de hace varias décadas pero adquiere nuevos sonidos, nueva poesía», detalla.
La española Rosalía tiene un contagioso «idioma propio» en la música, especialmente con su último disco «Motomami» donde reza: «Baby, no me llames que yo estoy ocupá’ olvidando tus males. Ya decidí que esta noche se sale con toda’ mis motomami’», dispara la cantante en una de sus letras más celebradas. Con esta palabra quiere hacer referencia a la fuerza (moto) y a la fragilidad (mami), según la propia cantante.
¿Es Motomami el «percanta que me amuraste» 3.0? «La analogía es correcta, es decir, si hablamos de una palabra que se hace popular porque está en una canción vigente. Pero hay una búsqueda en motomami casi como una marca registrada, como crear una especie de eslogan que sea inmediatamente identificable con una artista. Desde el punto de vista de la circulación me parece que puede ser muy eficaz, pero de ahí a considerar que se trata de un fenómeno léxico, hay una distancia muy grande», insiste Kalinowski, quien es además miembro de la Academia del Lunfardo.
Para el lingüista colombiano, «motomami es una composición que suma dos sentidos que asociamos con palabras aisladas y crea un nuevo significado. Pero -advierte- son los oyentes los que ponen a rodar, o no, esa palabra. Quién sabe si es la moda de algunas semanas, de unos meses o quizás un día se incorpore en los registros de la Real Academia Española. Pero para eso tendría que pasar bastante tiempo. No lo sabemos. En todo caso es un hit del presente y como tal debemos maravillarnos de estas representaciones artísticas que ponen a prueba nuestro esquema de reglas y leyes».
Lo cierto es que las lenguas están en constante evolución, se transforman y adaptan con resultados imposibles de vislumbrar: el término «janguear» (del inglés hang out), por ejemplo, se usa para definir pasar el rato o divertirse, y se ubica en la misma columna que expresiones como «beef» o «hype».
«El género urbano encuentra en este vocabulario un valor expresivo diferente, en decir beef en lugar de pelea. Tiene que ver con vincularse a un género musical en ese idioma, o con sacudirse la obligatoriedad del léxico ya asentado de la lengua española, hacer code switching, cambiar el código, que tiene que ver con lo que evoca, o lo que te hace sentir que aparezca esa palabra intercalada entre otras muchas. Así también aparece el hype, que es la manija, pura espuma», analiza Kalinowski.
Con respecto a la presencia permanente de ejemplares del reino animal en las canciones, Marin observa que «de una u otra manera, el contacto entre el ser humano y el animal siempre ha estado ahí, siempre ha estado en la historia. Desde los estandartes de las antiguas castas familiares. Y creo que en este plano musical se apela a este recurso como una fuerte analogía de todo aquello que queremos expresar. Shakira es una loba en el sentido de ser aguerrida. Por otro lado también está el concepto negativo de algunas denominaciones, por ejemplo, el uso del término perro y perra, donde la atribución a géneros puede darle una dirección positiva o negativa. Se van adaptando según el contexto y actualmente el habla tiene la necesidad de recurrir a estos elementos para hacer comparaciones», dice.
En ese sentido, desde la óptica de Kalinowski, las metáforas que tienen que ver con resaltar determinados rasgos de los animales «son viejísimas, de toda la vida, las encontrás en Virgilio, en Homero, en la Biblia. Es lo mismo de siempre pero un poco diferente. El perro es más bien cariñoso y el gato solía ser un insulto muy fuerte en la calle, hipócrita, careta. Hay también un fenómeno que tiene que ver con la diferenciación de clase, o generacional. La palabra que elijo me puede ubicar en un lugar o en otro, en términos etarios. Es un posicionamiento sociolingüístico. Por eso hablar es un montón de cosas, hablar va al alma misma de la gente, a cómo se identifica, con quién se identifica, de quién se quiere diferenciar y demás», concluye.
Fuente: Mercedes Ezquiaga, Télam.