¿La muerte de qué persona produciría más centímetros cúbicos de lágrimas? No alcanza con emoción, tiene que haber líquido, lágrimas que se puedan separar con el dedo o con el filo de una cuchilla, y que se puedan depositar en un balde de plástico. ¿Quién llenaría más baldes, entonces? La pregunta surgió anoche en un asado, acá en Montevideo, y con mi amigo Leo (el otro argentino de la mesa) nos pusimos a imaginar el día de la muerte de Maradona: el cortejo, la plaza llena, flores, épica, ofrendas, las manos queriendo tocar el cajón. Es probable que ese día la gente deje lo que esté haciendo y salga a la calle a ver qué pasa. Se mezclará la tristeza y la celebración, al estilo mexicano; habrá llantos, recuerdos, excesos, gente que mira al cielo y vuelve a fumar, conmoción colectiva. Si cae en diciembre es posible que haya saqueos, vidrios rotos, fuego, una o dos noches de anarquía.
Maradona llenó el estadio del Bosque para su presentación oficial como DT de Gimnasia Fuente: Archivo – Crédito: Santiago Hafford
Ahora estoy viendo imágenes de la fiesta que hizo Gimnasia y Esgrima de La Plata para recibir a Maradona como director técnico y trato de explicarle a mi hija por qué esto es importante. La madre de mi hija una vez me contó que había visto llorar a su padre dos veces: una con la muerte de Olmedo y la otra con la de Zitarrosa. Algo se debe quebrar en el mundo de un niño cuando descubre que su padre puede llorar. Creo que mi hija me vio una vez. Habían cantado «Aprender a volar» de Patricia Sosa en la fiesta de fin de año de la escuela, 400 niños cantando juntos esa canción en una cancha de básquet, se podía llorar a varios niveles, y creo que mi hija me vio, o al menos vio las marcas del llanto. No podés llorar por este Maradona, me dijo después mi novia. Un hombre llorando por Maradona produce un cortocircuito en los mandamientos de la deconstrucción.
Diego entra a la cancha por la boca de un lobo inflable que parece sacado de un cumpleaños infantil, mira a la gente que llenó el estadio y levanta los brazos. «Llora Diego», anuncia el que cubre el campo de juego y el locutor lo repite. La gente en el estadio canta «Olé, olé, olé, olé / Diego, Diego» y «el que no salta es un inglés», mientras Maradona viaja hacia el centro de la cancha en un carrito de golf y le firma una camiseta al que lo maneja. Está cada vez más parecido a su padre, y es natural que así sea. ¿Por qué me causa tanta impresión, entonces? Diego agarra el micrófono y le cuesta hablar. Empieza a cantar «volveremos, volveremos» y la gente lo sigue, pero a mitad de camino se dan cuenta de que no pueden decir «volveremos a primera» porque el objetivo es justamente evitar el descenso, y tampoco pueden decir «volveremos a ser campeones» porque Gimnasia nunca salió campeón. Diego queda cantando solo, no sabe cómo salir de ese laberinto y se produce un vacío en el ambiente mucho más blanco y triste que el que habíamos imaginado para el día de su muerte.
En las primeras décadas del fútbol profesional había varios cantitos dedicados a jugadores específicos, consignas de espíritu murguero como: La gente ya no fuma / por ver al gran Labruna, o Socorro, Socorro / ya viene la saeta con su propulsión a chorro (para el veloz Di Stéfano) o Yo te daré / te daré niña hermosa / te daré una cosa / una cosa que empieza con B / Boyé. Luego los cantitos personalizados se fueron perdiendo, las hinchadas pusieron el foco en los equipos y en los colores, y por último se volvieron autorreferenciales. En Argentina es difícil encontrar cantitos más o menos recientes dedicados a jugadores. Se corean sus apellidos o nacionalidades, o alguna consigna corta como x, x, x, huevo, huevo, huevo, o se nombra al conductor del equipo cuando se canta de la mano de x. Pero no mucho más que eso. Ni Riquelme ni Gallardo ni Garrafa Sánchez ni el Pulga Rodríguez tienen cantitos muy elaborados. Quizá la excepción sea el «Solo le pido a Dios» que la hinchada de Independiente le dedica a Bochini, pero hay que tener en cuenta que como contraprestación el Bocha les dio, de 20 años de maravilla y monogamia, cinco Libertadores y dos Intercontinentales. Se podría decir, entonces, que las hinchadas no han hecho grandes esfuerzos creativos para homenajear a sus ídolos.
En la página de Mario Giaquinto se les atribuye a los tifosi napolitanos el famoso: Olé, Olé, Olé, Olé / Diego, Diego. Su origen, sin embargo, es asunto de controversia.
Si se pone «cantitos para Maradona» en Google lo primero que aparece no son canciones de hinchadas sino de músicos: Los Piojos, Calamaro, Mano Negra, Charly García, Rodrigo, Los Ratones Paranoicos, Manu Chao, Willy Polvorón, Los Cafres, La Guardia Hereje, Las Pastillas del Abuelo, Joaquín Sabina, entre otros. Víctor Orta, el director deportivo del Leeds United, recopila algunos de estos homenajes en una nota titulada «Cantos a Dios». La búsqueda también prioriza un video del propio Maradona cantando -y haciendo suyo- el tango «El sueño del pibe», compuesto en 1942 por Reinaldo Yiso y Juan Puey, y otro video de un evento benéfico en Tres Arroyos en el que Maradona le canta el feliz cumpleaños a una mujer llamada Analía y después el tango «Cucusita». Tiene varios cantando: otros tangos, «La mano de Dios», o con Los Pimpinela. Y tiene varios bailando. También aparece con Queen en Vélez en 1981. Se pueden ver fotos en camarines de Diego con la remera de Gran Bretaña y Freddie Mercury con la de Argentina. No hay video, solo el audio de cuando Maradona sube al escenario y dice: «Le quiero agradecer a Freddie y a los Queen por hacernos tan felices. Y ahora: «Otro muerde el polvo»».
Entre los homenajes, casi como si fueran canciones, se mezclan los relatos radiales del segundo gol a los ingleses.
El de Víctor Hugo Morales: Ahí la tiene Maradona. Lo marcan dos. Pisa la pelota, Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial.
El del inglés Bryon Butler para la BBC: Maradona, gira como una pequeña anguila, sale de problemas, pequeño hombre retacón.
Lo que transcribí de ambos relatos corresponde a los cuatro primeros segundos desde que Diego toca la pelota. La traducción del de Butler es mía y donde puse «retacón» el original dice «squat», que significa «bajo y ancho, usualmente de manera poco atractiva», según la definición del Cambridge Dictionary. Otras posibilidades que sugería el traductor online eran: rechoncho, achaparrado o regordete.
Los cantitos de las hinchadas aparecen bastante más abajo en Google.
Vale diez palos verdes / se llama Maradona / y todas las gallinas / le chupan bien las bolas / y cuando va a la cancha / la doce le agradece / todo lo que Dieguito se merece.
Este cantito muestra la identificación entre Maradona y Boca a pesar de que su paso por el club fue fugaz, y también evidencia el crecimiento exponencial que tuvo el negocio del fútbol en las últimas décadas. En el portal Soccernews figuran los jugadores que se vendieron por una cifra cercana a US$10 millones en el mercado de pases europeo de 2019, una combinación de nombres tan fantástica que podría ser recitada en un festival de poesía modernista: Albian Ajeti, Arnaut Danjuma, Lys Mousset, Pedro Porro, Angeliño, Mahmoud Hassan, Fabian Delph, Anwar El Ghazi, Che Adams, Jay Rodriguez, Allan Saint-Maximin, Ezri Konsa, Marvelous Nakamba.
Otros cuatro cantitos de Boca:
Teque teque / Toca toca / esta hinchada está reloca / Diego Armando Maradona / Te queremos en La Boca.
Mamá yo quiero / que vuelva Diego y todo el año es carnaval.
Diego / querido / la doce está contigo.
Oh oh oh oh / Hay que alentar a Maradó / Hay que alentarlo hasta la muerte / Porque al Diego yo lo quiero / porque yo soy un bostero y lo llevo en el corazón / Y no me importa lo que digan esos putos periodistas, la puta que lo parió.
Este último, que se canta con la melodía de «Explota mi corazón», de Rafaela Carrá, surgió después del doping positivo del Mundial de 1994 y es quizá el que más se acerca, en su forma y fondo, a los sentimientos que despierta Maradona. ¿Quiénes eran exactamente esos «putos periodistas»? El más identificable era Bernardo Neustadt, al que Maradona llamaba «sanguchito de miga: porque está siempre al lado de la torta». Pero la referencia es en plural, por lo que debía haber otros. Nadie puede negar su talento para orbitar la torta, pero no creo que el palo fuera para Fernando Niembro, porque ese mismo año la editorial Grijalbo Mondadori le publicó Inocente: Una novela magistral sobre el caso Maradona, una electrizante historia de espías en la que se sostiene que detrás del caso de todo estuvo la CIA, «ese moderno Moloc, con cabeza de oscuros intereses y músculos de envidia», según lo que dice en la contratapa.
Maradó / Maradó es un coreo muy simple que funciona al menos en tres planos diferentes. Como homenaje directo. Como reclamo. Y también como elogio a otra persona.
A nivel Selección se destacan los siguientes cantitos:
Brasilero, brasilero / que amargado se te ve / Maradona es el más grande / es más grande que Pelé.
Este mismo concepto se repite en el último verso de «Brasil, decime qué se siente».
El cada vez más triste «Volveremos a ser campeones como en el 86» no menciona a Diego, pero lo evoca con todo el peso de su leyenda.
Maradó / Maradó es un coreo muy simple, pero lo he escuchado en al menos tres planos diferentes. Como homenaje directo, con el propio Maradona presente. Como reclamo, cuando el seleccionado post-Maradona no satisfacía a los hinchas. Y también como elogio a otra persona, cuando un jugador gambetea a varios rivales, por ejemplo, o incluso fuera del ámbito futbolístico, cuando alguien deslumbra en alguna actividad que se puede asociar a Maradona, en los boliches, por ejemplo, a uno que gira sobre su cabeza haciendo breakdance, o al que cae tarde repartiendo papelitos o escabio. Y también lo escuché en un bar en Mar del Plata: había sexo en el baño, los gemidos se escuchaban desde la barra, y cuando la parejita salió le cantaron al muchacho: Maradó / Maradó.
En un libro para niños llamado Inventario de dioses incluí a Maradona entre los dioses venerados en el mundo. Este era el argumento central para sostenerlo: «Dicen que ya desde niño demostraba una capacidad sobrenatural para dominar la pelota. Los que lo veían pensaban: esto que hace no lo puede hacer un humano, entonces debe ser una especie de dios. Este mismo razonamiento se daba en otras civilizaciones para glorificar, por ejemplo, la puntería infalible de un guerrero con el arco y flecha, o su valentía o su fuerza descomunal, o para explicar que una persona pudiera conocer el recorrido del sol o las propiedades curativas de las plantas. Es un recorrido bastante común a lo largo de la historia: el humano extraordinario se puede convertir en héroe, y el héroe con el tiempo se puede convertir en mito. La materia en la que se tiene que destacar esa persona para ser diosificable cambia según la civilización y la época».
Dicen que ya desde niño demostraba una capacidad sobrenatural para dominar la pelota. Los que lo veían pensaban: esto que hace no lo puede hacer un humano, entonces debe ser una especie de dios.
Considerando las horas promedio que el argentino dedica al fútbol, no debería extrañarnos que se haya creado una especie de panteón futbolístico, y que en esa corte Maradona sea el supremo. Es cierto que no se dice que Maradona «es un dios» sino que «es Dios», con mayúscula y sin artículo, es decir, un dios monoteísta, pero esto no es más que gramática y exageración argentina, como también se escribía «Clapton is God» en las paredes de Londres en los 60. Al igual que otros dioses (Ra, Loki o Cthulhu, por citar algunos) Maradona tiene el poder de adquirir diversas formas. Si se miran las fotos de su vida se lo puede ver menemista, obeso, campeón del mundo, humilde, de tapado de piel, guevarista, compadrito, duro, familiero, superatleta, cariñoso, de tanga Versace, bailarín, camorrero, bilardista, reproductor, melenudo, abandónico, generoso, patriarca, bolivariano, mamero, jugando al truco en la calle, icónico, risueño, psiquiátrico, menottista, amiguero, fábrica de memes, cantante, venerado, francotirador, golfista, gitano, niño iluminado.
Como también sucede con muchos dioses, Maradona tiene sus detractores. Algunos dicen que es un simple héroe deportivo. Otros dicen que ni siquiera eso, que por su conducta fuera de la cancha no merece ese título. Sus fanáticos sostienen que los dioses no son perfectos, que Zeus era un violador serial, y Atenea le arruinó la vida a Medusa por despecho, que el gordo Dagda detuvo el sol por nueve meses porque había embarazado a la mujer de otro dios celta, y que el mismísimo Yahvé, en el Antiguo Testamento, manda osos a descuartizar a 42 niños solo porque le habían dicho pelado a un sacerdote.
El napolitano Mario Giaquinto se tomó el trabajo de recopilar 137 poemas dedicados a Maradona desde todas partes del mundo, entre los que se destacan títulos como «La paloma», «Na brutta malattia», «Diego: Unvergleichlicher Meister» y «Hechizo de barro». En su página vivadiego.com también reúne, con letra y audio, las canciones que los napolitanos le dedicaron a su ídolo. Se pueden encontrar canciones de artistas locales (tarantelas como «Maradona non perdona», o algunas más pop como «Tu fuoriclasse» o la marcha marcial «Maradona è meglio ‘e Pelé») y también están los dos cantitos de los tifosi de los que voy a hablar ahora.
O mamma mamma mamma
Oh mamá, mamá, mamá
o mamma mamma mamma
oh mamá, mamá, mamá
sai perche’ mi batte il corazon?
¿sabés por qué me late el corazón?
Ho visto Maradona,
He visto a Maradona,
ho visto Maradona
he visto a Maradona
eh, mamma’, innamorato sono.
oh, mamá, enamorado estoy.
La traducción quizá no era necesaria. La pongo porque la página la provee y para decir que haría una pequeña corrección: dejaría el «mamma» original, para mantener el ritmo del cantito, y también porque la pronunciación italiana de esta palabra forma parte del lenguaje de los argentinos y, especialmente, del lenguaje de Maradona. Este detalle lingüístico puede parecer menor pero sirve como metonimia para explicar por qué Maradona y Nápoles fueron el uno para el otro, por qué ese amor tan intenso, que no se dio, por ejemplo, con la más fría y europea Barcelona. (Una vez escuché que una suiza le decía a un cubano: Si lo que quieres es conquistarme vas a tener que dejar de decirme «mamita»). Maradona encontró en Nápoles una matriz exaltada de Argentina y de Boca: una tierra de manjares, demostraciones físicas de cariño y estridencia; un paraíso sensual y agobiante; el infierno de eses silbadas y copiosa gesticulación que Borges figuró en el personaje de Carlos Argentino Daneri. Por supuesto, luego vino el fútbol, los éxitos deportivos, pero el amor ya estaba hecho a primera vista. En esta misma sección de la página se puede escuchar a Maradona cantando en italiano «La favola più bella»: Son venuto da lontano / qui è casa mia / già ti conoscevo Napoli / seconda mamma mia.
El otro cantito que la página de Giaquinto atribuye a los tifosi napolitanos es el famoso: Olé, olé, olé, olé / Diego, Diego. Su origen, sin embargo, es asunto de controversia. En el foro rolinga «Banquete de pordioseros» se pueden encontrar los siguientes comentarios sobre quién fue el primer destinatario de este cantito: Nació en Napoli para Maradona en 1987. / Es netamente mexicano, la hinchada de Zacatepec se lo cantaba a Alfredo «El Harapos» Morales en 1986. / Yo lo escuché para Richards la primera vez que vinieron los Stones a Buenos Aires. / Lo cantaba el Real Madrid a la plantilla de la Quinta del Buitre. Pero no se dice un nombre, solo se repite el olé, olé / Tienen que decir un nombre, si no parecen pelotudos. / La banda punk Bouncing Souls la grabó en 1999 y después la usaron las hinchadas de hockey sobre hielo. / Tengo entendido de fuentes valederas que lo inventó la hinchada de San Lorenzo en un partido contra Vélez en 1983. Después se hizo conocido como cantito de Argentina en el Mundial del 86 y de ahí lo sacaron los del Napoli para Maradona. / La cancioncita es de un grupo valenciano llamado Los Inhumanos y es de 1980. / En 1985 se la cantaban al Anderlecht de Bélgica. Está en YouTube. / Grueso error: es de la hinchada de Atlanta cuando jugábamos las finales del Nacional 73. / Lo que se canta en las canchas argentinas es furor afuera diez años después. / La primera vez que los Stones vinieron a España en 1976, Ronnie Wood salió vestido de torero y todos tan contentos.
¿Alcanzan estos cantitos para una figura tan compleja y relevante como Maradona? Los hinchas del Newcastle, a la vez tiernos y machirulos, cantaban: Oh Coloccini, sos el amor de mi vida / Oh Coloccini, dejaría que te cojas a mi esposa / Oh Coloccini, yo también quiero pelo enrulado (la traducción es mía) con la melodía de «Can’t take my eyes off you». Es cierto que las hinchadas inglesas son más proclives a los cantitos humorísticos y personalizados, pero aun así, ¿no resulta un poco desproporcionado? Con el volumen wildeano de citas que dejó Maradona en el habla popular (expresiones poéticas, ingeniosas o guarangas que reproducen tanto los seguidores como los escandalizados), ¿no le podrían haber inventado algo un poco mejor?
Una señora está dando una entrevista y cuando advierte que los hinchas están cantando la que toma Maradona, la que toma el Negro Olmedo, que se la den a Gimnasia, si querés salir primero (con el ritmo de «Tengo un tractor amarillo») deja pagando al entrevistador y se adhiere eufóricamente al coro. El video se hizo viral por la forma en que la señora pasa de un estado emocional al otro.
Luego, en la conferencia de prensa, a Diego le cuesta hablar. En los pasillos las personas lo rodean, lo quieren ver y tocar, todos quieren darle un beso y tocarle la cabeza. Esto le viene pasando hace unos 40 años, todos los días, en cualquier lugar del mundo: ahora cuando salga de mi casa todos me van a querer tocar la cabeza. ¿Cómo será vivir así? La única vez que vi a Maradona de cerca fue en un boliche. Apareció en un VIP en un primer piso y todos le cantaron Maradó / Maradó. Se asomó al balcón a saludar. Un amigo que ahora trabaja en un banco se sacó la remera y se la tiró para que se la firmara (supongo); la remera cayó del otro lado de la baranda y nadie le prestó atención. Al ratito lo echaron del boliche por andar con el torso desnudo. Vimos cómo se lo llevaron los patovicas y él trataba de explicar lo que había pasado.
En el último tiempo se viene acentuando una nueva modalidad de contacto. Las personas ya no solo quieren tocar y besar a Maradona, también le llevan cualquier cosa que estimen bendecible.
En el último tiempo se viene acentuando una nueva modalidad de contacto. Las personas ya no solo quieren tocar y besar a Maradona, también llevan cosas para que Maradona toque y bese: medallitas, rosarios, talismanes, niños enfermos, cualquier cosa que estimen bendecible. Es algo irracional, sin dudas, ¿pero qué tanto más racional es la prohibición de comer crustáceos o besar el anillo del Papa?
Supongo que este fenómeno se va a volver cada vez más intenso y urgente. Inevitable, también. Maradona podría irse a vivir a un refugio en la cima de una montaña e igual irían a verlo, la dificultad del camino fomentaría la peregrinación; habría amor, promesas, zánganos, merchandising; podrían poner un vallado metálico y alcanzaría con que Diego se dejara ver cada tanto, caminando con un bastón o en un trono dorado con rueditas, la barba blanca. La gente podría cantarle a la distancia, quizá inventen algo nuevo, una especie de mantra, y Diego apenas tendría que asentir y cerrar los ojos y saludar con la mano a la distancia.
Fuente: La Nación