A 250 años del natalicio y en el bicentenario de la muerte de Manuel Belgrano, Ana María Shua, Mario Mendez, Margarita Mainé y Fernando Sánchez, escritores de libros para chicos, reflexionan y actualizan la mirada sobre el hombre que fue prócer, la historia, sus ideales y acciones, y la visión innovadora que fue ocultada y minimizada y sigue siendo tan actual.
En este año de conmemoración muchas publicaciones y actividades se hacen eco de la vida de Manuel Belgrano, abogado, periodista, político y militar, revolucionario de la independencia de la «patria» y de ultramar, nacido el 3 de junio de 1770 y fallecido el 20 de junio de 1820, en la misma casa que lo vio nacer.
En este momento de resignificación de la figura histórica de Belgrano, Mario Méndez explica que «cada época tiene los próceres que merece y busca. En algún momento se lo ninguneó, en otro momento se lo pintó nada más que como el creador de la bandera, en otras se ensalzó su rol como militar. Hoy rescatamos cuestiones que no habían sido tenido en cuenta: que fue el primero en hablar de educación pública, gratuita y universal, que fue uno de los verdaderos revolucionarios, que respetaba a los pueblos originarios, que tenía una clara mirada política de progreso y justicia».
Ana María Shua cuenta que «Belgrano es un prócer tan indiscutido y admirado por los conocedores de su trayectoria que se lo disputan por su honestidad. Se empobreció luchando por la patria, la revolución y la independencia del país».
«Ojalá esto no sea solo por el bicentenario», aclara Margarita Mainé, autora de «Soy Manuel» (editorial Norma), porque resignificar supone ir más allá de las fechas. «Durante años en las escuelas limitamos al prócer a creador de la bandera. Es momento de darle significado a sus logros y sobre todo a su pensamiento innovador».
Fernando Sánchez, autor de «La pasión como bandera» (Ed. Norma) refiere que le interesa mucho más la primera época, la de intelectual y que lo que más le sorprendió fue la propuesta de educación de las mujeres. También rescata la imagen de alguien que pudiendo vivir una vida acorde a su clase social, se puso a pensar en los demás».
Para trabajar la ficción sobre hechos históricos, Shua aclara que «hay que tener un respeto absoluto de todo lo que se sabe de la historia», pero «el día a día no se conoce» y los diálogos van a ser inventados, porque hay pequeñas cosas de la vida cotidiana que por fuerza es necesario inventar, por suerte.
«Para poder crear ficción a partir de la historia hay que conocerla y conocer muy bien el personaje, para saber cómo podría expresarse, qué diría, y podría hacer en una situación cotidiana», acota.
A lo cual agrega que hay cosas que en un libro para chicos son complicadas de contar, como hablar del timbre de voz de Belgrano o la forma en que se vestía. Después de todo era un ser humano.»Tuvo historias de amor muy lindas, muy conmovedoras», afirma la autora de «El hombre que no podía mentir» (Loqueleo) y el cuento ¡Tenemos patria! del libro «Patriotas» (Ed. Norma).
A la hora de poner el acento para escribir, Mainé cuenta que para ella «la literatura aporta siempre libertad», aunque la atención está en los datos históricos que se suman a la novela sean fidedignos, la literatura da vuelo, deja entrar el juego en la cabeza del escritor».
Méndez es categórico: «la literatura histórica cuenta cosas que pasaron y que pudieron pasar. Hay que tener cuidado de respetar tiempos y verosímiles históricos, pero no estamos haciendo historia. Estamos sirviéndonos de ella».
Para Sánchez fue una experiencia nueva, el relato histórico, para el que estudió la época, forma de hablar y vida cotidiana, que le permitiera armar escenas, sin caer en lo aburrido, para reconstruir la historia de Belgrano desde la infancia.
Mainé desde su trabajo intuitivo, a partir de la idea y lecturas sobre Belgrano, privilegió su experiencia como escritora de ficciones para niños. Relata la historia de un niño de este tiempo, Manuel, -que vive en un barrio de emergencia, su mamá trabaja limpiando casas y su papá es cartonero-, que va descubriendo al prócer en la escuela y va encontrando la conexión entre el esfuerzo de Manuel Belgrano por una sociedad mejor, y su propio esfuerzo por aprender a leer». Seguimos con los mismos problemas, con la desigualdad social, la discriminación y tantas otras problemáticas», concluye.
En el caso de la novela «Mi amigo Manuel» (Loqueleo) de Mendez, la vida de Belgrano es contada desde el personaje que lo acompaña y narra, Francisco López. Y en «Los patriotas decididos» (Ed. Norma), se relata «la historia de amor de un gaucho jujeño y una negra liberta», donde Belgrano aparece pero no es el protagonista.
Para un público infantil, dice Mendez, se trabaja «de la misma manera que como se escriben policiales, cuentos y novelas de terror para niños y jóvenes: se respetan las claves del género, y se tiene en cuenta el público lector.
Por su parte, Mainé afirma que no reflexiona en cómo trabajar los contenidos, y aclara que durante más de veinte años fue docente de niños pequeños, lo cual dejó una marca en su escritura.
En cambio, Shua cuenta que trata de acercar la figura a los chicos, de «convertirlo en una persona con sus rabietas, con sus alegrías, con su sentido del humor, con las características personales que pudo haber tenido, pero sobre todo humanizarlo, esto es lo que hace la literatura. Verlo como un hombre y no como una estatua».
En cuanto a la escritura, Sánchez aclara que «hay que pensar en un lenguaje que puedan entender, una redacción sencilla». La idea de un personaje humanizado también está en su propuesta.
La mirada sobre los próceres cambió a lo largo del tiempo. Mainé comenta: «con Belgrano me pasó lo que a todos, lo pensamos como el creador de la bandera, esto escondió el pensamiento y acción de un hombre muy innovador, con pensamientos adelantados a su época, con sensibilidad hacia los pueblos originarios, hacia la condición femenina. Estas son las cosas que sorprenden y en las que hay que poner énfasis, porque son formas de pensar que aun doscientos años después, hay gente a la que le cuesta incorporar».
Imaginar un Belgrano contemporáneo no es posible para Shua «porque es un personaje muy de su época» pero «sería un político honesto de lo que hay pocos, de los que siempre hubo pocos, con ese grado de honestidad y de entrega».
Imaginarlo hoy resulta bastante difícil, asegura Sánchez, aunque le gustaría que existiera alguien así, que se jugara.
Mainé cree que Manuel Belgrano estaría «pensando y haciendo un mundo mejor, al igual que toda las personas que priorizan ayudar al otro, que piensan que un mundo justo tiene que darnos a todos las mismas oportunidades».
Méndez es más entusiasta: «Belgrano sería hoy un político progresista o revolucionario. Pelearía por lo nacional y popular, sería un hombre –como lo fue en su tiempo- de grandes ideales, capaz de jugarse por sus principios, y con una mirada muy clara sobre la igualdad, la educación, la distribución de la riqueza, la justicia».
Fuente: Télam