La extinción del Homo Neanderthalensis, más conocidos como neandertal, 30.000 años atrás justo en el momento en que comenzaba a emerger el Homo Sapiens, el hombre moderno, es uno de los misterios que todavía genera gran interés en la comunidad científica.
Sobre ese punto, científicos españoles arrojaron luz y señalaron que una de las posibles causas de la desaparición de los neandertales podría estar asociada a la práctica del canibalismo. A esa conclusión llegaron los antropólogos españoles Jordi Augustí y Xavier Rubio-Campillo en un estudio de 2016 rescatado en diciembre por el psicólogo Frederick L. Coolidge para la revista Psychology Today.
A partir de avances científicos, y con distintos descubrimientos que así lo sugieren, Augustí y Rubio-Campillo asumieron como un hecho esta costumbre por parte de los neandertales y llevaron adelante un estudio en profundidad sobre sus consecuencias.
Los españoles señalaron que los neandertales habrían practicado el exocanibalismo, que es el que se practica sobre personas de grupos sociales ajenos. El otro tipo es el endocanibalismo que expone la tendencia de un grupo de alimentarse de su mismo clan o entorno por motivos religiosos o necesidades extremas.
De cualquier manera, los especialistas marcaron que ambos tipos de canibalismos se dieron en condiciones específicas de hambrunas o cambios climáticos, mientras que en épocas de abundancia de alimentos, no se consideraba como una posibilidad.
Sobre esta base, Augustí y Rubio-Campillo realizaron una simulación de trabajo y concluyeron que el exocanibalismo habría representado para los neandertales que lo hubieran practicado un beneficio en el corto plazo para garantizar su supervivencia, aunque, no para la especie en general.
La investigación, realizada sobre evidencias en registros fósiles, pretende ser un primer paso para llevar adelante modelos más precisos que tomen en cuenta otros elementos.
Múltiples razones
La práctica de canibalismo entre los neandertales está basada en distintas teorías. Una de ellas pone como causa principal al cambio climático, de acuerdo con los investigadores Alban Defleur, de la ENS de Lyon, y Emmanue Desclaux, del Laboratorio departamental de Prehistoria del Lazaret, en Niza.
En la revista Journal of Archaeological Science, Defleur y Desclaux ubican como período de extinción de esta especia al final de la glaciación de Riis, la penúltima era glacial del Pleistoceno. Ese cambio climático, al que los neandertales no se adaptaron, representó una oportunidad para el emergente Homo Sapiens, que supo cómo hacerlo.
Según los franceses, por entonces, la temperatura del planeta había ascendido varios grados, había crecido el nivel de los océanos y los hielos se habían retirado de buena parte del continente europeo. La redistribución de la flora y la fauna, como consecuencia de esos cambios, motivo a los grandes mamíferos a trasladarse a lugares más fríos.
Es, en ese contexto, que los neandertales, recolectores y cazadores por excelencia, tuvieron que recurrir al canibalismo como método de supervivencia.
En 1991, en Francia, se descubrió quizás el registro mejor documentado que sugiera la práctica caníbal del Homo Neanderthalensis. Se trata de la cueva Moulan-Guercy, ubicada 80 metros sobre el río Ródano, donde se hallaron restos humanos con cortes en huesos y también herramientas cortantes que estaban destinadas a ese fin.
Por su parte, la antropóloga de la Universidad de California Hélène Rougier sugiere una visión diferente en relación con los motivos que habría llevado a los neandertales a practicar el canibalismo. Experta en el tema, la especialista analizó, junto a colegas, 99 restos de entre 40.000 y 45.000 en una cueva en Goyet, Bélgica.
En el yacimiento paleontológico también se documentaron evidencias de canibalismo. No obstante, para Rougier la práctica se habría utilizado con el objetivo de ampliar sus recursos de alimentos o también para eliminar a la competencia.
Otros investigadores destacan que los neandertales no tenían el sentido del olfato tan desarrollado y que eso habría influido en sus hábitos alimenticios.
Fuente: La Nación