Ludovica Squirru Dari, hace cuarenta años consecutivos que elabora el horóscopo chino con las predicciones basadas en el milenario arte de interpretar el destino. Lo hace según la observación de un particular zodíaco conformado por animales arquetípicos de las personalidades humanas. Para el año del tigre, el 2022, predijo la guerra que hoy tiene en vilo al mundo, anunció la profundización del conflicto mapuche en la Argentina y alertó que el país estaba “a punto caramelo para una explosión”, una predicción inespecífica pero que, sin embargo, podría invitar, a los buscadores de coincidencias, a relacionarla con el intento de asesinato a la vicepresidenta.
Su nuevo augurio para el 2023, el año del conejo de agua, apunta a recuperar la identidad de los argentinos. “Tenemos que darnos cuenta que todo lo que está ocurriendo es parte de un fin de ciclo en la humanidad y en la Argentina. Ya estamos en la antesala de un cambio que va a producirse entre el año del tigre y el conejo de agua, no solamente porque ya llegó, sino porque hay un espíritu nuevo que necesita otra forma de organización social, política”, introduce en diálogo con LA NACION Ludovica, y observa: “La política en el mundo está en decadencia, la gente busca líderes que representan los problema reales y que ayuden a ser solidarios con el prójimo. Tratar de dar un poco de tu ser, de tu conocimiento, incluso de tu patrimonio, para compartir lo que has conseguido con gente que lo ha perdido y que lo merece porque también le han pasado situaciones límites. Estamos todos en el arca de Noé”.
Para las elecciones presidenciales que se realizarán en 2023 también tiene un consejo: “Cuidado con la votación, el año del conejo de agua es para tomar precauciones, pensar más en la realidad de lo que somos, queremos y hacia dónde vamos. Tenemos que tocar fondo para recuperar nuestra identidad, como base fundamental para saber realmente que no solo vivimos acá por una cuestión de territorio sino por una elección consciente, a pesar de todo lo que pasa”, destaca la escritora. La autora, que es best seller en Argentina -y sus horóscopos figuran entre los más vendidos en Hispanoamérica-, este año acompaña el lanzamiento de su Horóscopo 2023, año del conejo de agua, con una agenda que contiene predicciones y consejos basados en el I Ching para cada mes y cada día, ilustrada por Juan Miranda.
Para el 2023: “Repensé mi propia infancia”
Ludovica nació en Buenos Aires, en el Sanatorio Otamendi, el 9 de mayo de 1956, a las doce en punto del mediodía. Según cuenta en su nuevo libro, ella tenía que nacer, a pesar de que su madre se encargó de contarle que casi la abortaba, pero les pareció bien darle una hermanita a su otra hija, Margarita. “He trascendido mandatos, sentencias y dictámenes para transmutar de crisálida a mariposa”, reflexiona en el texto, en el cual revela que desde muy muy niña sentía que de día y de noche tenía un ángel guardián que la protegía. Tenía premoniciones que se cumplían; por ejemplo, aparecía una carta de un tío o tía en el extranjero anunciando algún cambio en su vida… y unos días antes me había anticipado a comentarlo en algún almuerzo o copetín en la galería mítica de Nomai, la casa en Las Rabonas, Traslasierra, donde vive actualmente y donde la familia veraneaba para visitar a la abuela Muna. “Si soñaba que alguien perdía dinero porque le habían robado la billetera o lo habían asaltado en la calle, ocurría. Presentía también la complicada relación de mis padres. La tendencia de papá a la satiriasis (proviene de sátiro) con cualquier mujer que rondara. Dentro y fuera de la familia; algo que me marcó sin duda en la entrega total al hombre”, confiesa.
Fueron seis hermanos, cuatro del primer matrimonio de su mamá: Inés, Verónica, María Eugenia y Miguel; y Margarita y Ludovica, de su segundo matrimonio, con su padre, Eduardo. Inés, su hermana mayor, se dedicó al teatro, a la TV, a la vida bohemia y de vanguardia de la década de los 60. Ella, aunque también inició su carrera artística como actriz, descubrió el horósopo chino y se dedicó a difundirlo y hacer de este conocimiento procedente de una cultura lejana, un arte, un camino de transformación y una profesión que le valió reconocimiento internacional. “Fui una niña sobreestimulada en sensaciones, vivencias, percepción, maestros, ejemplos, vivencias de déjà vu, vidas pasadas, ubicuidad. Me sentía cómoda cuando en casa se hablaba de reencarnación, budismo, taoísmo y confucianismo”, recuerda y responde a la pregunta que tantas veces le hicieron a lo largo de su carrera: por qué, si nació y vive en la Argentina, se dedicó a la astrología china. “La respuesta es que ya venía con la semilla cuando fui concebida en ese óvulo y espermatozoide. Nací abierta y receptiva, atenta y dispuesta a crecer con lo que me nutrieron en mi hogar”, concluye en el prólogo de Horóscopo 2023.
“Los niños son la deuda pendiente de la humanidad”
En diálogo con LA NACION, Ludovica Squirru Dari, repasa su pasado y su presente, entre las giras de promoción literaria y su refundación espiritual de la Argentina, una ceremonia que practica cada 4 de diciembre en su rincón del mundo. Además, hace nuevas revelaciones sobre lo que cabe esperar para el año del conejo de agua que comenzará el 22 de enero de 2023, según el horóscopo chino que, este año, lo hizo pensando en los niños.
– ¿Por qué decís que la gran esperanza para el año próximo son los niños y las niñas?
-Porque es tiempo de prestarles atención a ellos y también es hora de repensar nuestras propias infancias.Los niños son la deuda pendiente de la humanidad. Tenemos dos o tres generaciones diezmadas por la falta total de familias, por la situación de la pandemia, por padres que tienen que sobrevivir económicamente y que no conocen a sus hijos. Muchas situaciones de traumas infantiles son por falta de esa contención que deberían tener, al menos una vez por día, donde puedan contar qué les pasa. Muchos niños son dejados en manos de desconocidos, o están en lugares donde los maltratan o los ignoran. Me afectó mucho la invasión rusa a Ucrania, ver esa cantidad de niños bombardeados, muertos al lado de sus padres o huyendo porque se salvaron, sin destino, sin saber quién se iba a ocupar de ellos y tristemente quizás llegando a fronteras y lugares adonde también la mala humanidad los explota sexualmente, hacen tráfico de niños, los secuestran.
– ¿De qué se trata la incorporación de la sección “Ludovica recibe una visita inesperada” al libro?
-Todos mis libros traen algo inesperado. Por eso hay fábulas y situaciones nuevas a partir de la idea de que yo recibo a los animales del zodíaco en mi casa y converso con ellos. Son cuentos que siguen un poco la idea de Alicia en el país de las maravillas, de sumergirnos en ese agujero que tentó a la niña para encontrarnos con los desafíos que nos transformaron. Cuando tenés imaginación, cuando ves las señales, tenés una mirada creativa, salvaje, sos dueño de tu destino. Dejás de ser “hijo de” para ser vos mismo.
– ¿Qué buscás transmitir este año? ¿Qué cambió en vos, en tu visión de la vida, a lo largo de tu trayectoria, después de la pandemia, con las cosas que te pasaron como el incendio de la casa de tu infancia en Parque Leloir o con el emprendimiento de Nono?
Tuve ganas de repasar mi infancia y para eso convoqué a Esteban Villarreal, un escritor y psicólogo de niños, amigo mío desde que somos jóvenes. Para poder crear una manera de retornar a nuestra propia infancia y mirarnos en los niños como arquetipos. Lo cierto es que en cada libro trato de reflejar mi aquí y ahora, lo que me va pasando, lo que pienso del mundo y de Argentina, mis estudios, mi vida como escritora, como mujer de la tierra, que trabaja en el campo que atraviesa situaciones límites, que se enfrenta a los incendios o a posibles expropiaciones. La tierra es el valor más grande y no tenemos leyes en Argentina que la protejan para el futuro. Mi visión de refundar la Argentina está creciendo como un movimiento genuino humanista de repensar quiénes somos, qué queremos de nuestras vidas, convocando a gente después de la celebración del 4 de diciembre en Ojo de agua, Nono.
-¿Es importante para vos la pareja? Siempre tenés muy presente a Claudio, Cat, lo nombrás, es el que te cuida, el que hace tus fotos en exclusividad. ¿Por qué no se muestran juntos? En este aspecto, qué es lo que según tus conocimientos y tu sensibilidad, mantiene a una pareja unida?
Con Claudio Herdener estamos en pareja hace quince años y ambos compartimos la privacidad, no tener que hacer show off de ningún tipo porque no creo en eso, ni él, que es fotógrafo y compartimos la vida absolutamente en todo, es quien hace todas las tapas. Él tiene su propia vida y yo también la tengo. No somos de mostrar nuestro mundo privado porque es parte de preservar una pareja, pero es algo maravilloso, en Traslasierra nos conoce todo el mundo y allí tenemos nuestros amigos.
– ¿Cómo es un día tuyo en Nono? ¿Cómo es Ludovica cuando no está de gira?
En mi casa de La Rabona, empiezo cada día muy temprano, con mucha paz, tomando mate, haciendo alguna ceremonia, prendiendo velas para agradecer, siguiendo el Tzolkin, que es el calendario maya, encomendando todo lo que pasa ese día al universo para que salga bien. Soy (biotipo) alondra, por eso amanezco con las primeras luces del día. La mañana es el momento en el que siento que puedo estudiar o escribir, porque tengo ese silencio fundamental para poder colocar ideas, sueños, pesadillas y todo lo que traigo de la noche para después empezar con las situaciones normales del día. Salgo a hacer las compras, solucionar los temas de las viviendas, del campo, compartir con gente de la comunidad los problemas actuales, institucionales, como cuando nos enteramos de golpe que deciden hacer un barrio sobre el río, sin consultarnos ni tener en cuenta que eso va a traer problemas, no sólo a los que habiten el nuevo barrio, sino también para las cloacas. Eso está creando conflictos muy serios para el turismo, para la supervivencia en este lugar, que está acosado por la sequía y los incendios intencionales para que la tierra valga menos. Estoy involucrada con la situación de la comunidad.
Fuente: Daniela Chueke Perles, La Nación