Los juegos de mesa están lejos de desaparecer. Podría pensarse que forman parte de un pasado analógico, enterrado por las consolas y los juegos en red. Pero, «aunque usted no lo crea», continúan siendo un entretenimiento mayúsculo para jóvenes, no tan jóvenes y familias enteras. La gracia de un tablero o cartas y reglas impresas en papel parece trascender cualquier imposición tecnológica individualista. Más aún, los juegos de mesa no solo subsisten: se están renovando y ganan en ingenio y en variedad de opciones.
Sebastián Koziner, diseñador de juegos de mesa, dice muy convencido: «Estamos en un momento de boom de los juegos de mesa en todo el mundo». Asegura que están en plena vigencia y que en la Argentina hay una «movida que crece todos los años«.
Sebastián tiene dos juegos publicados que fueron editados en otros países. Uno es Oni, en el que demonios japoneses hacen travesuras. El otro es Cultivos Mutantes, un juego de economía: «Tenés un cultivo de plantas que van mutando y tenés que darles de comer, darles agua, combinarlas entre ellas y hacer la mayor cantidad de puntos», explica.
Como él, hay muchos otros nuevos talentos que están dándole aire fresco a un rubro que parecía en peligro de extinción. En la última década, los creadores comenzaron a multiplicarse. Hace cinco años nació el premio Alfonso X, que distingue a los mejores juegos de mesa argentinos del año. «Lo que se busca es difusión, y participan más de 20 clubes de juegos de mesa de todo el país», cuenta Laura Muollo, cofundadora de El Dragón Azul, una de las editoriales argentinas de juegos de mesa más importantes.
Ella y su marido Ezequiel Wittner se iniciaron en todo esto en el 2014, después de fanatizarse con el juego de la serie Game of Thrones. «Empezamos a organizar eventos en casa para jugar a ese juego. Al principio venían 16 personas, pero poco tiempo después eramos tantos que nos tuvimos que mudar a una casa más grande«, recuerda.
Ese fue el comienzo de la comunidad GeekOut, un espacio dedicado especialmente a los juegos de mesa que ya cuenta a sus visitantes por miles. «Empezamos con 50 personas y en pocos años pasamos a tener unos 800 jugadores por mes», cuenta Laura. Tienen un local en Palermo donde cientos de fanáticos se reúnen para disfrutar de jugar en grupo.
Los locales destinados a los juegos de mesa convocan a miles de personas.
«Los sábados abrimos desde las cuatro de tarde hasta la siete de la mañana. Empiezan a jugar y no se quieren ir. Los tengo que echar», agrega Laura, que detalla que El Dragón Azul ya editó 20 juegos propios y que este año piensan publicar otros tres de autores argentinos.
El perfil de los jugadores traspasa varias franjas etarias. La mayoría tiene entre 25 y 40 años y título universitario, dice Muollo. Y agrega: «Vienen solos a jugar y relacionarse. Porque el vínculo social es uno de los aspectos más importantes de estos juegos».
Cuenta además que el renacer de los juegos de mesa ya llegó a las empresas. «Hay un boom con empresas que nos contratan para realizar after offices con juegos de mesa», asegura. «Hay un redescubrimiento de la importancia de jugar. Ya que a ellos les importa que la gente pueda trabajar en equipo. También algunos los usan para selección de personal. Y cada vez más firmas comienzan a tener ludotecas propias».
Agustín Mantilla, creador de Juegos Maldón, comenta que el crecimiento de estos divertimentos analógicos se debe a que «están actualizados para los gustos de ahora». «Juegos clásicos como El Estanciero y el TEG quedaron muy viejos y ya no atraen a tantos jugadores. En cambio, los nuevos tienen otras temáticas y están pensados para el jugador moderno, al que también le gustan los videojuegos», dice.
Agustín arrancó en el rubro con su hermana Candelaria, hace once años, cuando estaban «hartos de trabajar en relación de dependencia». Provienen de una familia numerosa —son cinco hermanos— que amaba jugar a distintos juegos de mesa. Y esta pasión se transformó en vocación cuando Candelaria decidió correrse del mundo de la publicidad y convocó a Agustín, que trabajaba en una empresa de telefonía, para darle forma a El Erudito, su primer y exitoso juego, que luego fue seguido por otros.
Después de dárselos a probar a amigos y familiares —prueba de fuego que pasaron airosos—, decidieron dar un paso más e imprimieron 2000 copias, que se vendieron en los primeros cinco o seis meses.
Algunos de los nuevos creadores, en tanto, se quejan de que el mercado argentino está copado por los juegos tradicionales. «Tienen entre 50 y 100 años y los siguen reeditando, y así les quitan espacio a los más modernos y originales, que son más buscados por el público de hoy». comenta uno de ellos.
Con ingenio y propuestas renovadas, los juegos de mesa mantienen su vigencia.
Según Agustín, a los argentinos les gustan los juegos divertidos, no tanto de estrategia. «Porque les gustan las reuniones. En especial buscan juegos donde poder estar adentro y afuera del juego y que eso no afecte tanto la partida».
Juegos para las «previas»
Un fenómeno que se está dando entre los más jóvenes es el de los juegos de mesa para las «previas», esas reuniones que se hacen antes de salir a bailar. «Son juegos como No lo testeamos ni un poco, HDP, o Con eso no se jode, que usan los chicos para divertirse en la casa de alguien, mientras se toman unas copas», cuenta Laura.
Sebastián Bianchi tiene 23 años, es estudiante de Ingeniería y Sistemas y ama los juegos de mesa. Por su edad, como buen centennial, podría estar conectado a una consola de juegos todo el tiempo. Pero no es así. Si bien los videojuegos también le gustan, asegura que a los juegos de mesa «los vivís».
«Descubrí un montón de juegos nuevos que me volaron la cabeza. Además, a diferencia de la consola, vos podés comunicarte con los otros jugadores, hacer nuevos amigos y tener una interacción social mucho mayor», comenta Sebastián, que por varias horas, tres veces por semana, juega al Secret Voldemort (basado en la saga de Harry Potter), en el que los participantes forman parte de un jurado cuyo objetivo es descubrir quiénes son los malos y quiénes los buenos.
Una vez por mes, la comunidad GeekOut se junta en el Teatro San Martín. Ahí suelen reunir unas 3000 personas.
Más variedad
Emmanuel Poletto, presidente de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, cuenta que en la actualidad «hay una mayor variedad» en la oferta de estos juegos y que esto es lo que está haciendo expandir la costumbre de jugarlos. «Hay muchas más empresas que se dedica a esto», dice.
Poletto también expresa que gran cantidad de personas se inclinan por los juegos en formato de cartas. «Muchas familias están viendo que los juegos de mesa son una buena forma de reunirse, y eligen este formato [el de las cartas] para poder llevar el juego a la playa o tenerlo en el auto para cualquier salida familiar».
Por su parte, Carlos Ruibal, director de Ruibal, la mayor editorial de juegos de mesa del país, asegura que este renacer es empujado por una necesidad «cada vez mayor de la gente a desconcertarse un poco de lo digital, de volver a tener tiempo, de compartir con los amigos y la familia».
Sentarse frente a un tablero sigue siendo una opción vigente en la era de las consolas y los juegos digitales.
En cuanto al público, Ruibal menciona que los millennials buscan que los juegos sean más dinámicos, casi sin reglas, intuitivos. Y detalla: «Juegos como el TEG, por ejemplo, son menos atractivos porque duran mucho y tiene un tiempo de preparación que no está dentro de los parámetros de lo buscan hoy los jóvenes».
Entre los clásicos más vendidos están Carrera de Mente (el más vendido de la historia argentina), el Pictionary y el Memo Test. «Son juegos viejos, pero que siguen vigentes por su dinamismo», comenta Ruibal. Sin embargo, aclara que el que hoy «la rompe» es el Uno, un juego de cartas que «lo juegan en especial los adolescentes».
Para Carolina Duek, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet, no hay grieta entre los juegos mesa y los videojuegos. Y cuenta que las grandes marcas, cuando «les va muy bien con un juego de mesa, sacan su versión digital». Señala además que los padres con hijos adolescentes suelen comprarles juegos de mesa para desconectarlos de la consola. Pero asegura que es «un remedio medio falso» y que los juegos digitales y los analógicos «son complementarios».
Fuente: Clarín